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El país|Martes, 4 de marzo de 2008
La estrategia de Néstor K para refutar las críticas

Comando único en el PJ

El ex presidente Néstor Kirchner está decidido a evitar apariciones públicas fuera del ámbito del justicialismo. El objetivo es conjurar los planteos opositores sobre “el doble comando” en la Rosada.

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El ex presidente Néstor Kirchner se reunió ayer con el gobernador de Chubut, Mario Das Neves.

No darles pasto a las fieras, dicen en las oficinas de Néstor Kirchner en Puerto Madero. Se explica en el intento de clausurar la pista para el aterrizaje de las recurrentes acusaciones de un gobierno con doble comando que le dispara la oposición, desde Elisa Carrió a Eduardo Duhalde. Por eso el ex presidente busca centrar su exposición mediática sólo en el tema que le consume varias horas al día: la recomposición del Partido Justicialista, sin perder de vista el sostén de la concertación con los socios del radicalismo K y expresiones de centroizquierda, como un sector del Partido Socialista, organizaciones sociales ex piqueteras y el Partido de la Victoria (herramienta partidaria del kirchnerismo fundacional), entre otros.

Las otras excepciones a su aparición en imágenes se darán cuando deba intervenir en su condición de ex jefe de Estado, como, por ejemplo, cuando viaje a los Estados Unidos a fines de marzo invitado por el Concejo de las Américas, tal como anticipó Página/12 el sábado pasado. Para ese entonces la Presidenta estará en la reunión de jefes de Estado de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), que se realizará en Cartagena de Indias el 28 y 29 de marzo.

Igual no son pocas las fotos que se verán de Kirchner, ya que esta semana seguirá recibiendo a dirigentes peronistas y aliados en el armado político con el que busca blindar de apoyo la gestión de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. De hecho, hoy asistirá al acto con el que el camionero Hugo Moyano festejará los veinte años ininterrumpidos al frente de su gremio. El jefe de la CGT y el Gobierno viven ahora una nueva etapa de acaramelamiento en su largo romance, matizado cada tanto con enojos y crisis. Para renovar el amor, Moyano le regaló el 19,5 por ciento de aumento salarial en el acuerdo paritario de su sindicato y Kirchner quizá le ofrende una bonita vicepresidencia del PJ.

La de Moyano posiblemente sea una de las pocas caras “viejas” de la nueva mesa ejecutiva que tendrá el PJ luego de su normalización, proceso que arrancará formalmente el viernes, cuando se reúne el congreso del partido. El ex presidente buscará mostrar caras relativamente nuevas en la conducción del peronismo, gente sin pasado traumático a la vista de la sociedad, con un perfil de gestión moderno y renovador. En esos puestos parecería ser que tienen su asiento asegurado el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, y el ministro del Interior, Florencio Randazzo. “La gran mayoría de la mesa chica va a ser gente joven”, asegura uno de los dirigentes que ve casi a diario a Kirchner en Puerto Madero. La idea es reducir la conducción del PJ a la menor cantidad de integrantes posible. Algunos maliciosos dicen que esto se debe a que no hay tantos dirigentes que encajen en aquel physique du rol requerido por Kirchner. Pero en Puerto Madero se ríen de la chanza y aseguran que la razón hay que buscarla en lograr una mayor agilidad en el manejo del partido.

Esa renovación de figuras pretende ir de la mano con el aliento a las nuevas generaciones para que participen en la política partidaria y con la formación de cuadros que constituyan los equipos técnicos para el recambio en la administración del Estado, con un sustento ideológico. Hoy por hoy se trata de un bien escaso. De hecho, la gran parte de funcionarios de segunda y tercera línea han trabajado para distintos gobiernos desde la restauración democrática.

Por una vía paralela a este proyecto, Kirchner recibe en Puerto Madero a viejas figuras del peronismo, aun a las más alejadas del kirchnerismo, como por ejemplo los ex gobernadores Juan Carlos Romero (Salta) y Rubén Marín (La Pampa). Quiere tenerlos dentro del proyecto. La idea es evitar fugas de los sectores más conservadores del PJ hacia el proyecto presidencial de Mauricio Macri. “Es que Macri quiere quedarse con un pedazo del PJ y cuanto menos podamos dejarle, mejor”, explica con pragmatismo un hombre de la Casa Rosada.

Afuera del proyecto kirchnerista para el PJ quedan también, se sabe, los ex presidentes Carlos Menem y Adolfo Rodríguez Saá. Pero quizá no sean los únicos. Contra lo que muchos creen, habría algunos de los antiguos dirigentes que serían igualmente raleados. Uno de ellos, el misionero Ramón Puerta. El otro al que nadie se anima a asegurar que lo invitarán a Puerto Madero es el cordobés José Manuel de la Sota.

En definitiva, el esquema, nombres más nombres menos, es que el PJ, sus aliados y los que pueda sumar en el futuro (¿Hermes Binner, Martín Sabbatella?) se constituyan en la gran fuerza de centroizquierda de la Argentina y compita con otra de centroderecha. Un proyecto que Kirchner ya comentaba informalmente y dándole carácter de largo plazo al comienzo de su presidencia. Es más, sobre esa idea articulaba el meneado concepto de transversalidad. Claro que por entonces variaba en un matiz. En 2003 Kirchner aspiraba a reunir en un arco a toda la centroizquierda, que incluía porciones del radicalismo y del peronismo. Después se chocó con la realidad de que muchos dirigentes de la centroizquierda no pejotista con los que él esperaba contar le dieron la espalda. Por eso ahora la porción peronista abarca casi toda la torta del PJ. Necesidades de estos tiempos.

Con esa acumulación, el círculo cierra llevando al PJ de la Internacional Demócrata de Centro (llamada hasta 1999 Cristiana) a la Internacional Socialista, que en la Argentina ya tiene como asociados a la UCR y al Partido Socialista. Claro que el PJ tendrá que anotarse en principio en las divisiones inferiores de la IS para empezar a hacer carrera. Podría ingresar como partido observador, primer escalón al que le siguen consultivo y miembro. Y para eso Kirchner espera una mano de la presidenta chilena, Michelle Bachelet, y, sobre todo, del español José Luis Rodríguez Zapatero.

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