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El país|Jueves, 3 de abril de 2008
LAS CUATRO ENTIDADES DEL CAMPO SUSPENDIERON EL LOCKOUT POR TREINTA DIAS. UNA TENSA NEGOCIACION

“La próxima llegamos a Plaza de Mayo”

Miles de productores y aliados se congregaron ayer sobre la Ruta 14 para asistir al acto en que se suspendió la protesta que durante veintiún días desabasteció los mercados y cortó las rutas. Todas las críticas a la Presidenta y la concentración en Plaza de Mayo.

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Las cuatro entidades rurales ratificaron el estado de alerta y movilización.

Sobre el acceso sur de Gualeguaychú, la postal de ayer fue impactante. Una multitud se congregó para celebrar el tan mentado Encuentro Federal Agropecuario con el que las cuatro entidades del campo le respondieron al gobierno nacional. La batería de propuestas que el lunes había arrojado el Ejecutivo y el desgaste en los cortes que día a día se iba acentuando fue generando en las bases la urgencia de un cambio de metodología. Así fue que finalmente, en el marco de una contundente demostración de fuerza, los titulares de cada organización anunciaron formalmente la suspensión del paro que desde hace 21 días tiene en vilo al país. Será, dijeron, por un plazo no mayor a 30 días mientras continúan las negociaciones. De cara al futuro, sin embargo, advirtieron en un claro mensaje a la Rosada que se mantendrán “en estado de alerta y movilización”.

Despacio, desde la media mañana las famosas cuatro por cuatro fueron llegando al punto de reunión sobre un codo de la ruta, en el vértice exacto entre la 14 y la 16. El ambiente era el de una clase media campechana que, debajo de sus boinas, entremezclaba bronca y entusiasmo. El escenario estaba montado sobre un descascarado camión blanco, rodeado de banderas hostiles al Gobierno. Una de ellas, la más notoria, dibujaba una caricatura similar a las que el ayer cuestionado Hermenegildo Sábat le suele dedicar a Cristina Fernández de Kirchner: “‘Ustedes siembren que yo co$echo’ 45% para mí, el resto paguen impuestos”, desafiaba.

Las comparaciones con la marcha del día anterior en Plaza de Mayo del oficialismo eran inevitables. Los cánticos así lo demostraban: “Oleoleoleoleola, vinimos todos gratis, y queremos trabajar”, se arengaban los unos a los otros. Y saltaban también todos, incluso los dirigentes sobre el estrado, cuando la multitud empezó con el ya clásico “el que no salta es un pingüino”.

El nacionalismo fue otro de los condimentos de la jornada. Se hizo un minuto de silencio por las víctimas de Malvinas, se cantó el Himno Nacional y hasta un cura recitó la oración por la patria. Las banderas argentinas a 10, 15 y 20 pesos se vendieron como pan caliente. Hasta arriba del puente (sobre el cual un cartel de los ambientalistas recuerda la presencia de Botnia en los márgenes del río Uruguay) las más de 25 mil personas que los organizadores dijeron convocar flameaban las suyas cuando las cámaras los enfocaban.

A lo largo del día, en cada uno de los grupos que se fueron conformando, los argumentos que se susurraban eran los mismos que en las jornadas anteriores. “La Presidenta debe darse cuenta que no puede tomar medidas sin consultar. Acá tiene que haber reglas claras para el futuro, no puede ser esto de que diez días antes de la cosecha cambien todo. Las medidas que propusieron no sirve. Quizá si todo funcionara como debiera representarían un avance, pero el problema del campo no es sólo la soja, es un conjunto”, explicaba Axel.

La lectura política más difundida era que el acto representaba un triunfo, que el Gobierno debió ceder y que ahora las negociaciones las encararan en una correlación de fuerzas cuando menos pareja. Sin embargo, el dilema que reconocen queda aún por resolver es la antagónica amalgama de fuerzas que se encuentran en el seno de la protesta. Sin ir más, lejos, al lado del presidente de la Sociedad Rural Argentina, Luciano Miguens, estaban Vilma Ripoll y Raúl Castells.

El acto empezó a eso de las 14, con la lectura de la Proclama de Gualeguaychú. Allí se intentó explicar de cara a las ciudades que los bloqueos que pararon al país a lo largo de tres semanas fueron la única forma de ser escuchados. “Antes –aseguraron– habíamos agotado todas las vías formales hasta el cansancio. El extremo recurso nos fue impuesto.” Desde abajo, una mujer blonda asentía: “Tiene razón, tiene razón”, decía mientras meneaba la cabeza y buscaba alguna mirada cómplice. Se pidió también un diálogo “sereno y profundo” y la solución a “problemas que no se agotan en cuestiones coyunturales”. A su vez, se bregó por el federalismo y se solicitó la intervención, ante eventuales nuevas medidas, del control legislativo y judicial.

Luego, menos diplomático, habló Juan Echeverría, representante de los ruralistas autoconvocados. “Nos sacan lo último que nos queda para seguir engrosando la billetera de los K”, gritó. Y si de símbolos se trata esta disputa, le respondió a la Presidenta sobre los vínculos que se pretenden establecer entre el actual lockout y los preludios de la última dictadura militar: “Usted dice que este es el piquete de la abundancia, pero es también el de los desaparecidos, porque en la última década desaparecieron 110 mil productores que debieron vender sus campos. No somos golpistas, el golpismo es la voracidad del poder central, unitario”, añadió. Y, eufórico ante la multitud, concluyó: “Hemos marcado la cancha. Hoy la lucha continúa hasta la victoria”.

El gran protagonista de la jornada, como no podía ser de otra manera, fue el presidente de la Federación Agraria entrerriana, Alfredo De Angeli. “Acá está la plaza del campo”, interpretó y la gente vivió su momento de gloria: “Alfredo, Alfredo”, lo vitoreaban y él, satisfecho, respondió con la mano en alto. Su discurso estuvo dirigido a los legisladores y gobernadores oficialistas: “Ustedes tienen que hacer lo que dice el pueblo, si no esto no es democracia, eh”. A lo largo del lo-ckout, De Angeli cultivó un espíritu abiertamente confrontativo con el gobierno nacional. Pero a sabiendas del riesgo que esto implica, procuró siempre no desabandare. Sin embargo, esto no fue una traba para que esta vez, otra vez, le hablara casi en tono intimista a CFK: “Señora, ahora vamos a trabajar. No apriete más a los congresales y a los gobernadores y en poco tiempo esto se arregla”, propuso. A su vez, con tono raso, reiteró el rechazo del sector a los subsidios: “No queremos que nos devuelvan, sólo queremos que no nos saquen”.

En un momento un hombre empezó a gritar y el acto debió frenarse. Denunciaba desde el pasto que los canales de televisión habían levantado la señal. “Mi mujer me mandó un mensaje de texto, me dice que no puede escuchar a Alfredo”, se quejó. Molesta, la multitud rodeó a los camarógrafos hasta que, veloz, uno de ellos juró que Crónica seguía transmitiendo. El acto continuó sin sobresaltos.

Después hablarían el presidente de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), Mario Llambías; el de Coninagro, Fernando Gioino, y Miguens. Pero después de De Angeli, la atención fue mermando. Sin embargo, ante tal escenario, el titular de la Sociedad Rural encontró la circunstancia ideal para redimir a su organización: “Se nos llama terratenientes y oligarcas y eso no es así. Siempre estuvimos con el campo, no somos golpistas ni oposición”, titubeó. Más tarde hablaría de “lucha” y hasta citaría al Martín Fierro.

Eduardo Buzzi, de la Federación Agraria, tuvo uno de los discursos más estridentes. Corrió al Gobierno por izquierda, le cuestionó nuevamente a CFK que lo acusara de tener actitudes golpistas: “Yo soy Buzzi con z y no con s como el genocida de Tucumán”, afirmó. A su vez, afirmó que las retenciones anunciadas por el Ejecutivo “están relacionadas con el superávit fiscal que a su vez está vinculado con el pago al Fondo Monetario Internacional y al Club de París”. También se hizo un tiempo para referirse a las compensaciones: “Hasta ahora fueron dirigidas a cinco grandes empresas amigas de los dirigentes de este Gobierno. Si hablan de redistribución”. En el fragor del discurso, uno se envalentonó y propuso una reforma agraria, pero no encontró eco: Buzzi lo miró con el ceño fruncido.

Ya habían pasado dos horas y el acto se iba, pero la multitud volvió a clamar por De Angeli, que gustoso retomó la palabra. “Hoy llegamos hasta acá y la próxima llegamos hasta la Plaza de Mayo”, alentó y la masa renovó sonrisas. Al finalizar, se recitó el padre nuestro y el folclore despidió a los varios miles de manifestantes que habían venido desde los distintos puntos del país.

Informe: Diego González

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