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El país|Miércoles, 14 de mayo de 2008
Las hermanas de Osvaldo Cambiaso, Ethel y Gladys, recuerdan al militante por cuyo asesinato está acusado Patti

“Hay fuerzas ocultas que están golpeando”

En el Bar Magnum, donde fue secuestrado Cambiaso junto con Pereira Rossi, sus hermanas cuentan en diálogo con Página/12 la historia de este dirigente peronista que fue visto por última vez en ese lugar. Hoy distintos actos homenajean a las víctimas.

Por Adriana Meyer
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Ethel y Gladys Cambiaso en el Bar Magnum, el lugar donde fue secuestrado Osvaldo.

Una dice la edad. La otra prefiere ocultarla y entonces la primera pide que tampoco salga la suya. Ethel y Gladys Cambiaso hablan animadas, superponen sus voces en las respuestas. El dolor y los años de búsqueda de justicia no parecen haberlas quebrado. A veinticinco años del asesinato de su hermano, el militante justicialista Osvaldo Cambiaso, aceptan conversar con Página/12 en el Bar Magnum de Rosario, donde fue secuestrado junto a Eduardo Pereira Rossi la mañana del sábado 14 de mayo de 1983. “Había sobrevivido a todo y empezaba la democracia, pero lo tenían marcado”, dicen.

Desde aquel día el café cambió de dueño, pero las mesas y sillas de madera son las mismas, y las hermanas señalan las que ocupaban cuando entró la patota parapolicial para llevárselos. Fueron muy pocos los testigos que vencieron el miedo y se animaron a contar lo que vieron. Los recortes periodísticos de la época enmarcados ocupan dos paredes, otra exhibe placas recordatorias. Ethel es psicóloga, está casada con Raúl Ageno y tiene un hijo de 37 años que vive en Moscú. Gladys fue empleada, ahora está jubilada y vive sola. Algo incómodas por los flashes del fotógrafo, antes de despedirse recuerdan que hoy, a las 19, hacen el acto de todos los años en este bar, de Ovidio Lagos y Córdoba; mañana, a las 16, asistirán a otro homenaje en la Legislatura santafesina y el viernes, a las 11, acudirán al que convocan Juan Puthod y sus compañeros de la Casa de la Memoria de Zárate, en la ruta 9 a la altura de Lima, en el camino de campo donde los dos militantes fueron acribillados. “Creo que es un momento difícil, aquí hay fuerzas ocultas que están golpeando. Y el secuestro de Puthod curiosamente ocurrió cuando estaba organizando ese homenaje en la ruta 9”, afirma Ethel. “Se da en el momento y en el lugar, justo en el aniversario; es evidente que fue gente de Patti”, agrega Gladys.

–¿Puthod puede haber tocado algo sensible, testigos que recuerdan los hechos?

Ethel: –Es cierto, hay gente de campo que recuerda (mira a la hermana) ¿Te acordás en aquel momento, un muchacho con el padre que habían visto? Se borró y se tapó todo. ¿Quién iba a declarar en aquel momento?

Gladys: –Testigos hay muchos pero los acallan.

–¿Creen que si hoy los llaman no irían a declarar?

Ethel: –Hoy tampoco, y menos en este momento.

Gladys: –El miedo siguió tal cual. El que no declaró en aquel momento tampoco lo haría ahora.

Ethel: –Tratamos de iniciar un juicio en Italia, pero el juzgado de acá respondió que Patti y los otros policías estaban sobreseídos. También intentamos con el juez Garzón pero no tuvimos respuesta.

–¿Cómo era Osvaldo?

Gladys: –Un ser excepcional, desprendido de sí mismo y pendiente de las necesidades de los demás, en lo familiar y en lo social.

Ethel: –Una persona esencialmente buena, y considerada así por los compañeros de presidio que tuvo durante seis años. Estaba casado, entre comillas, con la causa de liberarnos de las dictaduras militares. Ya había estado preso en la dictadura de Lanusse. Salió por la amnistía de Cámpora y después volvió a ser apresado a fines del ’76. Tenía 42 años, pero parecía mucho mayor.

Gladys: –Por tantos años de prisión, de torturas, era enfermo cardíaco. Además no podía tomar bien su medicación en las prisiones. Viajábamos a la cárcel de Rawson en colectivo y por un papelito no nos dejaban darle sus remedios.

Ethel: –En La Plata le hicieron el castigo del chancho, sin comida, parado todo el tiempo, tomando el agua de la letrina.

–¿Y cómo era de chico? (Se miran y sonríen.)

Ethel: –Era mi compañerito de toda la vida porque me llevaba un año y dos meses.

Gladys: –Intercedía entre nosotras cuando nos peleábamos.

Ethel: –Por edades parecidas íbamos a la escuela juntos, y como vivíamos en el campo no teníamos muchos amiguitos. A la escuela iban chicos muy humildes, ¿te acordás cuando armó como un dispensario? Una vez bañó a un chiquito y se resfrió, y el padre vino todo enojado...

–¿Pasó toda la dictadura preso?

Ethel: –Sí, salió el 18 de mayo de 1982 y lo mataron el 14 de mayo de 1983. Se instaló con mis padres, que estaban en Pérez. Venía a Rosario con un auto viejo de papá, y fundó la casa de Movilización e Intransigencia Peronista. Cada vez que se movía notaba que lo seguían. Ese auto apareció cuando lo mataron, un Fiat 1500 beige, que en la parodia de reconstrucción apareció lleno de sangre. ¿Cómo es posible si dijeron que murió afuera?

–¿Qué pudieron reconstruir ustedes?

Gladys: –Vinimos acá. Empecé a interrogar desesperadamente a las personas, todos decían que había pasado algo pero nadie quería contestar preguntas.

Ethel: –Luego nos enteramos de que habían pedido un “carlito” y un café con leche cuando entraron seis o siete de civil con armas de caño recortado. A mi hermano le pegaron un culatazo que se desmayó y sangró ahí en el piso. Dicen que Pereira Rossi intentó romper un vaso para... (hace una seña de cortarse las venas). Los arrastraron a una camioneta, a la gente del bar la hicieron poner contra la pared, la amenazaron, y ellos en la calle tiraron tiros al aire mientras festejaban.

Gladys: –Los partidos políticos y las organizaciones de derechos humanos llamaron a una marcha. En la Nunciatura nos respondieron que no iban a tomar partido por ningún bando, que algo habrán hecho.

Ethel: –La televisión mostró luego la foto de mi hermano e informó que en un enfrentamiento de la policía con subversivos fueron muertas estas dos personas. La autopsia demostró que murió el mismo 14 a las cinco de la tarde. Tenían tortura pre mortem.

Gladys: –Una testigo, que luego no quiso aparecer, me relató que en la ruta vio un auto llevado a remolque en el que iba alguien con los ojos muy abiertos, como implorando. Cuando vio la foto de mi hermano la relacionó enseguida.

–¿Eso fue en el trayecto entre el galpón y el descampado, en Lima?

Ethel: –Sí. Ahí los fusilaron. Patti reconoce que los mató, pero dice que fue en un enfrentamiento. (El juez Juan Carlos) Marchetti dispone la prisión preventiva de los tres, Patti, (Juan) Spataro y (Rodolfo) Diéguez. Eso marchaba todo bien. Hasta que amenazaron con hablar. Al juez Marchetti lo tienen que haber apretado y giró todo completamente. Exhumaron el cadáver para una tercera autopsia, que fue una mascarada para revertir lo anterior.

Gladys: –Nunca confié en esos jueces, eran los de la dictadura. Hoy en día tampoco, no podemos reabrir esta causa, como plantea el fiscal (Juan) Murray, que considera que estos son delitos de lesa humanidad.

–Sin embargo ahora Patti está preso, aunque no sea por este caso.

Gladys: –Fue algo que no me lo hubiera imaginado.

Ethel: –Pero eso está por verse, tiene que ir a juicio oral por Muniz Barreto y Gonçalves. Lo que me gusta es que se gasta un montón de guita en abogados, los pasos que nosotras recorrimos los está haciendo él.

–¿Tantos años de juicios afectaron sus vidas personales?

Gladys: –Veníamos acostumbradas pero perderlo fue un dolor terrible, nos marcó.

Ethel: –Desde el ’71 que cayó preso empezamos a viajar, trámites, hábeas corpus. Pero no pudimos elaborar su muerte. Había cumplido su año de libertad condicional, pero lo tenían marcado, quince días antes habían matado a Raúl Yagger, liquidaron a todos los que llamaban irrecuperables.

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