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El país|Martes, 20 de mayo de 2008
Ronchetti promovió un juicio contra la APDH y no se presentó

Un querellante poco confiable

El director del diario El Tiempo, de Azul, quien consideró que la apropiación de bebés era un “acto de amor” y fue criticado por la APDH, le inició un juicio al organismo. Ayer no se presentó a la audiencia. La Asamblea abrirá un proceso en su contra.

Por Adriana Meyer
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El director y propietario de El Tiempo, Alfredo Ronchetti.

El director de un diario de Azul consideró como un “acto de amor” la apropiación de bebés durante la dictadura; las autoridades de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) lo cuestionaron por adherir al genocidio y ahora enfrenta un juicio por injurias. Pero ayer, en la que podría haber sido la primera y última jornada del proceso, el querellante no se presentó, pidió una nueva audiencia y logró que fuera fijada para agosto. “De por sí es una paradoja que nos lleven a juicio, pero, además, no te dejan defenderte, la Justicia está en otro lado”, dijo a Página/12 Luz Ramallo, de la delegación azuleña de la APDH. “Es incomprensible que un juez haya impulsado esto cuando las leyes internacionales consideran que esta temática merece total condena”, expresó el obispo metodista Aldo Etchegoyen, copresidente de la APDH a nivel nacional. El organismo decidió, además, iniciarle a Alfredo Ronche-tti un juicio por apología del delito.

En febrero de 2006, las Abuelas de Plaza de Mayo recuperaron otro nieto, hijo de un militante montonero de Azul que permanece desaparecido. El 28 de marzo, el director y propietario del diario El Tiempo, Ronchetti, le dedicó un editorial a la noticia. “No es el momento de juzgar cuál debería ser el proceder de los responsables en esa época. Si actuaron bien o mal. Si entregaban los recién nacidos como acto de amor o los dejaban morir junto a quien los habían parido”, escribió Ronchetti sobre la apropiación de menores durante la dictadura. La reacción de la APDH local no se hizo esperar y llegó como una carta de lectores que publicó el mismo matutino. La presidenta de la delegación, Luz Ramallo, y el secretario, José Luis Alvarez, mostraron su rechazo a las expresiones de Ronchetti, argumentando que “cuando exhorta a reconocer en el acto de apropiación de los hijos de los desaparecidos un acto de amor”, el director del matutino expresa “su entera adhesión al genocidio”. Ronchetti resolvió iniciar una querella por “injurias” contra los dirigentes de la APDH. La Justicia le hizo lugar y ayer debió haber comenzado el proceso en el juzgado correccional de Tandil, a cargo de Carlos Alberto Pocorena.

Sin embargo, Ronchetti no apareció y mandó a su hijo, Fernando, con un pedido de suspensión del juicio en el que alegó padecer una cardiopatía, de la que adjuntó un certificado médico, y dijo temer agresiones y “escraches” por las manifestaciones de repudio que se generaron. De hecho, acudieron a los tribunales tandilenses la secretaria de Derechos Humanos bonaerense, Sara Derotier de Cobacho, miembros de la Comisión Provincial de la Memoria y de la APDH nacional, como el obispo Etchegoyen. El juez fijó la nueva audiencia para el 18 de agosto, pero el hijo de Ronchetti anticipó que su padre no se presentará en ese momento, sino que enviará a un apoderado. “No puede sostener lo que empezó, dilata y juega al desgaste”, se quejó Ramallo, la dirigente querellada, sin ocultar su frustración. Los abogados de la APDH calificaron el faltazo del denunciante como un “acto procesal de mala fe” y le pidieron al juez que considere desistida la iniciativa. Sin demasiadas expectativas de tener éxito con ese planteo, decidieron contrarrestar con otra acción: denunciarán a Ronchetti por apología del delito.

El editorial que originó el enfrentamiento se refería a la restitución de la identidad del nieto número 82 por parte de Abuelas de Plaza de Mayo: Sebastián, de 30 años, cuyos padres, Gaspar Onofre y Adriana Tasca, están desaparecidos desde fines de 1977. El joven nació en cautiverio el 27 de marzo de 1978 y fue entregado por un oficial del Ejército a una familia conocida suya, que lo inscribió en el Registro Civil como hijo propio.

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