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El país|Miércoles, 18 de junio de 2008
En Santa Fe y Callao, sólo unas pocas personas se juntaron para protestar

El cacerolero que está solo y espera

Algunos pocos continuaron con la convocatoria de “apoyo al campo” que circuló ayer. PáginaI12 encontró a un productor sojero, un nostálgico de Videla y a una señora que cree que el Gobierno está vendiendo el país “a Israel”. Parece una caricatura pero es real.

Por Carlos Rodríguez
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Luis, el productor de Intendente Alvear, y el calvo cadete del Colegio Militar.

Luis se presta para la foto, con un cartel de apoyo al campo, pero se niega a revelar su apellido. Es un productor sojero de Intendente Alvear, provincia de La Pampa. Tiene a sus hijas estudiando en Buenos Aires, vino a visitarlas y aprovechó para acercarse a la esquina de Callao y Santa Fe para expresar su repudio a la política oficial en materia de retenciones. Luis fue, ayer, el Cacerolero Solitario. Se lo notaba desilusionado por la escasa convocatoria y ofuscado con la presidenta Cristina Fernández: “Pone cara de buena frente a las cámaras, se hace la sensible, pero lo que dice en contra de los productores demuestra que su alma va por otro lado”. Al costado de Luis, sin que nadie lo llame, un señor calvo revela que en su juventud fue cadete del Colegio Militar y que allí tuvo como jefe de instructores a quien considera “su ídolo máximo”: el ex dictador Jorge Rafael Videla. No extraña, entonces, su discurso: “La solución a este conflicto es matar a todos los montoneros que hay en el Gobierno”.

La pareja de manifestantes que se había formado se rompe abruptamente después de la intervención del admirador de Videla: “Yo quiero aclarar que no tengo nada que ver con ese pensamiento”, se ataja Luis, que insiste en que sólo es “un productor indignado por las medidas oficiales, no quiero saber nada con la política y no pienso lo mismo que este señor”. A su lado, ahora a prudente distancia, el hombre calvo hace alarde: “Hay que matar a los montoneros que no matamos antes”. Lo afirma, desafiante, ante PáginaI12 y las cámaras de TVR (Televisión Registrada). Luego aclara que no dará su nombre y que lo único que “lo identifica” como ciudadano de “doble nacionalidad” es una credencial que tiene en su portadocumentos. Es un plástico que luce, en el dorso, la bandera británica.

Luis retoma su soliloquio: “Es mentira lo que se dice sobre el dinero que ganamos los del campo, sobre la oligarquía vacuna que ya no existe. No se tiene en cuenta que todos nuestros insumos, sobre todo los fertilizantes, que son importados, han aumentado un 80 por ciento, igual que el gasoil. Y nosotros no tenemos nada que ver con el aumento del gasoil, de la carne, de la leche, con el aumento de ninguno de los productos de primera necesidad. Si tienen dudas, que vayan al Mercado de Liniers y pregunten sobre el precio del novillo en pie. Nosotros no aumentamos nada, son otros los que lo hicieron”.

Mientras Luis, el único y auténtico cacerolero habla con la televisión, una señora de tapado de piel quiere saber qué pasa, por qué están las cámaras. Cuando le nombran a la Presidenta, se le eriza la piel: “Qué viene a decirnos que hay gente que la está pasando mal. Todos la pasamos mal. ¿Cuál es la solución? Hay que sacarlos, sacarlos del gobierno. Hay que hacerle un juicio político a la Presidenta. A ella hay que aplicarle la letra de la Constitución”. La mujer se ofusca, la sangre le sube a la cara y le da un tinte extraño a su tostado de verano en pleno invierno.

“Las retenciones son un desastre, igual que la deuda monstruosa que tenemos con Venezuela. Esa deuda que nos dejó ‘ojitos mágicos’”, dice en alusión al ex presidente Néstor Kirchner. También repudia el envío al Poder Legislativo del tema de las retenciones: “¿Qué Congreso, si no hay Congreso? –dice–. Lo que pasa es que el Gobierno está vendiendo el país”. Cuándo PáginaI12 le pregunta a quién se lo están vendiendo, responde muy segura: “Al Estado de Israel”. Para no pecar de antisemita, se apresura a aclarar: “No soy antijudía. Soy amiga de una mujer judía dueña de un comercio de la calle Santa Fe. Mi problema es el Gobierno, no los judíos”. Como un flash, un chico joven, que pasa caminando por Callao se burla de la poca convocatoria del acto contra las retenciones que no fue. “A estos forros del campo hay que decirles que vayan a gritar al Congreso. Allí se va a tratar el tema. Más democrático no puede ser”. Y se va, luego de saludar con un corte de manga a los caceroleros que se quedaron en sus casas. Otro joven, atraído por las cámaras de TVR, arma un discurso conciliador y a la vez crítico: “El país es un desastre, pero no podemos echarle la culpa al Gobierno actual. Todos han contribuido a crear esta situación. Todos los gobiernos alguna vez han robado algo, incluso los que hicieron algunas cosas buenas”. Habla vagamente bien de Arturo Illia y vagamente mal de la dictadura. La hora de la cena se va acercando y Luis, el Cacerolero Solitario, decide marcharse, sin dejar de regar sus hectáreas de soja: “El Gobierno tiene que pensar en el país y volver atrás con su política de retenciones”.

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