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Primero fue la confirmación de que era el principal candidato a ocupar la secretaría ejecutiva de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur). Luego trascendió que estaba evaluando viajar a Venezuela para entrevistarse con Hugo Chávez. La visita de Néstor Kirchner a Caracas, que esta semana fue ratificada por fuentes de la Cancillería y la embajada venezolana en Buenos Aires, convalidó lo que ya es evidente. Que tras la derrota en la discusión por las retenciones móviles, Kirchner pretende renovar su perfil ubicándose como un actor de peso en la política internacional de la región. El viaje de Kirchner a Venezuela está programado para el 9 o 10 de septiembre. Su estadía en tierras bolivarianas incluirá una cumbre con Chávez en el Palacio de Miraflores con una agenda de temas al menos compleja: la estatización de Sidor y el futuro de los activos de Techint en Venezuela, la tasa de interés que recibe Caracas al comprar bonos de la deuda argentina, el probable relanzamiento de Unasur y las perspectivas en la relación bilateral.
El viaje de Kirchner a Venezuela no está en manos de la Cancillería porque, en lo formal, el ex presidente no forma parte del Gobierno. Según informaron a PáginaI12 funcionarios del Palacio San Martín que siguen de cerca el tema, Kirchner volará a Caracas acompañado por el ministro de Planificación, Julio De Vido. Es muy probable que días después de su estadía en Venezuela el santacruceño tome un nuevo avión hacia Nueva York, donde acompañará a la Presidenta en la Asamblea General de las Naciones Unidas. La escala en tierras bolivarianas alimentó versiones sobre un probable pedido de Kirchner para colocar bonos de deuda argentina por mil millones de dólares. Desde el Gobierno desmintieron esa hipótesis, dijeron que la Nación no necesita más financiamiento este año. “Sacamos a Venezuela del radar”, se escuchó decir a funcionarios del área económica.
Otro de los temas inevitables que impulsará el viaje a Venezuela es la polémica entre Chávez y Paolo Rocca, el mandamás del emporio ítaloargentino Techint. Tras la estatización de la metalúrgica Sidor, Chávez sorprendió otra vez cuando anunció que rompía las negociaciones para acordar el monto de la indemnización. “Ha habido problemas, a pesar de que se acordó el precio base”, advirtió anteayer el mandatario venezolano. Se refería, puntualmente, a un curioso pedido de los directivos de Techint para incorporar una cláusula que impida a los trabajadores de Sidor entablar demandas judiciales contra Techint en el futuro. “Están pidiendo algo que es imposible, porque significa renunciar a parte de la soberanía venezolana”, argumentó Chávez.
La ruptura entre Chávez y Rocca tuvo repercusiones al interior de la Unión Industrial Argentina: según algunas lecturas, el mandamás de Techint se distanció del kirchnerismo y comenzó a impulsar al vicepresidente de la UIA, José Ignacio de Mendiguren. Ideólogo de la pesificación asimétrica, De Mendiguren es hoy una de las espadas mediáticas de Eduardo Duhalde. En ese rol se lo pudo ver en el reciente Council of the Americas. Pero el vínculo bilateral no es sólo Techint. La mejor prueba estuvo en el acto que compartieron ayer en Venezuela el propio Chávez con el secretario de Relaciones Económicas Internacionales, Alfredo Chiaradía, y el titular del INTI, Enrique Martínez. Ambos estuvieron acompañados por empresarios pymes argentinos que firmaron convenios para instalar 22 fábricas en territorio venezolano. Con su humor habitual, Chávez no descartó que el intercambio comercial derivara en futuros casamientos entre ciudadanos de ambos países.
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