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El país|Miércoles, 1 de octubre de 2008
Debate sobre los logros y las deudas de los gobiernos progresistas en América latina

“Tenemos el zorro en el gallinero”

Políticos, funcionarios e intelectuales debatieron los desafíos que enfrenta el centroizquierda en la región. Los temas fueron desde los efectos de la crisis financiera hasta una fuerte crítica dirigida a las prácticas instaladas en el progresismo.

Por Martín Piqué
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Chacho Alvarez, Carlos Tomada, Pepe Mujica y Eduardo Sigal, ayer, en el encuentro organizado por el Cepes.

Se habían escuchado discursos más económicos, otros más políticos, el portuñol que traen consigo los brasileños del PT, las frases típicas de los funcionarios entusiasmados con el ejercicio del gobierno. El salón del primer piso del Hotel Claridge era un muestrario de las fuerzas progresistas que gobiernan en el Cono Sur. Uruguayos, chilenos, brasileños y, por supuesto, argentinos habían sido convocados para debatir sobre “los gobiernos progresistas en América latina, entre el conflicto y el consenso”. En el panel se habían sucedido diplomáticos, funcionarios, intelectuales y dirigentes políticos que garantizaron la pluralidad de enfoques, pero sin profundizar demasiado en los debates. Se había hablado sobre la integración en Sudamérica, el pasado reciente y la actualidad del centroizquierda. Hasta que llegó el turno del senador uruguayo José “Pepe” Mujica. Con un tono entre canyengue y apasionado, el ex tupamaro sorprendió con una intervención cargada de críticas y advertencias a los miembros de las fuerzas progresistas que administran la región. “El gran peligro es que tenemos el zorro dentro del gallinero”, alertó.

El debate había sido pensado como clausura formal del “Encuentro de reflexión política sobre los gobiernos progresistas en América latina”. Fueron dos días de conferencias organizadas por el Centro de Estudios Políticos, Económicos y Sociales (Cepes) y las fundaciones Friedrich Ebert y Jean Jaurés. El perfil de los panelistas prometía una charla pródiga en coincidencias, aunque matizadas con ángulos e interpretaciones diferentes. Así fue. El ministro de Trabajo, Carlos Tomada, planteó en voz alta una pregunta que debe estar inquietando a todos los gobiernos progresistas de la región. “Hay un horizonte de incertidumbre. Ante el contexto crítico que se apresta a vivir la región, ¿habrá un cambio de etapa? ¿Cómo impactará en la región la crisis financiera?”

A la pregunta siguió un crudo reconocimiento de las condiciones que deberán enfrentar de aquí en más los gobiernos de América latina. El ministro advirtió que se avecinan tiempos de “recursos financieros escasos y volátiles” y que eso obligará a las administraciones de signo progresista a realizar “un esfuerzo mayor en la intensidad y calidad de sus políticas”. Pero Tomada no sólo habló de las sombras que se avecinan. Entre las consecuencias de la crisis financiera internacional encontró también aspectos positivos. “Ante el desconcierto del pensamiento neoconservador y de algún progresismo, se refuerza la idea de que el Estado debe ser activo, regulador, con capacidad de intervención. Este es el derrumbe del relato neoconservador del Estado mínimo”, sentenció.

En la charla también se reflejó otra preocupación de los gobiernos de la región. El condicionamiento a las políticas del Estado que puede acarrear una baja del precio de los commodities. “No tenemos que olvidarnos que las experiencias en el gobierno son contingentes. Es un tiempo finito. Y los gobiernos actúan en determinadas condiciones. Gobiernan como pueden, no como quieren”, recordó la brasileña Lole Ilíada Lopes, de la dirección nacional del PT.

Al hacerse una revisión del pasado, fue inevitable la mención a la Alianza. El tema impulsó críticas y autocríticas del secretario de Integración Latinoamericana, Eduardo Sigal, que hizo acto de contrición por su pasado en la coalición UCR-Frepaso. “Muchos de los que estamos aquí fuimos protagonistas de la gestación de la Alianza”, dijo Sigal. Además de la presencia de Chacho Alvarez, entre el público se veían varias caras conocidas. Sobre todo del Frepaso. En las primeras sillas estaban los diputados Eduardo Macaluse y Carlos Raimundi, Ariel Basteiro, Edgardo Depetri, el sociólogo Julio Godio y el secretario general de la CTA, Hugo Yasky.

El filósofo Ricardo Forster, integrante de Carta Abierta, había sido el primero en cuestionar al progresismo de los ’90. “Tenemos que terminar con el dominio de la agenda comunicacional en las prácticas del progresismo argentino”, lanzó. Algunos de los destinatarios de ese giro, de esa reducción de la política a la presencia en los medios, escuchaban el diagnóstico en la misma sala. El debate había comenzado con las exposiciones del embajador chileno Luis Maira y el economista del Plan Fénix Aldo Ferrer. Ambos se dedicaron a analizar el modelo de integración y a pensar la necesidad de conciliar el proyecto nacional con la integración regional.

En un imaginario ranking de aplausos, el primer premio se lo llevó Mujica. “Tenemos que preguntarnos cuál es el sentido de la política para los hombres de izquierda. Nuestros partidos tienen que ser agencias de comunicación que lleguen al corazón de los humildes. Tenemos que ganar conciencias y sentimientos. Para eso tenemos que ser éticos. Muchos progres son vergonzantes con la derecha y le envidian el auto, desean ser invitados a los banquetes. ¿Cuál es nuestra frontera personal? Hay que vivir como se piensa y pensar como se vive. Y no cargar con una cruz sino vivir con alegría. No podemos ganar la confianza de las masas si somos impostores.”

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