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El país|Miércoles, 3 de diciembre de 2008
La canciller sudafricana, Nkosazana Clarice Dlamini Zuma, recorrió la ex Esma

“Esto no debería pasar en ningún lugar”

La funcionaria lloró durante la visita y preguntó sobre el rol de los arrepentidos del terrorismo de Estado. En Sudáfrica, la Comisión por la Verdad y la Reconciliación “perdonó” a quienes confesaban los crímenes. Hoy firmará un acuerdo con el ministro de Relaciones Exteriores, Jorge Taiana.

Por Alejandra Dandan
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La canciller de Sudáfrica recorrió el ex centro clandestino junto a funcionarios de su país y de la Argentina.

Sus intervenciones fueron pocas. Nkosazana Clarice Dlamini Zuma recorrió parte de la ex Escuela Mecánica de la Armada acompañada por un grupo de compatriotas sudafricanos mientras le iban explicando cómo funcionó ese centro clandestino de detención. Ante uno de los cubículos en los que alguna vez se mantuvo engrillados a prisioneros políticos, la canciller de Sudáfrica no pudo evitar que se le cayeran unas lágrimas. Enseguida dijo lo que luego dejó escrito en el libro de visitas: “Esto es una tragedia, cómo es posible que las gentes puedan hacer estos terribles crímenes a sus conciudadanos: esto no debería pasar en ningún lugar del mundo”.

El apartheid dejó en Sudáfrica unos 50.000 muertos y 200 desaparecidos. Y desde 1996, la Comisión por la Verdad y Reconciliación llevó adelante un proceso de justicia a la medida, según algunos, de lo que el país podía hacer en ese momento. En Argentina las cosas tomaron otro camino. Durante el recorrido por la Esma hubo sudafricanos que acompañaron a la ministra y funcionarios de la Cancillería argentina y de la Secretaría de Derechos Humanos de Nación. Aunque ni unos ni otros compararon las dos posturas directamente, la ministra Dlamini Zuma le preguntó a la guía sobre los arrepentidos. Ocurrió cuando atravesaba un sector del ex Casino de Oficiales, después de los antiguos cuartos que ocupaban los militares casi al lado de los sectores de tortura. Ella quiso saber si personas como Adolfo Scilingo contaron lo que habían hecho antes o después de ser convocados por la Justicia.

“Pregunta eso por lo que están viviendo en su país”, comentó enseguida el embajador argentino en Sudáfrica. “Pero no son procesos comparables”, dijo después Carlos Sersale di Cerisano. “Ellos no tuvieron juicios, y como los africanos tienen una escuela de pensamiento que es el Ubuntu que, por decirlo de algún modo, es la reconciliación a partir de los consensos en el que todos van y se confiesan, perdonan o castigan, y hay toda una idea de conciliación, cuando hicieron la Comisión sobre la Verdad los que iban y confesaban sus crímenes eran considerados y evaluados por los que lo sufrieron: entonces hubo un proceso de reconciliación, pero ellos no pretenden ponerse como modelos porque es propio y es muy africano. Lo que yo creo es que no puede haber reconciliación si no hay justicia previa, si no hay justicia.”

La recorrida empezó con la proyección de un documental en el que no sólo se ve por adelantado de qué se trata la Esma, sino en donde el gobierno argentino fija una postura sobre los crímenes y la revisión. La voz de Eduardo Luis Duhalde dice allí “no se puede construir sobre la ciénaga del olvido, la impunidad y el engaño”. Luego, la canciller ingresó directamente en el Casino de Oficiales, en donde estuvo la mayor parte de los detenidos. Piso por piso, casi cuarto por cuarto, tuvo ocasión de respirar lo que cada quien puede respirar únicamente en ese lugar. Ahí se la escuchó decir poco y escuchar y escuchar sobre todo mucho. Dlamini Zuma preguntó sólo por los arrepentidos y de qué dependía que algunos sobrevivieran y otros no. “Eso dependía exclusivamente de la arbitrariedad militar”, le contó la guía, porque por la ESMA pasaron 5000 personas, pero sólo sobrevivieron 200.

Dlamini Zuma llegó a Buenos Aires para firmar un acuerdo binacional con el canciller Jorge Taiana, durante un encuentro que tendrá lugar esta mañana y que cerrará un año de trabajo de los técnicos de ambos países. Entre otros puntos, el acuerdo contempla aspectos de cooperación nuclear, producción para la defensa, biotecnológica, desarrollo agrícola, deportes y de derechos humanos. Las marcas que dejó el terrorismo de Estado en los dos países les están haciendo hacer ahora trabajos en común con estrategias conjuntas, sobre todo entre los organismos internacionales y a nivel regional, en donde intentan que cada país de la región ratifique la Convención contra la Desaparición Forzada de Personas.

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