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El país|Domingo, 1 de febrero de 2009

Las dos alas de Olivos

Las visitas a Olivos, con dos rumbos. El activismo proactivo. Los anuncios diarios, un modo de hacer agenda. Qué es un Pegé y por qué vale más un lavarropas. Un par de trazos sobre atavismos de la burguesía nacional, campera e industrial. Y un repaso de un enero no tan cálido.

Por Mario Wainfeld
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Dos tipos de contingentes desembarcan a diario en la residencia de Olivos, en pos de la Presidenta o de Néstor Kirchner. Desde luego, hay vasos comunicantes entre ambas concurrencias, gentes que visitan a los dos: gobernadores, intendentes, unos pocos legisladores, algunos ministros. El flujo es continuo, en contraste con el aislamiento que primó entre 2003 y 2007.

Si le interesa el “ala Néstor”, pase a la otra nota de estas páginas, acá le daremos un vistazo al ala presidencial.

Cristina Fernández de Kirchner suplió el Salón Blanco por los más confortables ambientes de Olivos. También realiza allí encuentros con sus funcionarios. A la luz de los nuevos ritos, ministros y secretarios de Estado “paran” en la residencia por varias horas, lo que posibilita que entren y salgan para reunirse con la Presidenta.

Los anuncios son diarios, por la parte baja. Y seguirán siéndolo. La mística del hecho cotidiano, una marca de fábrica del kirchnerismo, una táctica frecuente, quizá menos eficaz porque la sorpresa es cada vez menor. La presidenta Cristina toma el centro de la escena, arma agenda.

En un despliegue quizás fatigante para los funcionarios, la escena se repite una y otra vez, a veces con intervalos de pocas horas. La Presidenta optó por ponerle voz y comentarios a casi todos los anuncios. Es deliberado, claro, lo que no equivale a decir que, eventualmente, no se caiga en la sobreexposición. La profusión de medidas, presentadas todas en triunfo y hablando de records, puede suscitar un efecto contrario al deseado: aplana el conjunto, empareja lo grande y lo pequeño, le lima relieve a lo esencial.

En estos días, sin ir más lejos, se anunció un exitoso canje de Préstamos Garantizados y un plan de venta de electrodomésticos. Ambos fueron explicados en detalles por la misma protagonista.

Entre tanto, en el Gabinete se respira, tal vez por primera vez desde la asunción de la mandataria, un aire distendido. Será el verano, será la comparación con un 2008 febril..., como fuera, la autoestima de la primera línea del Gobierno crece. El futuro es un arcano, todos lo saben. “Es nuestro enemigo” dice un ministro. El presente, de momento, deja respirar. “Y lo de los Pegé es realmente importante”, corean en Olivos, desde los dos contingentes. No verbalizan, al menos hasta irse de raje a sus puestos de gestión, que son mucho más relevantes que (o hasta incomparables con) los créditos para lavarropas y calefones.

Los Pegé

Pegé es la abreviatura, en jerga de iniciados, de Préstamos Garantizados. Si usted va a Olivos, lector, al ala política o a la de Gobierno, diga “Pegé”, no se quede afuera. El canje de Préstamos Garantizados en la banca local fue efectivamente exitoso, con una aceptación cercana al ciento por ciento. Es un diferimiento de deuda que descomprime el horizonte de este año, concuerdan economistas amigables y críticos del Gobierno. El fantasma del default no es resignado por la oratoria opositora pero las cifras y las señales sugieren que está lejos. La aceptación de bonos oficiales es una prueba de confianza, nadie acepta una postergación, así sea con intereses jugosos, si cree que el deudor será insolvente. Al Estado le siguen sobrando pesos y faltando dólares, pero la brecha se achica. Y es sabido que los Kirchner son propensos a rascar hasta el fondo de la lata y que cuentan con varias latitas donde hacerlo.

La presidenta Cristina se explayó ante un grupo de banqueros, se gratificó con la baja de las tasas de interés. “Eso se debe al trabajo de este señor”, puntualizó señalando a Amado Boudou. El titular de la Anses está de moda, hasta lo miden para candidato en la casquivana Capital. Lo básico, en realidad, es que la reestatización del sistema jubilatorio, encomiable en sí misma, conjugó el mérito de robustecer la caja fiscal, de cara a tiempos muy exigentes. La alabanza presidencial en la que le atribuyó funciones más propias del Banco Central refleja (con cierta exageración) ese momento.

La relativa disponibilidad de recursos estatales por vía de la Anses distiende. Está por verse la eficacia crediticia de los bancos que consiguieron los fondos licitados. Varios que tomaron dinero andaban desfondeados, habrá que verificar si prestan o si cubren sus rojos, alertan integrantes del equipo económico que (a diferencia del ministro) hacen uso de sus cuerdas vocales, sí que a media voz. Las entidades financieras disponen de dos meses para rendir cuentas de cómo afectaron los fondos, es decir cuántos créditos otorgaron. Es una eternidad, considerando la realidad argentina y la calidad empresaria de los banqueros. Las sanciones para los que no coloquen debidamente la plata son demasiado piadosas: deben restituirla, sin intereses, y no pueden licitar nuevamente.

La terciarización, imprescindible, tiene sus riesgos, que se medirán en su momento.

Aguante la oferta

Las acciones ofertistas (cuyo impacto sobre producción, consumo y expectativas parece efectivo) priman sobre la inyección de ingresos en los sectores sociales de menos recursos. Hasta ahora, en ese carril, sólo se computa el plus de fin de año a los jubilados. Es de cajón necesario aplicar allí, en el bolsillo de los que menos tienen y consumen todo lo que disponen. Son medidas proactivas, dinamizan el mercado interno y el pequeño comercio. Y son un imperativo de justicia, a la hora de prorratear los costos de la crisis.

La Presidenta les pide creatividad y sentido de ahorro a sus funcionarios. Una idea en carpeta, un anuncio en ciernes, son créditos blandos para las empresas que mantienen su planta de personal formalizado, flexibilizando incluso ciertas mandas del Banco Central.

“¿Qué mejor manera de probar solvencia que mantener la empresa funcionando, pagando en regla al personal? Es mucho más encomiable y más confiable que honrar las reglas de Basilea”, refunfuñan desde el ala productivista del Gobierno por lo que reputan pruritos formales de Martín Redrado.

Obras son amores

Otra gran prioridad, seguramente la mayor, delegada parcialmente por el gobierno nacional, es el plan de obras públicas. Muchas acciones, en especial las que deberían terminarse este mismo año, se descentralizan a las intendencias. A nadie le importa tanto su impacto inmediato como a los intendentes, la lógica política es evidente. Claro que la responsabilidad segmentada dificulta el control de gestión y disemina eventuales responsabilidades. “Estamos en el mismo barco” –explica un ministro conocedor del agreste conurbano–, “los muchachos no se van a equivocar ni a desviar fondos”. En el mismo barco, para pescar bien o para naufragar.

La obra pública es determinante para el objetivo primero, el mantenimiento de la actividad económica. Hasta acá, hacen cuentas en Trabajo, no hubo destrucción neta de empleo, noticia pasable. La mala nueva es que esto recién empieza. La presencia del Gobierno en cada conflicto donde hay amenaza de despidos es un recurso válido para desalentar la tendencia patronal al “telegrama fácil” pero, nadie se engaña, ese activismo encomiable no será la clave para sostener el nivel de empleo. Eso depende de la política económica en general.

Mantener el nivel adquisitivo de los trabajadores es un objetivo de mayor volumen que arbitrar en conflictos de empresa o de sector. Los primeros amagues patronales ante ese escenario repitieron mañas y carencias conceptuales de una dirigencia esclerosada e insolidaria. Daniel Funes de Rioja, en nombre de la UIA, demonizó eventuales subas de salarios. La plana mayor de la corporación repitió esa idea recesiva, tan a contramano de lo que pide la crisis, ante Tomada. Restringir los ingresos de los trabajadores en este contexto sería letal. Lo que no niega que hay ramas de la producción que atraviesan situaciones arduas dignas de consideración. Pero eso no justifica emparejar para abajo, esa doxa de la burguesía nacional.

Ni olvido ni aprendizaje

Ya que de burguesía cerril hablamos, las entidades agropecuarias dan la impresión de no haber olvidado ni aprendido nada de su conflicto por las retenciones móviles. No tienen el menor cuidado institucional, por eso irrumpieron en una reunión de la Comisión de emergencia agropecuaria para hablar de una temática ajena a su competencia. Armaron una escena imposible para el diálogo, a sabiendas.

Contra lo que es su discurso explícito, sólo buscan la interlocución (en verdad, la pelea) con el gobierno nacional. Se desdijeron feo cuando se decretó la emergencia agropecuaria: despreciaron lo que pedían horas antes. A esta altura de la soirée, sus líderes son, al unísono, activistas corporativos (fascinados por las medidas de fuerza) y precandidatos opositores. Esa alquimia no produce un negociador razonable y respetuoso.

Ni ellas ni el Gobierno escarmentaron de sus errores de diagnóstico del primer semestre de 2008. Las dos partes fueron altivas e intratables batallando por una renta futura fabulosa que se hizo humo. Su falta de saber debería incitarlas a la prudencia o a la reflexión, no es el caso. La caída de los precios de las materias primas y la sequía colocan a las dos partes en otro mundo. El Gobierno trata de aminorar su belicosidad y sus ansias de vendetta, lo logra a medias. Y le cuesta un Perú dialogar con las corporaciones o con los gobernadores como paso previo a la toma de decisiones. Es más generoso con los recursos, abre más juego a los gobernadores, pero le falta aptitud (y hasta voluntad) para construir los consensos o los debates que formateen las medidas.

Dos alas tiene el camino

Las dos alas de Palacio bullen a diario, albergando a los dos términos de la pareja presidencial. La división de roles entrambos, todo un intríngulis, no resultó durante 2008 y explica parte de sus traspiés. Transitan ahora un escenario inimaginable un año atrás, en gran medida por causas exógenas, en proporción menor por cuestiones endógenas, autogeneradas.

En enero, el oficialismo recuperó control de la situación, consolidó la solidez fiscal, dominó la agenda. Fue un mes sosegado, para los usos locales. Claro que, todos lo saben, a medida que transcurran las semanas y baje la temperatura ambiente, todo lo demás se recalentará, entornado por una enorme incertidumbre que deja desairados a los líderes y los grandes actores de la economía de todo el mundo. Lo más difícil, elecciones incluidas, está por venir.

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