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El país|Domingo, 12 de abril de 2009
OPINION

Una Pascua movida

La nueva movida de Kirchner en la provincia. Scioli, socio en ganancias o pérdidas. Schiaretti y Reutemann, dos que se alejan con horizontes diferentes. Los kirchneristas en Santa Fe y Córdoba. Revuelo PRO. Plebiscitos y oposiciones de antes y de ahora. Pascua de Resurrección para uno.

Por Mario Wainfeld
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Jorge Alberto Barrachia es por quinta vez intendente de Trenque Lauquen, un dirigente campechano y carismático a la vez. Le quedan dos años para gobernar. Enfrentó a buena parte de la opinión pública de su ciudad en el debate sobre las retenciones a la soja. Considera que, aunque la ley no lo mande, debe revalidarse en su cargo. En un reportaje de la periodista Laura Vales publicado en este diario, declaró que piensa presentarse como primer candidato a concejal en junio. Si fuera derrotado, renunciaría a su cargo ejecutivo, en el que proseguirá si gana. Si se acude a jerga técnica: Barrachia transformará la legislativa en una suerte de referéndum revocatorio. Si se opta por lenguaje coloquial, se expondrá a que le cuenten las costillas. Como fuera que se lo denomine, el experimento no desvirtúa el sentido de la convocatoria a votar, lo complejiza y enriquece. Rara avis, pues.

Las operaciones en boga son de estirpe diferente. Los candidatos que dejan sus cargos ejecutivos (incluso los discernidos por las urnas), mudan de distrito, tratan de cambiar una curul por otra o cualquier otra variable de la creatividad autóctona no generan mecanismos novedosos de participación popular. Persiguen, con desparpajo, beneficios coyunturales. Suplen la falta de figuras taquilleras en sus fuerzas, “jugando” una y otra vez. O alisan el terreno para cuando se elijan gobernadores y presidente. O intentan asociar a sus aliados en el éxito o en el fracaso, encolumnarlos y sopesar su lealtad: tales las razones de la operación de Néstor Kirchner en la provincia de Buenos Aires.

La legalidad es una vara demasiado piadosa para juzgar las acciones de los protagonistas. Abundan conductas reprochables que no son ilícitas. En materia de legislación electoral debe primar un criterio amplio, en principio favorable a quien quiere votar o quiere ofrecerse para ser elegido. Si de candidatos se trata, en caso de duda debe abrirse derecho a su postulación. No es elegante expresarlo así entre juristas pero, si las prohibiciones no son taxativas, debe primar un sesgo permisivo. El veredicto popular ulterior no torna legal lo ilegal pero sí tiene un toque saneador respecto de lo polémico. Redondeando: seguramente la inserción del gobernador y los intendentes en las listas no sea ilícita, es cuestionable. Como otras jugadas más remanidas, este hallazgo del ex presidente mella la calidad institucional, desdibuja el sentido de la compulsa. La participación política está en baja, minimizar el valor relativo de los legisladores que se eligen (que quedarán como claque de los cabezas de boleta) acicatea la tendencia.

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Repliegues: Kirchner se topa con un quebradero de cabeza que afrontó en 2005 y 2007 aunque en contextos más promisorios. Nunca pudo trasladar su primacía nacional a la mayoría de las provincias, nunca contó con suficientes candidatos que fueran, al tiempo, confiables para su proyecto y atractivos para los votantes. Las deficiencias de su armado vienen de lejos: el manejo radial y centralizado del poder le restó relieve aun a colaboradores eficaces y leales, de probado nivel. En su primer test en las urnas, el entonces presidente debió echar mano a ministros, reincidió en 2007, también mudó a Daniel Scioli de distrito. La manta siempre quedaba corta, faltaban figuras.

El kirchnerismo tampoco hizo buen pie en las provincias cuyos gobernadores le eran (unos cuantos siguen siendo) afines. La urgencia por acumular votos para Cristina Fernández de Kirchner en las presidenciales ahondó esa característica: los gobernadores conservaron mucho poder propio en sus distritos.

La Concertación Plural fue un gambito ingenioso para transformar esa debilidad en fuerza: una coalición de gobernantes, amplísima, bipartidaria. La jugada podía ser un avance si se cimentaba ese espacio, asociando a los aliados en la acción de gobierno.

El pasaje de Kirchner a la presidencia del PJ agregaba un reflejo pragmático para atenuar la debilidad: reconstruir el partido, abrir el juego a los taitas provinciales, facilitarles más protagonismo y escucha (allende la gestión cotidiana) que la que tuvieron entre 2003 y 2007. Encauzar esas construcciones era imprescindible para construir el escenario de este año, el desbande de los aliados compañeros y de los correligionarios K sugiere que la misión no fue exitosa. Los compañeros de ruta más constantes, gobernadores de varias provincias, amurallan sus fronteras, construyen los plebiscitos de junio en torno de sí mismos. En otros territorios, las cosas son aún más difíciles.

El repliegue de Kirchner al PJ (el “malo conocido”) es un retroceso respecto de sus proyectos y promesas de pocos años atrás. Cuando el líder del PJ se abroquela en la provincia de Buenos Aires, cierra un círculo defensivo. La motejada madre de todas las batallas es también la única compulsa de fuste que puede afrontar con fuerza propia, con perspectivas de ganar.

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Los neolemas vuelven a la carga: La versión de la “fórmula” Kirchner-Scioli tomó cuerpo después de corroborarse que Juan Schiaretti seguía la huella trazada por Carlos Reutemann, alejarse del kirchnerismo. Ambos extrovierten (y, ya que están, exageran) las diferencias con el oficialismo nacional. Ambos empujan a los kirchneristas “del palo” a enfrentarlos. Hasta ahí las semejanzas, más que relevantes. Las diferencias son también dignas de mención, tanto que abarcarán dos párrafos.

Reutemann apuesta a todo o nada. La elección en tercios puede consagrarlo como primero y un sólido presidenciable para el sentido común (conservador) de la dirigencia pejotista y del poder económico y mediático. Un segundo lugar, así fuera por medio voto, ajaría ese CV y lo relegaría en el consiguiente casting.

No es posible dar por sellado el resultado a más de dos meses vista ni conceder pleno crédito a las encuestas, pero es un dato admitido por todos que Lole podría vencer al socialismo. Cuando se abran las urnas se sabrá, la virtualidad (diría el filósofo epicúreo Héctor Veira) está. Acaso esa potencia explique la enorme indulgencia que le prodiga Kirchner. Una de sus espadas parlamentarias cree que su paciencia zen con el lacónico ex gobernador es directamente proporcional a la distancia. “A Felipe (Solá) lo tiene más cerca, en el epicentro. Si lo hubiera tratado como a Lole, tal vez estaría ‘acá’”, supone, exagera con fines pedagógicos, fantasea. Juan Carlos Mazzón, inspirador de varias debacles del oficialismo (Jaque en Mendoza, Schiaretti en Córdoba, el arrime a Lole tiempo ha), y José Pampuro no se amilanan y siguen llamando al senador. Toda la gestualidad de éste es de ruptura.

El sábado próximo se reúne el congreso partidario provincial. Son alrededor de 250 congresales, el reutemismo acaso sea ajustada mayoría pero no contaría con el volumen suficiente como para urdir una lista dejando afuera al otro. El desenlace más factible es “pactar la ruptura”, una versión santafesina del “adiós inteligente de los dos” que narraba un tangazo. El mecanismo al que acudirían Reutemann y Agustín Rossi sería la resurrección de los neolemas, invento nativo que saltea las internas trasladándolas, sin escalas ni mayor apego a la ley, a las elecciones generales.

El afán real de los kirchneristas es contener con sus votos a los santafesinos que tienen buena imagen de Cristina Kirchner, una cuarta parte o una quinta parte del padrón según la encuesta o la fuente que se consulte.

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Como Lole, pero mucho peor: Reutemann juega a cara o ceca, Schiaretti rompe en pos de un destino deprimente. Salvo un milagro, su fuerza no podría lograr ni un primer ni un segundo puesto en los cómputos de junio. Luis Juez está muy asentado arriba, los radicales son favoritos para la medalla de plata, que vendría con un bonus: un senador nacional por minoría. Mantener alta la divisa roja y blanca, que anduvo bien hace dos años, es un objetivo en sí mismo. Los boina blanca no reniegan de su alianza con la Coalición Cívica y el socialismo pero (Cobos y “efecto Alfonsín” mediante) bregan por apuntalar posiciones propias.

Así las cosas, se formaría una lista kirchnerista “pura” cuya primera candidata a diputada es Patricia Vaca Narvaja. La cordobesa, junto a Rossi, fueron baluartes kirchneristas en estos duros años parlamentarios e incidieron en las ajustadas pero victoriosas votaciones de 2008. Referencia llena de significación: les toca ahora construir desde la minoría, seguramente en espacios con perfil identitario más claro que el del espeso FPV bonaerense.

Los kirchneristas con tonada arrancan de un supuesto similar al de sus compañeros santafesinos: la buena imagen de la presidenta en su provincia es su meta y su techo. También la ponderan en 25 por ciento o un poco menos. Creen que con eso, con la dispersión que causará la candidatura del ex Defensor del Pueblo, el radical Eduardo Mondino, en el PJ cordobés y con el apoyo de movimientos sociales y partidos progresistas, podrán desplazar al patético gobernador del podio. Avizoran que Schiaretti controlará el congreso provincial partidario del próximo lunes 20, pero que enfrentará disensos y padecerá algunas fugas de intendentes.

Desde luego, en torno del ex funcionario de Domingo Cavallo y flojo delfín de José Manuel de la Sota los cálculos son diferentes. Ellos imaginan capturar votantes radicales con la figura de Mondino y prevén una remake de la polarización de 2007 con Luis Juez, que dejaría relegadas a terceras fuerzas. Se renuevan las tres bancas de senadores y nueve de diputados. El peronismo pone en juego dos senadores y 4 diputados. Aun con los pronósticos optimistas de sus paladines, el kirchnerismo perdería irremisiblemente ahí según cualquier tipo de indicador. Como en Capital, Mendoza, Santa Fe y casi todas las grandes ciudades de la Argentina. Un panorama que se avizoró en la hora triunfal de 2007, que los Kirchner subestimaron y que se agravó con la dilución de su legitimidad en las ciudades del interior de la Pampa húmeda.

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Mediciones: Agregar al gobernador y a los intendentes bonaerenses en las boletas persigue dos finalidades. La primera es ampliar el posible arco de votantes, valiéndose de las distintas representatividades de Kirchner, Scioli y los alcaldes. La segunda es implicarlos en el resultado, forzándolos a comprometerse. El riesgo solidario tiene su contrapartida, la participación en las ganancias... o en las pérdidas. Si se diera un buen resultado, Kirchner no podría capitalizarlo en su totalidad, muchos réditos serían prorrateados con los jefes locales y especialmente con Scioli, cuya figuración será inescindible del total de votos. El gobernador se expone, si le sale bien habrá dado un paso significativo a la precandidatura presidencial por el kirchnerismo.

La nueva modificación, que hasta ahora no tiene corroboración oficial alguna y sigue siendo un globo de ensayo, desconcertó a unos cuantos opositores. Gabriela Michetti volvió a mostrar dudas sobre su candidatura, pensando en el “qué dirán” si la comparan con Scioli. Michetti corporiza una carencia expandida, más allá del oficialismo: son contados los candidatos taquilleros, reemplazarlos suele costar carradas de votos. Michetti es favorita en Capital pero tiene poca garra para las campañas, no es claro su compromiso orgánico y suele verbalizar sus dudas en público. Si, como ella mociona, Horacio Rodríguez Larreta fuera en su lugar, el PRO podría sufrir un drenaje fenomenal de votos, subsumirlos a la mitad o menos. Felipe Solá y Francisco de Narváez despotrican contra la subjetividad de la vicejefa de Gobierno mientras propinan codazos a los candidatos de Macri en la provincia. Las relaciones son pésimas, como ellos mismos comentan off the record. On the record, a veces en la misma conversación, niegan las especies que antes han echado a correr. El caso es interesante, la entente Pro-neoduhaldismo es vistosa y tiene perspectivas promisorias en dos distritos importantes. Con todo ese viento a favor, les cuesta mantener una mínima afectio societatis.

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Precedentes, diferencias: No es cuestión de bautismo, las elecciones previas en dos años al cambio de gobierno funcionan como decisivas. Hasta ahora fueron augurio inexorable: Alfonsín (1987), Menem (1997) y De la Rúa (2001) perdieron y quedaron de salida. A mayor debacle, más brutal fue la transmisión del poder, con renuncias anticipadas en el caso de los radicales.

Menem (1993) y Kirchner (2005) prefiguraron su revalidación en las presidenciales ulteriores.

La empiria demuestra una tendencia abrumadora. Nadie puede tenerla por inexorable, podría ser discontinuada alguna vez. Nadie puede ignorar la recurrencia de los hechos.

Una diferencia sensible separa la actual coyuntura de las que atravesaron Alfonsín, Menem y De la Rúa: no hay una fuerza opositora viable, lista en gateras para suceder al actual oficialismo. El peronismo lo fue dos veces, algo desvencijado en tiempos de la Alianza, máxime porque fue requerido prematuramente por la atolondrada y sanguinaria dimisión de De la Rúa. Así y todo, era la alternativa cantada, con presencia nacional y victoria en la última elección. La Alianza construyó su favoritismo un bienio antes de desplazar a Menem.

Ahora, el abanico opositor no exhibe hegemonías ni fuerzas con alcance nacional. La posibilidad de un resultado ambiguo (primacía en el total nacional del FPV, con pérdida en la suma de votos nacionales y de bancas en el Parlamento) agrega a la incertidumbre imaginable el día después, que será de polémica feroz sobre los resultados. Tanto es así que algunos explican la supervivencia de Julio Cobos como vicepresidente (otra degradación de las instituciones, consentida porque beneficia a un líder opositor) imaginando una crisis institucional. La imaginan, o la desean, o la impulsan (vaya a saberse) en cónclaves empresarios de primer nivel y en empresas mediáticas de renombre. La difusión del gabinete en las sombras de Cobos no causó el menor escozor en las huestes autodefinidas republicanas que lo son sólo para cuestionar al Gobierno. Pero es una pésima señal para las instituciones. Cobos, expulsado de por vida de la UCR, tuvo en menos de un año su Pascua de Resurrección... la imagen positiva puede obrar milagros.

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La vereda de enfrente y un toque de clase: Otro dato bosquejado en 2007 que parece acentuarse es la enorme dispersión de apoyos según las regiones y las clases sociales. “Estamos al borde de la lucha de clases”, bromea y a la par sintetiza un dirigente social kirchnerista, mientras repasa sondeos hechos en el conurbano. El hombre brega para que Kirchner encabece algunas colectoras no pejotistas para mejorar sus chances, con fuerzas progres o piqueteras. Pero, peronista al fin, no le convence lo que ve. Las mejores tradiciones sociales y políticas argentinas no se compadecen con un brutal corte social del voto. Es fácil y obvio embellecer esa carencia, desde los dos lados del mostrador. Puede enaltecerse la conciencia de los sectores populares o el saber y la independencia de los segmentos medios y altos. Cuesta imaginar un proyecto progresivo de país tan tabicado, al menos al limitado cronista.

Faltan menos de tres meses y es inusual escuchar algo interesante en las campañas. En fin, esto recién empieza.

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