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El país|Viernes, 17 de abril de 2009
COMO FUE EL CRIMEN DEL CAMIONERO DANIEL CAPRISTO

Claves de una noche trágica

El asesinado recibió nueve disparos. Los vecinos persiguieron y atraparon al asaltante. El historial del chico asaltante. Las hipótesis de los investigadores se dividen entre el asesinato a mansalva y un fatal intercambio de disparos.

Por Horacio Cecchi
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Familiares y vecinos de Daniel Capristo se abrazan desconsolados frente a la casa de la familia.

Florida al 500, entre Jean Jaurés y ex Perón, corazón de Valentín Alsina. Pleno Lanús. Durante todo el día de ayer, la cuadra fue un hervidero. La noche anterior, la del miércoles, sobre la vereda del 565, habían baleado a Daniel Capristo, chofer de un camión de la empresa Andreani, de 45 años. “Le vació el cargador”, aullaba su hijo Facundo, de 24 años, con el furor que desata el desconsuelo y acusaba a un “menor de 14” que “me pidió las llaves del auto –contó Facundo–, yo se las di, saqué a mi hermanito, y a él se le escapó un tiro. Salió mi viejo y cuando lo vio, él le vació el cargador”, repetía y repetía. La cuadra fue creciendo en decibeles. También las versiones. Esa noche, en medio de la crisis, también llegó el fiscal Enrique Lázzari, que fue golpeado como un enemigo, sufrió fracturas en su mano e importantes cortes en la cara y fue internado en observación. También el secretario de Seguridad municipal y varios policías, entre ellos el capitán De Chiara, jefe de la comisaría de Valentín Alsina. “Los vecinos no fueron –dijo horas más tarde a Página/12, con un ojo morado–. Fueron cuatro o cinco atorrantes que fomentan para beneficio propio.” En Florida al 500, la tensión no se disipaba, mientras delante de las cámaras cuatro o cinco enardecidos clamaban “¡Manolo, Manolo!” (más por oposición al actual intendente, Darío Díaz Pérez, que por apoyo a Manolo Quindimil, ex capitoste de Lanús, ya fallecido). Se escuchaba “¡hay que matar a todos!”, se escuchaba “¡pena de muerte!”, se escuchaba la obviedad de las puertas giratorias pese a que el chico quedó detenido. A media cuadra del lugar, los investigadores recogieron un arma, una Bersa .380 que había arrojado el asaltante en su carrera. Cerca del cuerpo del dueño del auto encontraron un revólver Taurus, calibre 38.

A las nueve de la noche del miércoles pasado, Facundo Capristo, de 24 años, regresaba de buscar a su hermanito de un cumpleaños. Al salir de su vehículo frente al 565 de Florida, escuchó “dame el auto”. Un chico le apuntaba con una pistola. “Le di las llaves, le dije que se llevara el auto, y solamente le pedí que me dejara sacar a mi hermanito”, contó Facundo. En lugar de disparar –como se dibuja en el perfil que describen las versiones posteriores–, el chico dejó que Facundo sacara al hermanito y que los dos se retiraran detrás de otro auto.

Una versión que relataban ayer los vecinos decía que Daniel Capristo salió cuando escuchó la alarma del auto. En cambio, Facundo dijo que escuchó un disparo y adjudicó el sonido a “un tiro que se le escapó al pibe cuando quería arrancar el auto. Mi viejo salió asustado creyendo que estábamos adentro y cuando el pibe lo vio le vació el cargador. Le pegó siete tiros, no quedó nada de mi papá”, decía lloroso. Otra versión, que también investigaba anoche la policía, adjudica el primer disparo al propio Daniel Capristo, quien habría entrado a su casa a buscar un arma para defender a su familia ya que pensaba que su hijo menor seguía dentro del auto. En respaldo a esta versión se suma una pequeña herida, presumiblemente de bala, que muestra el detenido y una marca de impacto en el automóvil.

Después, el chico se largó a correr hacia Jean Jaurés, dio la vuelta a la esquina y corrió unos veinte metros, arrojó la Bersa y siguió corriendo, pero apenas soltó el arma uno o más vecinos se le abalanzaron y lograron detenerlo. “Enseguida apareció un patrullero, qué casualidad”, dijo Néstor, un vecino de la vuelta, que se quejaba de los robos constantes, muy enceguecido y dispuesto a defenderse de los robos (“me puse la pistola en la cintura y salí a buscarlos”, describió, tan sólo como ejemplo, de una ocasión en que intentaron asaltar a una de sus hijas). “La policía no está nunca y ahora justo estaba cuando agarramos al pibe, qué casualidad”, prosiguió Néstor mientras Juan Carlos, otro vecino, asentía y daba sus propios ejemplos.

Los investigadores intentan disipar alguna sombra no determinante en el caso. El arma que apareció junto a Capristo. La Taurus 38. Anoche, fuentes ligadas al caso señalaron que analizaban la pertenencia del arma. “La situación no cierra del todo. Tenemos al que aparentemente disparó contra Capristo –indicó la fuente–, y que suponemos fue quien cometió el homicidio. Si consideráramos que disparó la Bersa y que están los testigos que dicen que vieron que la arrojaba y que lo agarraron, y las pericias balísticas nos dan que las balas que impactaron en Capristo pertenecen a la misma arma, estamos en lo que nos vienen diciendo.” La duda que ronda en los investigadores es cómo apareció la otra arma, el revólver Taurus. Dos detalles, que a esta hora los investigadores no deben desconocer, pero que mantienen en hermetismo bajo cuatro llaves, son si el Taurus fue o no disparado. Al ser un revólver, si el arma fue disparada en el momento, debería mantener la vaina en el tambor, un dato de fácil verificación. El otro detalle, que debiera surgir rápidamente del sistema informático, es a quién pertenecía el arma. Uno y otro detalle, que seguramente ya tienen y que no fue aún revelado, no modificarán en nada las responsabilidades penales, pero podría implicar algún cambio en el relato de los hechos públicos o privados, posibilitarán la correcta reconstrucción de lo ocurrido, un lugar al que la vehemencia impide llegar.

El informe preliminar de la autopsia indicó que Capristo recibió nueve disparos de .380, siete de ellos con orificios de salida.

Mientras tanto, en Florida al 500, familiares y vecinos se iban disolviendo en el calor de la tarde. Mayoritariamente, sobre Florida al 500 lo que predominaban eran los medios. En esa cuadra la avidez por la noticia se descontrolaba e interactuaba con tres o cuatro vecinos o conocidos del barrio, de porte llamativamente voluminoso, que cuando los enfocaban agitaban los parches de la revancha contra difusos “menores”, contra la intendencia que nada tenía que ver en el asunto pero de paso, y contra la justicia “que los hace entrar por una puerta y salir por la otra”, clamaban. A todo esto, el chico detenido tiene su historial. Fuentes policiales, que susurraban al oído de los cronistas la muletilla de “las manos atadas por las leyes”, describieron que “desde los 12 años tiene dos entradas por robo y delitos contra la propiedad en Capital, tuvo dos ingresos en la comisaría 32 porteña, uno en 2007 por tenencia de armas y otro en enero de este año por robo con arma de una moto Yamaha”.

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