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El país|Viernes, 22 de mayo de 2009
OPINION

La participación en la escuela

Por Julio Bulacio *

Es sabido que existen dos tipos de participación: la formal y la real. La primera remite a aceptar o rechazar una propuesta y la segunda profundiza en su elaboración y en la toma de decisiones. La primera parte de establecer una distinción clasista entre los que piensan y los que hacen, los que elaboran y los que acatan, entre los que mandan y quienes deben ser mandados. Indudablemente, quienes aspiramos a que una escuela contribuya a la formación de estudiantes y docentes –es decir, ciudadanos– autónomos y no heterónomos celebramos la participación real.

En este sentido, la conquista en las escuelas preuniversitarias de la UBA de un órgano resolutivo con participación plena de docentes, estudiantes, graduados y más acotada de no docentes les plantea a estas escuelas públicas experimentales y a la UBA un desafío mayúsculo y una gran oportunidad: demostrar que la participación real establece un mejor punto de partida –como dice la teoría– para que se despliegue la excelencia académica. Y no sólo eso: es indudable que la participación real forma ciudadanos más responsables que fortalecen las redes sociales y culturales de la democracia.

Es significativo que en el reciente acto electoral de la Escuela Carlos Pellegrini, donde participaron casi todos los claustros (docentes, estudiantes y graduados), hayan obtenido la mayoría en la representación del nuevo órgano quienes protagonizaron la defensa del proyecto educativo de la escuela y la lucha por la democratización del “Pelle”. Protagonistas que fueron hostigados, procesados penalmente, alumnos golpeados, con la omisión por parte de las autoridades que pretendieron desarrollar en la escuela un proyecto autoritario que estaba en los antípodas de las prácticas educativas que, en parte, habían caracterizado al Pellegrini.

Por eso, lo más importante es que la línea de la movilización, la coherencia y los principios democráticos hayan ratificado su representatividad en elecciones organizadas por las propias autoridades de la UBA, lo que abre una gran posibilidad para que, en el futuro, las comunidades educativas asuman nuevas responsabilidades de participación real.

Durante el conflicto de 2007 algunos señalaban que las prácticas autoritarias de diferentes dependencias estatales estaban destruyendo dos de las instituciones públicas que habían logrado mayor prestigio: el Indec y la Escuela Carlos Pellegrini. Sin embargo, la resistencia de un numeroso grupo de integrantes de la comunidad de la escuela, conformado por docentes, alumnos, no docentes y padres, permitió defender parcialmente al Pellegrini de “los autoritarios de siempre”. Es innegable que el clima de conflicto no fue el más propicio para el desarrollo pleno de la actividad académica. Por eso hoy esta prestigiosa escuela dependiente de la UBA tiene que empezar a saldar esa deuda.

El Consejo Superior deberá crear condiciones materiales (presupuestarias) y “espirituales” (el respeto a la voluntad soberana de la comunidad de la escuela y la predisposición a construir consensos de trabajo) para que el “Pelle” pueda, como escuela preuniversitaria piloto, contribuir con su práctica –en este caso apostando a la participación real y no formal de la comunidad– a la jerarquización académica de todas las escuelas públicas.

Hace dos años, la comunidad educativa del Pellegrini en su conjunto salió a la calle exigiendo que las autoridades de la escuela –como es propio de la universidad de la Reforma del ‘18– fuesen elegidas por la propia comunidad. Hoy, producido el acto electoral, suponemos que el Consejo Superior de la UBA compartirá esta nueva práctica democrática y, dejando de lado prebendas impropias de un ámbito educativo, garantizará las condiciones que permitan trabajar para la recuperación de un prestigio circunstancialmente opacado.

* Docente de la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini (UBA), dirigente del gremio AGD.

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