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El país|Domingo, 5 de julio de 2009
AMIA, LA REPRESION DEL 2001, LA “CAMA” A LA VIUDA DE GAVIRIA

Las hazañas del Fino Palacios

Llueven los cuestionamientos y la oposición en la ciudad busca frenar el nombramiento de Jorge Alberto Palacios como jefe de la Policía Metropolitana. Las grabaciones con sus “amigos” reducidores, sus andanzas en la causa AMIA y el intento de chantaje a la colombiana.

Por Raúl Kollmann
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Las bancadas de la oposición en la Legislatura porteña, las agrupaciones de familiares de las víctimas del atentado contra la AMIA y buena parte de las organizaciones de la comunidad judía, así como organizaciones de derechos humanos, le pedirán mañana al jefe de Gobierno porteño que revea la decisión de designar al comisario retirado Jorge Alberto “Fino” Palacios como jefe de la Policía Metropolitana. En la causa del ataque contra la mutual judía, Palacios fue acusado por una larga serie de delitos como incumplimiento de los deberes de funcionario público, incumplimiento del deber de persecución del delincuente y sustracción de prueba. Pero, además, Palacios registra una llamada telefónica con un integrante de la banda de ladrones de autos que secuestró y asesinó a Axel Blumberg. En el diálogo, que hoy vuelve a transcribir este diario, Palacios se promete un café con Jorge Sagorsky, el reducidor, hablan de la compra de una camioneta para que el comisario vaya a pescar y se despide con un abrazo.

El Fino fue, además, protagonista de una llamativa historia, la de la viuda de Pablo Escobar Gaviria, el famoso líder del cartel de Medellín. La mujer estaba en la Argentina por pedido de las autoridades colombianas y denunció una extorsión de un hombre con el que mantenía una relación personal. Sorpresivamente, se produjo una movida que beneficiaba a los extorsionadores: un oficial del grupo de Palacios la denunció ante la Justicia de manera curiosa. El policía de el Fino dijo que, manejando por la avenida Cabildo, en un semáforo, vio a la viuda –desconocida para casi todos los mortales– en un vehículo que también se detuvo por la luz roja. María Isabel Santos Caballero, nombre adjudicado a la viuda, estuvo 17 meses detenida y, al final, la causa se derrumbó por aquel inicio absurdo, evidente armado policial. La mujer fue sobreseída.

La causa AMIA

Palacios fue designado al frente de la Unidad Antiterrorista en 1997, cuando ya habían transcurrido tres años del atentado y se produjo un tremendo escándalo en el acto del tercer aniversario. El público se pronunció con dureza: abucheó a los ministros, al presidente Carlos Menem y a los dirigentes de la comunidad judía por la falta de resultados en la pesquisa.

Sin embargo, el Fino había participado en la pesquisa desde el principio y ahora el fiscal Alberto Nisman lo acusa por un allanamiento realizado el 1º de agosto de 1994, menos de dos semanas después del atentado. Se trataba del momento clave de la pesquisa, porque es sabido que los casos que no se resuelven enseguida después de ocurridos tienden a quedar impunes. Lo concreto es que en el atentado contra la AMIA no se pudo descubrir nada de los autores materiales: ni cómo entraron o salieron del país ni dónde se armó la camioneta-bomba ni de dónde vinieron los explosivos ni quiénes fueron los cómplices locales. Hoy en día se acusa a Irán, pero sólo sobre la base de pruebas muy circunstanciales y testimonios no presenciales de disidentes del régimen de Teherán.

En la investigación sobre el fracaso de todo lo hecho, el fiscal Nisman acusó, entre otros, a Palacios. La imputación debe ser resuelta por el juez federal Ariel Lijo pero, en diálogo con Página/12, Nisman enumeró las pruebas:

n Palacios tenía orden de allanar el domicilio de un sospechoso, Alberto Jacinto Kanoore Edul. Sus hombres llegaron a las ocho de la mañana del 1º de agosto de 1994, pero recién allanaron a las 17.30. Todo el barrio y los propios sospechosos ya sabían que los iban a allanar, cosa que surge de los testimonios y las escuchas telefónicas.

n Desde un celular a nombre de Palacios se realizaron dos llamadas telefónicas al domicilio que se iba a allanar. Según Nisman, Palacios ocultó esas llamadas: la primera de casi un minuto y la segunda de medio minuto.

n Según dijeron los testigos del allanamiento, el procedimiento fue distendido y prácticamente no se secuestró documentación. En aquel momento –y aún hoy–, Kanoore Edul era un sospechoso importante, porque llamó el 10 de julio de 1994, ocho días antes del atentado, a Carlos Telleldín, el armador de autos truchos que en ese mismo domingo afirma que vendió y entregó la camioneta a personas desconocidas. Kanoore Edul nunca pudo explicar esa llamada a Telleldín.

n Cuatro años después del atentado, por iniciativa del entonces presidente Bill Clinton, llegó a la Argentina una delegación del FBI para ayudar en la investigación del caso AMIA. Después de estar una semana en el país, el equipo de diez especialistas sostuvo en un informe final que debía profundizarse la pista de Kanoore Edul, justo la que es materia de acusación contra Palacios.

Más allá de las irregularidades concretas señaladas por Nisman, lo cierto es que Palacios era parte del equipo integrado por el juez Juan José Galeano, los fiscales Eamon Mullen y José Barbaccia, los hombres de la SIDE que intervinieron en el caso y los miembros del gobierno de Carlos Menem que supuestamente debían supervisar la investigación. No existe la menor duda de que la pesquisa fue un gravísimo fracaso, al punto que el Tribunal Oral sostuvo que la investigación “fue una maniobra al servicio de oscuros intereses de políticos inescrupulosos”. La Corte Suprema ordenó recientemente volver a trabajar sobre la primera parte de la investigación, pero dejó en firme lo que sostuvo el Tribunal. Y Mauricio Macri está designando al frente de la Policía Metropolitana a un hombre –que según coincide Nisman, los familiares de las víctimas y buena parte de las organizaciones de la comunidad judía– jugó un papel importantísimo en la investigación fraudulenta y fracasada del atentado.

La banda del Oso Peralta

El secuestro de Axel Blumberg fue perpetrado por una banda de ladrones de autos, comandada por Martín “el Oso” Peralta. En el juicio, no sólo fueron condenados los que se ocupaban del robo en sí mismo y terminaron matando a Axel, sino también el hombre que les hacía el pedido de los vehículos: Jorge Daniel Sagorsky. Quienes conocen la trama de aquella banda, lo sintetizan así: “Sagorsky era Warnes”, refiriéndose a la avenida donde Sagorsky comercializaba las partes de los autos que robaba la banda de el Oso. Sagorsky fue condenado a seis años y seis meses de prisión por ser parte de la organización delictiva, aunque no le achacaron responsabilidad en el asesinato de Axel.

Como es obvio, el reducidor Sagorsky mantenía estrechas relaciones con hombres de la Policía Federal que le daban protección a los negocios sucios del robo de autos. En ese marco, el periodista Martín Pitón dio a conocer la transcripción de un diálogo telefónico entre Palacios y Sagorsky. Fino dice que esa fue una movida de la SIDE en su contra, pero admite la veracidad de su intercambio con Sagorsky. Además, no se trata de una escucha ilegal: proviene de la investigación de un juez sobre documentos falsos de autos robados.

Un primer diálogo es entre el comisario retirado Carlos Gallone, quien figura en el informe de la Conadep, y Sagorsky.

Carlos Gallone: –Hola.

Daniel Sagorsky: –Hola, Carlitos.

Gallone: –Sí, señor.

Sagorsky: –¿Cómo te va, mi amigo?

Gallone: –¿Quién habla?

Sagorsky: –Daniel.

Gallone: –¿Sabés con quién estoy acá? Con un hombre que te quiere detener, hermano.

Sagorsky: –¿A mí?

Gallone: –Sí.

Sagorsky: –¿Quién me va a detener? ¿Qué huevos tiene?

Gallone: –Este tiene huevos grandes. Estoy justo con el Fino Palacios.

Sagorsky: –¿Con quién?

Gallone: –Con el Fino Palacios.

Sagorsky: –Ah, Palacios.

Gallone: –Justamente, le expliqué que eras amigo mío. Que por vos, que gracias a Dios, había salido bien de una cosa que te habían imputado. Entonces me dijo que sí, que te querían, que te tienen referencias. Pero si salió bien, mejor. Está acá al ladito mío. Después, un día de éstos, vamos a ir a tomar un cafecito con él.

Sagorsky: –Bueno, bueno.

Gallone: –¿Sabés por qué? Me está diciendo, vino a ver a Cainelli. Quiere comprar una cuatro por cuatro para ir a pescar.

Sagorsky: –Una cuatro por cuatro para ir a pescar...

Gallone: –Se la vamos a ir a pedir a Daniel, le digo.

Sagorsky: –No hay problema, no hay problema, lo que quiera.

Gallone: –Esperá que te doy con él así lo saludás, pero no hablen nada.

Sagorsky: –No, no.

Es decir que Palacios se pone al teléfono con un hombre del que conoce perfectamente su accionar en el mundo del robo de autos y acepta eso de “no hablen nada”. Queda claro que Gallone y Palacios habían hablado de que Sagorsky le podía conseguir una 4x4, obviamente robada, para ir a pescar.

Este es el diálogo entre Palacios y Sagorsky:

Jorge Palacios: –Hola.

Sagorsky: –Hola.

Palacios: –Sí, ¿qué tal?

Sagorsky: –Buenas tardes, ¿cómo le va? ¿Qué tal, bien?

Palacios: –¿Qué tal, bien?

Sagorsky: –Bien, ¿y usted?

Palacios: –Bien, gracias a Dios bien.

Sagorsky: –Me alegro mucho. En cualquier momento a ver si nos vemos y charlamos un poquito.

Palacios: –Bueno, cómo no.

Sagorsky: –Un cafecito vamos a tomar.

Palacios (riéndose): –Todo bien. Un abrazo.

Sagorsky: –Chau, chau.

Como se ve, tanto Palacios como Sagorsky siguen la recomendación de “no hablar nada”. Es un diálogo cuidadoso entre un jefe policial y un reducidor de autos, luego condenado por pertenecer a la banda del Oso Peralta. Lo que tienen que hablar, lo hablarán personalmente, en el cafecito al que se refieren. La lógica indica que un jefe policial, ahora titular de la Policía Metropolitana, no habla ni toma cafecitos con delincuentes.

El extraño caso de la viuda

María Victoria Henao Vallejos, viuda del jefe del cartel de Medellín, Pablo Escobar Gaviria, llegó a la Argentina en 1996. Vino con el nombre de María Isabel Santos Caballero y con documentos legales emitidos por el gobierno de Colombia, que quería sacarla del país para evitar que la mujer y sus hijos fueran víctimas de venganzas o internas de lo que quedaba del cartel. La Fiscalía General de Colombia la investigó tres veces, no la imputó por ningún cargo y lo propio ocurrió con la DEA norteamericana.

La mujer compró un caserón en Luján, tres propiedades más y, sobre esa base pidió la residencia en la Argentina. Lo que ocurrió es que trabó una especie de relación sentimental con el hombre que le administraba esas propiedades; Juan Carlos Zacarías, y éste terminó averiguando que ella era la viuda de Pablo Escobar. A partir de ese momento –según denunció la mujer–, la empezó a extorsionar amenazando con hacer público que estaba en el país. Santos Caballero incluso grabó las conversaciones en las que Zacarías la extorsionaba y terminó presentando la denuncia en la Justicia. El abogado de Zacarías era también defensor del imputado en el caso AMIA, Carlos Telleldín. En todos aquellos diálogos extorsivos, Zacarías amenazaba con “sacarla de la cancha”, denunciándola en la Justicia y en los medios de comunicación.

Asombrosamente, en medio de aquel conflicto, un hombre del comisario Palacios, que conocía a Stinfale del caso AMIA, inició la causa contra la viuda de forma llamativa: la mujer era muy poco conocida en el mundo, incluso en Colombia, pero el policía dijo que la vio en un vehículo al detenerse en un semáforo de la avenida Cabildo. Nadie podría creerse semejante invento.

Después de una espectacular movida, que tuvo como cabecera el programa de televisión de Chiche Gelblung, Santos Caballero y su hijo fueron detenidos y la mujer estuvo presa 17 meses. Los informes del gobierno colombiano y la DEA, más la inexistencia de ilícitos cometidos en la Argentina, llevaron a los fiscales Eduardo Freiler y Federico Delgado a sostener que no había ningún fundamento en la acusación y, además, remarcaron el carácter espurio del inicio de la causa. Quedó en claro que se trataba de un armado policial, que fue funcional a la extorsión que protagonizaban Zacarías y Stinfale. Otro detalle no menor es que en esos tiempos la viuda le terminó vendiendo –con Stinfale en el medio– la propiedad de Luján a uno de los abogados de las víctimas del atentado. Es decir que se conjugaron buena parte de los protagonistas del caso AMIA: Palacios, el abogado del imputado y el abogado de algunos familiares, y todo en medio de una extorsión a la viuda. El final de la historia fue que el armado policial fracasó: Santos Caballero fue absuelta.

Una acusación en la Justicia por su intervención en el caso AMIA, un diálogo llamativo con un reducidor de autos que terminó siendo parte de la banda de secuestradores de Axel Blumberg, un armado policial. Y, además, participó de la represión del 20 y 21 de diciembre de 2001 en Plaza de Mayo, expediente en el que fue procesado, pero finalmente sobreseído. “Es el mejor jefe de Policía que yo decidí proponer y Mauricio Macri coincidió”, dijo el ministro de Justicia y Seguridad porteño, Guillermo Montenegro. Por de pronto, resulta extraño que no se espere el pronunciamiento de la Justicia sobre la imputación del fiscal Nisman, pero, además, son palabras parecidas a aquella frase de Duhalde sobre la Bonaerense, la mejor policía del mundo.

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