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El país|Lunes, 6 de julio de 2009
Tres miradas sobre el mensaje que dejaron las urnas en los comicios del domingo 28

La lupa en el escenario poselectoral

Para el periodista Presman, el Gobierno recibió un “uppercut de derecha” y todavía pasea confundido. La socióloga López se detiene en el fenómeno de la mediatización. El académico Malamud analiza el futuro del peronismo.

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Opinión

Disparadores para una explicación estructural

Por Hugo Presman *

La etapa renovadora que vivimos a partir del 2001 se debe al clivaje histórico producido por las jornadas del 19 y 20 de diciembre. El que permitió cerrar una etapa penosa y depredadora facilitó por algunos meses una alianza plebeya entre las clases medias aterrorizadas por el descenso económico sin piso a la vista y los sectores excluidos, muchos ex obreros que el modelo de rentabilidad financiera había arrojado fuera de la sociedad. Una reconstrucción precaria de sectores populares que comprendían, no en los libros, sino en la rigurosidad de la crisis, que el modelo neoliberal los había alojado en la cocina donde lo seducían con las sobras del festín, con electrodomésticos, y viajes para los más favorecidos, mientras se cerraban las industrias, se vendía el patrimonio y el déficit que producía la privatización de las jubilaciones y las importaciones irracionales se cubría con endeudamiento externo.

El límite del estallido y sus consecuencias futuras estaba dado por haberse realizado desde la antipolítica. Una bisagra política consumada desde el rechazo a la política.

La oxigenación que produjo el 19 y 20 de diciembre lo recogió confusamente Eduardo Duhalde y le dio impulso Néstor Kirchner. El accionar desplegado en los primeros treinta meses de su gobierno fue tan positivo como sorprendente. Luego hizo la plancha, viviendo de la rentabilidad política de esos meses notables. Los representantes políticos recobraron su respetabilidad y volvieron a circular sin problemas por las calles de las que habían sido proscriptos con el vendaval del “que se vayan todos”.

La recuperación económica, el notable crecimiento a tasas chinas, la disminución notable de la desocupación, el mejoramiento significativo del poder adquisitivo del salario, alejaron a los sectores medios del abismo y volvieron, como es tradicional, a mirar hacia arriba. La pobreza que comprendían cuando estaban en peligro pasó a ser una molestia que solicitaban histéricamente se la ocultaran para que sus ojos no la vieran. La ocupación del espacio público por los sectores más retrasados en la recuperación de su inserción activa en la sociedad los irritaba hasta la exasperación. Habían tolerado de mala gana en los momentos álgidos, la política de derechos humanos, la reivindicación de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, los conflictos con la Iglesia, el no concurrir al Tedéum los 25 de Mayo para recibir el tradicional sermón crítico, los roces con EE.UU., la presencia de los movimientos sociales en la Casa Rosada, la supeditación de la economía a la política, la mucho mayor presencia del Estado, la alianza con Venezuela, Brasil, Bolivia y más tarde Ecuador, la anticumbre de Mar del Plata que le dio un golpe definitivo al ALCA. Los sectores concentrados de la economía ganaron como pocas veces, pero no toleraron, muchos de ellos, a un Estado mucho más presente junto a la renovada presencia sindical, y el retiro de la alfombra roja que se le desplegaba tradicionalmente desde gobiernos anteriores, o cuando muchas de sus agachadas y miserias eran expuestas desde el atril. Lo mismo sucedía con los medios periodísticos, convertidos los más poderosos, bajo la engañosa denominación de independientes, en una especie de reemplazo mediático de las antiguas fuerzas armadas, instrumentadas tantas veces como el brazo del poder económico.

Por las fisuras del 19 y 20 de diciembre, aparecía nuevamente esa sociedad individualista y mezquina, surgida de la fragmentación social, de las miserias y horrores del terrorismo de Estado, domesticada en la hiperinflación, en los golpes de mercado, en la derrota de Malvinas, en la desmalvinización posterior y corrompida en las falacias del neoliberalismo que en democracia y con apoyo popular concretaron Alfonsín, en la última etapa, Menem y la Alianza. De esos vientos propagados desde la antipolítica, surgirían los apolíticos con handicap social como Juan Carlos Blumberg, Alfredo de Angeli, el rabino Sergio Bergman, o desde el mundo empresarial Mauricio Macri o Francisco de Narváez.

A partir del 2007 la inflación empezó a erosionar el poder adquisitivo, a pesar de los sucesivos aumentos. Las elecciones del 2007 que Cristina Fernández ganó ampliamente, ya exteriorizó el fuerte rechazo de las clases medias urbanas. A los hechos positivos que engendraban rechazos viscerales en esos sectores, deben agregarse críticas valederas que incrementaron el distanciamiento. La tendencia equivocada acerca que la realidad cuando arrojaba resultados desfavorables había que maquillarla estadísticamente. Eso se vio primero con la inflación dibujada que distorsiona índices tan sensibles como los de pobreza e indigencia y que luego se repetiría con aspectos sanitarios como el dengue y la fiebre A o manejos en la justicia como en el Consejo de la Magistratura. Peligrosamente, la Presidenta buscó subterfugios del mismo tenor para no reconocer la derrota electoral del 28 de junio. La alusión insólita sobre el triunfo en El Calafate, aparte de grotesco o de un chiste desafortunado, tiene reminiscencias a aquella boutade intencional de Carlos Menem de comparar la derrota en la Capital con el triunfo en la Ciudad de Perico, en Jujuy.

Cuestiones ideológicas y errores políticos han producido un odio visceral en los sectores altos y medios hacia el kirchnerismo, que tiene la particularidad de despertar rencores en los mismos sectores del peronismo histórico, pero está muy lejos, a distancia sideral, de despertar los fervores de Perón y Evita.

El gobierno de Cristina Fernández venía a poner paños fríos en los sectores más lastimados. El poder no esperó y emprendió la embestida desde el primer día, concretando un avance como aquel intento frustrado del pliego de condiciones que le exigió a Néstor Kirchner, el funcionario Claudio Escribano, de La Nación, bajo la amenaza que de incumplirlo no duraría un año.

El conflicto con las patronales del campo, por una resolución correcta en el fondo, pero mal redactada, peor explicada (con contradicciones en cuanto al destino de los fondos) y con serias dificultades de implementación, produjo un desgaste y desprendimiento de las clases medias rurales que cinco meses atrás habían votado mayoritariamente a favor de Cristina Fernández. Pensado como un acto fundacional del Gobierno, la derrota en el Parlamento lo dejó con una debilidad significativa, mientras agrandó a un sector sin calor popular que consiguió el apoyo de las clases medias urbanas produciendo concentraciones inéditas que le arrebataron el control mayoritario de las calles. El conflicto permitió blanquear la conformación de los bloques económicos, las nuevas particularidades y agrupamientos sociales del modelo sojero, del cual el Gobierno fue socio vía retenciones y permitió a la sociedad debatir como hacía mucho no sucedía.

Vaciado de las clases medias pasadas activamente a la oposición y con un frente agropecuario militando activamente en su contra, el Gobierno consiguió estatizar Aerolíneas y las AFJP y puso en discusión la ley de Servicios Audiovisuales que acentuó la beligerancia de los grandes medios. Muchos jóvenes que en la década del ’70 habían hecho una opción por los pobres, a la vuelta de casi cuatro décadas, se observa el curioso pero explicable escenario, que muchos ciudadanos de entre veinte y treinta años han realizado una opción por los ricos.

Un uppercut de derecha

Más allá de los odios y simpatías, en el análisis político es bueno seguir al filósofo holandés Baruch Spinoza que aconsejaba: “En política, es conveniente no reír ni llorar, sólo comprender”. Evitar caer en aquello que poéticamente expresaba el poeta español Antonio Machado: “Lo ojos que ves/no son ojos porque los ves/son ojos porque te ven”. El Gobierno ha recibido un uppercut de derecha y está confundido en el cuadrilátero. Los intereses económicos que se encuentran detrás de los representantes políticos avanzan para conseguir sus beneficios, al tiempo que erosionan la sustentabilidad del Gobierno. Van por una devaluación que adelantaba Prat Gay. Por la eliminación de las retenciones. Por la supresión de las paritarias. Por los ajustes en el Estado. Por el acotamiento del poder sindical. Por la represión de la protestas sociales. A su vez la base política de sustentación del Gobierno se volatiliza. No es cierto que meramente perdió 15 diputados y seis senadores. Los movimientos en el justicialismo de huida hacia los ganadores es tradicional. Los gobernadores intentan crear un poder paralelo con centro en Reutemann y con la presencia en las sombras de Duhalde. Daniel Scioli difícilmente pueda permanecer al frente del partido.

En los próximos meses el Gobierno recorrerá un camino de cornisa y muchos, de adentro y de afuera, harán fila para arrojarlo al precipicio. Si no saca conejos de la galera, avanza con proyectos que tengan aprobación popular y los explique con claridad sirviéndose del canal público, oxigene realmente al Gabinete y los ministros adquieran perfil propio dentro de una política fijada desde la Presidencia que no sólo se anuncie sino que se cumpla, tejiendo una red de alianzas y evitando groseros errores. No hay posibilidad de retroceder porque el poder económico es insaciable. Todo lo que se entregue será considerado poco, porque los probables sucesores están dispuestos a satisfacer con creces a los diferentes sectores del establishment.

La Presidenta debe comunicarse con el pueblo como una conductora y no como una analista política. Es altamente probable que si esto no sucede Cristina Fernández será bajada o se la inducirá que se baje del ring antes de la fecha convenida constitucionalmente.

El futuro no está atrás. Lo que sucede en Honduras, calco del golpe de Venezuela en el 2002, es el pasado repudiable. Tan detestable como un retorno a lo que quedó atrás en diciembre del 2001.

* Periodista. Dirige junto a Gerardo Yomal el programa El tren por Radio Cooperativa. La versión original fue distribuida desde [email protected]

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