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El país|Domingo, 22 de noviembre de 2009

No se explica

Por Irina Hauser

Primero Mauricio Macri apeló a la teoría del infiltrado: Ciro James, acusó, era un espía de la Policía Federal en su gobierno. Cuando ya era demasiado evidente que los dos primeros jefes que designó en la naciente Policía Metropolitana, Jorge “Fino” Palacios y Osvaldo Chamorro, estaban comprometidos en escandalosas operaciones de espionaje, cambió el discurso: ahora el problema son la inseguridad, el miedo y las trabas que pone la administración nacional para que la gente pueda recuperar la tranquilidad con la policía porteña en la calle. Palacios y Chamorro, uno preso y el otro investigado, no figuran en la prédica del jefe de Gobierno. Tampoco las escuchas telefónicas ya comprobadas a su cuñado Daniel Leonardo y al dirigente de Familiares de las Víctimas del atentado a la AMIA Sergio Burstein, entre otras tantas. Ni los seguimientos financieros a legisladores de la oposición y a su propio jefe de Gabinete, Horacio Rodríguez Larreta.

Hablar mucho, usar términos alarmistas, atacar, ponerse en víctimas. Son todos recursos clásicos para correr una discusión de su verdadero eje. El gobierno nacional colaboró con ese intento de distracción al salir a lo loco a pedir renuncias, comparar el caso con el Watergate e inundar la situación de calificativos, a punto tal que en el macrismo recibieron cada comentario con un festejo. No hacía falta. Al contrario. Todo lo que Macri no explica, todo lo que no dice, tiene suficiente peso propio.

- ¿Qué hacía Palacios, mientras todavía conducía la Metropolitana, gestionando –según afirma la Justicia– las escuchas a Burstein, uno de los más fuertes críticos de su designación en la policía porteña? ¿Qué hacía escuchándolo justo cuando era inminente su procesamiento por el encubrimiento del atentado a la AMIA y llovían críticas a su nombramiento? ¿Qué hacía el Fino escuchando el único de los siete teléfonos que Burstein usaba para hablar de esa causa con el fiscal y con otros familiares?

- Si Macri quiere “saber la verdad”, como dijo el jueves pasado, ¿por qué nunca quiso recibir a los familiares de las víctimas del atentado y de otras organizaciones de la sociedad civil que querían exponerle sus razones para que Palacios no condujera la nueva policía? ¿Sólo a Palacios le interesaba saber lo que hablaba Burstein?

- ¿Qué hacía Chamorro desde una consultora privada de Palacios –mientras ambos conducían la Metropolitana– rastreando información financiera sobre varios legisladores de la oposición y un líder sindical de los municipales? ¿Qué hacía Palacios, mientras trabajaba en la seguridad de Boca, rastreando datos financieros de Sebastián Forza, antes de su asesinato, y de un grupo de droguerías ligadas a la mafia de los medicamentos? ¿Qué hacía en la misma época investigando al director del diario La Nación?

- ¿Quién podía tener interés en escuchar a su cuñado Daniel Leonardo? ¿Quién podía tener interés en hacerlo a través del ex policía Ciro James, mano derecha de Palacios? El parapsicólogo, casado con Sandra Macri, desde hace años denuncia amenazas en las que le dicen que lo quieren afuera de la familia y cosas por el estilo. El mismo señaló a su suegro Franco Macri por las escuchas y con menos énfasis a Mauricio. ¿Quién ordenó escuchar a Leonardo?

- ¿Qué hacía Ciro James contratado en el Ministerio de Educación porteño? No hay informes suyos, ni dictámenes legales, ni rastros. ¿Qué hacía? ¿Fue una casualidad que firmara ese contrato unos días después de que comenzara la escucha al cuñado de Macri en mayo del año pasado?

- ¿Qué hacía James en el Ministerio de Seguridad porteño desde donde hablaba por teléfono permanentemente desde julio, según delataron las antenas de Nextel?

Inseguridad es que una fuerza policial nueva quede a cargo de personajes con estas prácticas. Lo que mete miedo es que el jefe de Gobierno siga sin decir ni una palabra de objeción hacia Palacios. Que la nueva policía no tenga nada de nueva porque la armó El Fino y porque se nutrió de federales y bonaerenses de la vieja guardia. Y que por lo menos veinte de ellos son ex espías. Que se especialice y gaste fortunas en disolver piquetes. Porque todo eso no es desafiar los históricos negocios policiales que recorren la ciudad alrededor de la venta ambulante, la prostitución y el juego. Inseguridad es la falta de respuestas.

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