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El país|Miércoles, 16 de diciembre de 2009
El general Balza, el titular del CELS, Verbitsky, y el politólogo Bosoer

Miradas sobre el poder militar

En el Salón de Actos del Edificio Libertador y ante un auditorio en el que predominaban los uniformes, Verbitsky confesó su sorpresa por hablar en ese ámbito. Balza denostó la conducción de la Guerra de Malvinas y Bosoer se explayó sobre la sucesión de golpes.

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El general Martín Balza, el politólogo Fabián Bosoer y el periodista Horacio Verbitsky.

“Supongo que algunos se sorprenderán de verme aquí, yo también estoy sorprendido: es recíproco”, aclaró Horacio Verbitsky al comienzo de su exposición. Y no era para menos: el lugar en el que el presidente del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) estaba hablando era el Salón de Actos del Edificio Libertador. Y los asistentes a la conferencia, alrededor de cien personas, eran, casi todos, militares. Un público sin dudas distinto al que está acostumbrado a enfrentar. La charla, sobre “La construcción de las Fuerzas Armadas en Partido Militar, sus causas, consecuencias y soluciones”, estuvo enmarcada en el Ciclo Anual de Historia Argentina llevado a cabo por el Ministerio de Defensa. Junto a Verbitsky expusieron el general Martín Balza, ex jefe del Ejército durante ocho años, y el politólogo Fabián Bosoer. El tema convocante era “1973-1983. La dictadura militar y el neoliberalismo. La recuperación de la democracia”.

Durante gran parte de su conferencia, Verbitsky resaltó el papel del CELS, fundado durante la dictadura, para desestigmatizar a las Fuerzas Armadas y remarcar la importancia de esa institución en tanto y en cuanto se tracen con claridad los límites de su tarea y esté siempre bajo control de la sociedad civil. “Es imprescindible trazar una raya: liberar a quienes comenzaron la carrera militar en los últimos años de la dictadura, y después, del peso de la mochila” que significa el terrorismo de Estado, para que “los ciudadanos soldados puedan formar parte plena de la sociedad”.

El titular del CELS puso las cosas en contexto, al recordar que “en la Argentina, entre 1930 y 1990, hubo más gobiernos originados en las botas que en los votos”. Un rato antes, el politólogo Bosoer había ahondado: entre 1930 y 1982 hubo 23 presidentes, y la duración media de su mandato fue de dos años y medio. De los 23, 14 fueron militares y 13 de ellos llegaron al poder mediante regímenes de facto. Sólo dos presidente ungidos por las urnas pudieron completar su mandato, Juan Domingo Perón y Agustín Justo. Los dos eran militares y ambos asumieron luego de un gobierno militar que les allanó el camino. Estos datos se explican en “la incapacidad de las clases dominantes de transformar su poder económico en poder político”, lo que las obligaba a ponerse en manos del aparato militar para consolidar su poder, señaló Verbitsky. Eso –continuó– provocó “un discurso de legitimación y justificación que derivó en una concepción paranoica del poder”. Y remató explicando que “somos un país importador: la doctrina de aniquilación llegó antes que el elemento revolucionario”, que sólo se empezó a manifestar luego de la caída de Perón. “¿Cuál es la solución?”, se preguntó para cerrar. “El respeto por las instituciones militares, pero con límites muy claros sobre su rol”, completó.

Fabián Bosoer se había explayado antes sobre la relación cívico-militar en la élite de poder entre los años 1940 y 1982, en los que “la Argentina hibernó cultural y geopolíticamente: a lo largo de estas cuatro décadas se reitera la misma clase dirigente, las mismas familias en el poder”. Este aislamiento desembocó en una “fase terminal”, a partir del golpe de 1976, en el que la militarización de la política exterior reprodujo la falsa imagen de conflicto Oriente-Occidente, que fue la lógica que desembocó, como un corolario inevitable, en la Guerra del Atlántico Sur. “Malvinas, finalmente, rompió el cascarón de esa burbuja de 40 años de antigüedad”, concluyó Bosoer.

Más temprano, el general Balza había hecho un detallado recuento de los errores cometidos por la dirigencia militar antes y durante el conflicto, tratando de desmitificar la idea de “los combatientes mal preparados”, oponiéndola al cuadro de un generalato que no sólo cometió errores sino que actuó de forma cobarde. “Una vez que empezó la guerra –relató el ex jefe del Estado Mayor General del Ejército, que estuvo en la islas durante el conflicto–, ningún general, ningún almirante y ningún brigadier pisaron las Malvinas”. Balza también señaló que los militares en el poder “recibieron de forma por demás ingrata a quienes combatieron” porque “cada sobreviviente era el símbolo de su incompetencia”, y concluyó diciendo que “mantenerse lejos de la metralla es lo que hace llegar a viejos a los generales”.

Informe: Nicolás Lantos.

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