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El país|Sábado, 27 de marzo de 2010
Panorama político

Un lugar en el mundo

Por Fernando Cibeira
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Uno de los anunciados objetivos de la gestión de Cristina Kirchner sería la reinserción argentina en el mundo. Había que explicar que lo de la crisis, los cinco presidentes en diez días y el default ya era un recuerdo y que el país estaba listo para volver al ruedo, incluso en mejores condiciones de lo que la mayoría suponía. Pero la administración CFK apenas gateaba cuando tropezó con el capítulo norteamericano de la saga de Antonini Wilson, con lo que una parte del plan sufrió un retraso forzoso que ahora busca retomar la senda original y empieza a mostrar sus frutos.

La reunión que Cristina Kirchner mantuvo a fin del mes pasado con la secretaria de Estado, Hillary Clinton, parece haber generado un click en la relación con Estados Unidos después de años de sobresaltos que nacieron durante la gestión Bush y –pese a lo que se suponía– continuaron con Barack Obama. Incluso, quienes trabajan en la relación bilateral aseguran que el click fue anterior y tuvo como origen algo que sonó a crack: el accidentado paso por Buenos Aires del subsecretario de Asuntos Hemisféricos, Arturo Valenzuela. En lo que se suponía era una visita de presentación, el chileno derrapó hablando de inseguridad jurídica y de lo mejor que había visto el país cuando le tocó viajar en pleno menemismo. Tanto el canciller Jorge Taiana como el embajador en Estados Unidos, Héctor Timerman, abrieron canales de contacto con el Departamento de Estado no sólo para transmitir sus quejas sino también para buscar la manera de terminar con los malentendidos.

“Estados Unidos no tiene que opinar de los asuntos domésticos de Argentina, así como nosotros no hablamos de lo que pasa en Estados Unidos. La relación tiene que basarse en los puntos que tenemos en común en nuestra agenda internacional: de-sarrollo nuclear, terrorismo internacional y el narcotráfico, la posición contra Irán y la colaboración con Haití”, fue el planteo.

Aseguran que esta vez los escucharon y que eso pudo verse en aquella reunión entre Cristina y Hillary. Las dos mujeres sintonizaron muy bien y luego se animaron a una conferencia de prensa conjunta. Tan redondo salió que Presidencia armó un spot con la respuesta de Hillary en donde felicitaba a la Argentina por su política de reducción de su deuda. La publicidad, por cierto, no cayó muy bien en Washington y duró poco en el aire, pero el gesto de acercamiento ya estaba hecho.

El clima cambió y el fin de semana pasado el Gobierno pudo mostrar el primer resultado cuando la SEC –la Comisión de Valores de Estados Unidos– dio el visto bueno al plan de canje de la deuda en default que pergeñó el ministro de Economía, Amado Boudou, quien en medio de tantas versiones de supuestos enojos tuvo al fin su momento de desahogo. Hubo varias idas y venidas y el equipo económico debió ofrecer varias aclaraciones pero, aseguran en Gobierno, la negociación se mantuvo dentro de los parámetros normales. Los que conocen el entramado de este tipo de acuerdos aseguran que si la relación atravesara un mal momento, el Departamento del Tesoro podría haberla vetado y eso no ocurrió. “Al final Boudou sacó el canje más rápido que Lavagna”, se congratulaban cerca de la Casa Rosada.

Mientras se respiran estos nuevos aires, Cristina Kirchner viajará la semana que viene a Washington para participar de una Cumbre sobre Seguridad Nuclear invitada por Obama. Luego de la votación del plan de salud, el presidente norteamericano buscará reeditar el éxito a nivel internacional tratando de que los jefes de Estado de países con desarrollo nuclear aprueben límites a Irán, de quien sospecha que busca fabricar armas atómicas. En el gobierno argentino imaginaban la ocasión como óptima para que se concretara la meneada y nunca concretada reunión entre la Presidenta y Obama. Lo consideran el moño que simbolizaría que los desacoples quedaron en el pasado y que se abre una nueva etapa para el vínculo. Pero la cita se acerca y no hay confirmación a la vista. En ese sentido, en el ambiente diplomático sostienen que a Cristina Kirchner en esta ocasión le juega negativamente la postura contraria al régimen iraní que mantiene en los foros internacionales por el atentado a la AMIA. “A ella Obama no necesita convencerla”, explican. Ergo, tampoco tiene necesidad de reunirse.

El Sur también existe

También quedó a tiro la normalización de las relaciones con Uruguay: después de cuatro años de litigio la Corte Internacional de La Haya anunció su veredicto en el caso Botnia para el 20 de abril. Los expertos sostienen que la Corte suele ser salomónica en sus fallos y este caso no tendría por qué ser la excepción. Los jueces de La Haya difícilmente consideren que una planta del tamaño de la de Botnia sea desmantelada –como era la pretensión argentina de máxima–, por lo que dejarían que funcione donde está, con controles periódicos. Pero también sentenciaría que Uruguay violó el Estatuto del río Uruguay al permitir semejante obra de manera inconsulta y lo conminaría a no repetirlo en el futuro. En la Cancillería lo consideraban un buen resultado. “Iban a instalarse dos plantas y había planes para otras tres. Quedó sólo una y con una tecnología mucho más moderna que la que habían previsto. No es lo ideal pero no está mal”, se conformaban en el Palacio San Martín.

Es el paso que esperan ambos gobiernos para dar por concluido un conflicto largo y penoso entre dos países hermanados por geografía, historia, cultura y varias materias más. Desde la victoria electoral de José “Pepe” Mujica el vínculo se reacomodó, y con ello también se relajó el ambiente dentro del Mercosur, el bloque desde el cual Argentina busca su lugar en el mundo. Mujica, imaginan en la Cancillería, no mantendría el veto que impuso Tabaré Vázquez a la posibilidad de que Néstor Kirchner acceda a la secretaría ejecutiva de la Unasur. Ayer, Evo Morales relanzó la candidatura del ex presidente que podría quedar consagrada en la próxima reunión del bloque, el 4 de mayo, justamente en Buenos Aires. La secretaría ejecutiva no tiene condicionamientos, por lo que Kirchner no tendría por qué renunciar a su banca de diputado, como se especuló esta semana. Por el mismo motivo tampoco es incompatible con una candidatura presidencial, pero sería más raro.

Y si de buscar simpatías en la región se trata, el paso de Cristina Kirchner por Perú significó un acto de justicia que el Estado argentino tenía en su debe. Con su verba florida, Alan García recordó en su discurso el apoyo que Perú había brindado al país en ocasión del conflicto por Malvinas. El inescrupuloso gobierno de Carlos Menem le respondió años después vendiéndole armas a escondidas a Ecuador, su enemigo circunstancial. “Una reparación histórica”, consideró Cristina Kirchner su visita –la primera de un presidente argentino en 16 años– y con ese gesto convenció a los peruanos. “Nunca me condecoraron tanto”, bromearía luego la Presidenta.

Por cierto, Cristina Kirchner mencionó en el acto por el aniversario del golpe en la ex ESMA que en la consideración internacional de Argentina jugó un papel importante el avance de los juicios por delitos de lesa humanidad. La Presidenta recordó cómo el presidente francés Jacques Chirac se quejó a su marido por el retraso en el juzgamiento a Alfredo Astiz y por las leyes de obediencia debida y punto final cuando se reunieron por primera vez en el Palacio del Elíseo, allá por 2003. Ese reclamo fue casi una tortura para Menem en sus últimas giras presidenciales, porque encima era el autor de los indultos. Ya derogadas las leyes de impunidad, hoy el gobierno argentino es el primer reclamante a los tribunales para que apuren el trámite en las causas de la dictadura, por lo que aquel reclamo ya no aparece en ninguna salida al exterior.

Es más, sobre el escenario la Presidenta redobló la apuesta y prometió acompañar a las Abuelas de Plaza de Mayo a instancias internacionales en caso de que la justicia local continúe dando rodeos para cotejar el ADN de los hermanos Noble Herrera. Fuera de cualquier amenaza, en la Casa Rosada aseguran que la posibilidad existe y ya se han hecho averiguaciones al respecto. No sería una demanda del Estado argentino contra el propio Estado –como se analizó por allí– sino un acompañamiento físico a Abuelas al momento del reclamo –un viaje en conjunto– o incluso una instancia de “opinión consultiva” que el Gobierno podría llevar a la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para que analice si en este caso no se está impidiendo el “acceso a la justicia”, tal como establece la Convención Interamericana en la materia.

Los expertos reconocen que no sería lo más común –a esa instancia se suele acudir por dudas sobre alguna ley o regla general pero no por un caso particular–, pero podría considerarse otra manera de buscarse un lugar en el mundo.

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