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El país|Sábado, 22 de mayo de 2010
El jefe de Gobierno le dejó un mensaje a la Presidenta y Oscar Parrilli le contestó que “estaba ocupada”

Macri quedó fuera del área de cobertura

El jefe de Gobierno buscó no quedar como el culpable de la ausencia de Cristina Fernández en la reapertura del Colón. Dejó mensajes telefónicos y confirmó su presencia en la cena del 25 en la Casa Rosada.

Por Werner Pertot
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Mauricio Macri no tenía pensado disculparse, sino insistir con el llamado a la “reflexión”.

Después de la novela epistolar del Bicentenario, vino el sainete de las llamadas perdidas. Sin pedir perdón, Mauricio Macri insistió con su lamento mediático y acumuló gestos para no quedar como el que provocó la ausencia de la presidencia Cristina Fernández de Kirchner en la gala del Teatro Colón de pasado mañana: la llamó por teléfono, le dejó mensajes en la quinta de Olivos y en la Casa Rosada, aseguró que él sí asistirá a la cena en Balcarce 50. Desde el gobierno nacional, ratificaron que la decisión de no concurrir es irreversible, luego de que Macri sincerara que no estaba contento con ver a los Kirchner en el Colón después de su procesamiento. El secretario general Oscar Parrilli, finalmente, le devolvió el llamado a Macri. “La Presidenta está ocupada”, le aclaró.

Tras una semana de acusar a Néstor Kirchner de orquestar la causa por espionaje ilegal, Macri coronó su furia hacia el juez Norberto Oyarbide y hacia las víctimas de las escuchas con un sinceramiento de la forma en la que concibe a sus adversarios: “He invitado a la Presidenta. Si va con su marido, su consorte, como se dice, habrá que sentarse ahí. La verdad es que finalmente es un matrimonio presidencial, como siempre he dicho”, advirtió, fastidiado. “La realidad es que no estoy contento con lo que ha hecho Kirchner con toda esta causa armada que ha generado”, insistió.

Luego vino la carta de la Presidenta, en la que le comunicó que no tenía pensado asistir al Colón dado que la “catarata de agravios” de Macri eran “un límite infranqueable”. Ella no dejó de recordarle en su misiva que el jefe de Gobierno fue quien designó al frente de la Policía Metropolitana a Jorge “Fino” Palacios, cuando cuestionó “la actitud que usted asumiera por hechos en su gestión y con funcionarios designados por usted como jefe de Gobierno”.

Si bien no siempre cuaja con el estilo personal de Macri, el PRO trata de hacer un culto del discurso de la no agresión hacia los otros candidatos y de la propuesta para resolver “los problemas del vecino”. Ante la carta de la Presidenta, el affaire Colón amenazaba con dejarlo a Macri como el agresor, el que rompió la invitación con frases desatinadas. Así que resolvieron dar un giro de 180 grados que se plasmó en la carta de respuesta a la Presidenta: el Macri prepotente –y hasta, por momentos, patotero– que se suele escuchar en privado o, a veces, en sus declaraciones in situ a la prensa dio lugar al Macri editado por sus asesores, cuidado y medido al extremo. Así, el líder de PRO, que había proclamado su disgusto por la asistencia de los Kirchner, pasó a pedirles que “reflexionen” y se pongan “a la altura de la historia”.

Ayer, el jefe de Gobierno profundizó esa estrategia. Antes del mediodía, hizo que sus secretarias lo comunicaran con la quinta de Olivos. La Presidenta no estaba, así que le dejó un mensaje. Hizo lo mismo cuando llamó a su despacho en la Casa Rosada y le dijeron que estaba “en una reunión”. Según comentaron allegados a Macri, el líder de PRO no tenía pensado disculparse, sino insistirle en el tono etéreo de su carta.

Por la tarde, después de varios intentos de comunicarse, Parrilli le devolvió el llamado. “La estaba buscando a la Presidenta. ¿Qué necesita? ¿Quiere que le dé algún mensaje?”, le preguntó. Macri le insistió con los argumentos de su carta: le dijo que la Presidenta tenía que ir al Colón para “no profundizar las diferencias”. Parrilli le explicó que la Presidenta “estaba ocupada, con muchos llamados, con muchas actividades”. A la noche, desde la gestión PRO trasuntaban la bronca: “La Presidenta no quiso atender el llamado del jefe de Gobierno. ‘Está muy ocupada’, fue la respuesta”, twitteó el secretario general Marcos Peña. Para llenar las sillas vacías, igual, no van a tener problemas: siempre listo, el vicepresidente Julio Cobos ratificó que está ansioso por asistir.

Macri contraatacó, en tanto, con el anuncio de que irá a la cena del martes en la Casa Rosada por el Bicentenario. No es seguro si llevará allí a su consorte, aunque se sabe que Macri sí aprovechará la velada en el Colón para presentar en sociedad a su nueva novia: Juliana Awada, cuya familia es dueña de diversas cadenas de ropa.

Durante el día se cruzaron los jefes de Gabinete, Aníbal Fernández y Horacio Rodríguez Larreta. “La Presidenta iba a participar a pesar de las diferencias políticas y personales”, sostuvo Fernández, pero señaló que Macri eligió “como frontín a Kirchner y a la Presidenta” por el caso de espionaje. “Nunca se han hecho cargo de nada”, aseguró el ministro Coordinador, quien ratificó que la Presidenta “tomó la decisión que todos conocemos y que no vuelve atrás. No se pueden obviar los agravios y hasta los insultos personales”. En la misma dirección, el vicepresidente del Banco Provincia, Gustavo Marangoni, destacó que Macri “quiere presentarse como víctima cuando en realidad es victimario”.

“Ojalá que lo piense y que recapacite, es un acto que debemos festejar todos juntos –siguió Rodríguez Larreta con el discurso PRO amor y paz–. Las diferencias existen, no tenemos nada que ver con ellos, pero no por ello los vamos a dejar de invitar y no por eso tienen que dejar de venir.”

El funcionario obvió toda alusión a las declaraciones de Macri (de pedir perdón, ni hablar). El duelo en Twitter de Fernández con el ministro de Educación, Esteban Bullrich, con sus dedos sacándole chispas al Iphone merece un capítulo aparte (y por eso, ver aparte).

En la gestión PRO, algunos intentaban matizar el malestar con el humor: “A Mauricio le dicen vago, inútil, que vive del padre. A Kirchner le dijeron ‘consorte’ y resulta que es un límite infranqueable. ¡Dejate de jodeeer!”, señalaban en el entorno del jefe de Gobierno. “El problema para entendernos es que la Presidenta no twittea –decían con sorna–. Es porque tiene las uñas demasiado largas.” Fuera de los chistes PRO, en la mesa chica analizan que el choque con la Presidenta va a producir un daño en la imagen de su líder. “La proporción es 80 por ciento del daño para Cristina y 20 a Mauricio, pero tenemos ese daño.” Quizá por eso, en el PRO cayó muy mal la frase de Francisco de Narváez, también a través de Twitter, que les pasó factura por igual a ambos contendientes: “No me gusta la discusión entre la Presidenta y el jefe de Gobierno”.

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