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El país|Lunes, 5 de julio de 2010
El monitoreo del río Uruguay no se limitaría a Botnia y recorrería la frontera común

Controles sobre toda la ribera

Las negociaciones entre Argentina y Uruguay para vigilar en conjunto a la pastera incluyen un plan para monitorear la contaminación del río en los 500 kilómetros limítrofes, incluyendo las plantas industriales y los efluentes cloacales urbanos.

Por Laura Vales
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Técnicos argentinos ya vienen tomando muestras. Para agosto se prevé tener acordado un plan con Uruguay.

Si Argentina y Uruguay consiguen acordar el plan de vigilancia para Botnia, junto con el monitoreo de la planta habrá además un segundo plan destinado a controlar la contaminación del río en los 500 kilómetros de frontera compartida. Esto implica entrar a las fábricas instaladas sobre la ribera de Entre Ríos. En la Comisión Administradora del Río Uruguay (CARU) están haciendo un mapeo de las industrias propias. ¿Habrá sorpresas, como anticipan en Montevideo?

Un primer dato es que las fábricas ubicadas sobre el río del lado argentino son pocas, apenas tres. Hay dos parques industriales importantes –en Concordia y Gualeguaychú–, pero no están ubicados sobre el río, sino sobre arroyos tributarios (lo más probable, dicen los técnicos, es que se los controle pero no a través de la CARU). Lo que aparece como una fuente segura de contaminación no son las industrias, sino los desechos cloacales de varias ciudades que todavía no tienen plantas de tratamiento. Uno de los casos es Concordia, donde viven nada menos que 150 mil personas.

Argentina y Uruguay se dieron un plazo de 60 días –que vence a principios de agosto– para definir cómo realizarán el monitoreo ordenado por la Corte de La Haya. La semana pasada, el canciller Héctor Timerman llevó a los uruguayos la propuesta argentina, que no hizo pública por considerar que eso podría enturbiar las negociaciones. En la Cancillería dicen que quieren esperar a que Uruguay analice con tranquilidad la propuesta y dé una respuesta. “Si esto se empieza a discutir por los medios, va a ser imposible un acuerdo”, es la advertencia.

De las pocas cosas que se dieron a conocer, se sabe que habrá dos planes de vigilancia, uno para Botnia-UPM y otro para el río Uruguay, que la Argentina aceptó que se controlen las industrias propias y que quiere que los datos científicos se difundan “en tiempo real”, esto es simultáneamente a su registro. Es claro que no todo será automático, ya que hay muestreos que deben pasar por laboratorios. En algunos casos, por ejemplo el control de las dioxinas y furanos, las muestras se mandan a Canadá, porque aquí no hay tecnología para analizarlas. Pero el criterio es que los resultados, apenas se obtengan, sean puestos a disposición de quien los quiera consultar.

El proyecto de crear una universidad ambiental binacional con sede en Gualeguaychú es un tema secundario al control de Botnia. De hecho, no figura en la propuesta que Timerman llevó a Uruguay. La idea está, pero como un tema a desarrollar más adelante, una vez que se resuelva la cuestión prioritaria, que es el acuerdo para los planes de vigilancia.

De las tres fábricas del lado argentino, hay una que tiene antecedentes por contaminación. Se trata de Fanaquímica, en Colón. “La clausuramos en el 2008 durante un tiempo corto, en el que cumplió un plan de contingencia y solucionó el problema”, contó el secretario de Medio Ambiente entrerriano, Fernando Raffo. Según el funcionario, fue “un problema con el color del efluente, más que con las sustancias volcadas”.

Lo detectaron porque a raíz del conflicto por BotniaUPM, la provincia salió a hacer controles; no querían que en pleno juicio de La Haya surgieran denuncias por falta de cuidado ambiental.

Las otras dos industrias son Resinas Concordia y el establecimiento avícola Las Camelias, que faena pollo y elabora harinas de ese origen. Ambas están monitoreadas y no se espera que generen sorpresas.

“Las causas de contaminación del río no son tanto las plantas industriales, sino los efluentes cloacales, tanto de Argentina como de Uruguay”, anticipa el secretario de Medio Ambiente. Un repaso de la situación: Concordia, la ciudad más populosa de la ribera del río Uruguay, no tiene planta de tratamiento, ni tampoco Concepción del Uruguay. Gualeguaychú, en cambio, tiene una planta considerada modelo, inaugurada por el intendente anterior, Daniel Irigoyen; Federación y Colón también tratan sus efluentes cloacales antes de volcarlos al río. Del lado argentino, tanto en la Cancillería como en la gobernación coinciden en que este va a ser el problema mayor, y el primero que se deberá encarar.

En cuanto a los dos parques industriales, es claro que también deberán ser controlados, pero como están sobre arroyos tributarios, a 10 o 15 kilómetros del río Uruguay, posiblemente al control lo haga la gobernación, y la CARU vigile si los arroyos llegan contaminados al río Uruguay.

El parque industrial de Gualeguaychú tiene 27 plantas fabriles, seis de las cuales tienen efluentes líquidos. Los tiran a la Cañada Melgar, que en el arroyo Gualeyán, que desagua en el río Gualeguay, que finalmente llega al Uruguay. El caso de Concordia es similar, ya que está sobre un arroyo, 5 a 8 kilómetros antes del río.

Un control serio será un tema complejo y progresivo. Hay todavía más factores que hacen a la sanidad del Uruguay, como el uso de agroquímicos en la siembra de soja, que las lluvias arrastran del campo al río. Está además la represa de Salto Grande, que desde su construcción genera floraciones algales, algas de un verde fosforecente que ensucian el agua y resultan tóxicas para los bañistas. Finalmente, como marcó el presidente uruguayo José Mujica, está el problema de la contaminación que viene de Brasil, donde nace el río.

El tema clave, por una cuestión de escala y tipo de producción, seguirá siendo la vigilancia de Botnia-UPM, ya que la elaboración de celulosa está considerada entre las actividades más contaminantes de la industria. Por otra parte, no se trata de una fábrica estándar, sino de una megaplanta, que toma del río 1900 litros de agua por segundo. Todas las demás industrias sumadas, de uno y otro lado del río, no llegan ni a hacerle sombra en cuanto al uso del agua.

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