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El país|Lunes, 30 de agosto de 2010
Entrevista con la fiscal española Dolores Delgado

“La vanguardia en derechos humanos”

La fiscal del juicio que condenó al marino Adolfo Scilingo en España revela detalles de aquel proceso y destaca los juicios por crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura que se están desarrollando en el país.

Por Nora Veiras
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Delgado acaba de impulsar la acusación contra una red terrorista que reclutaba militantes en España.

Dolores Delgado tiene una mirada nítida, frontal. Se expresa de la misma forma. La fiscal española que pasó por el país junto al juez Baltasar Garzón está acostumbrada a hablar sin tapujos y con pasión de las causas que la ocupan. Acaba de llevar adelante la acusación contra una red terrorista que reclutaba militantes en España para realizar atentados en diferentes partes del mundo. Se transformó en una experta en Derecho Penal Internacional. Fue ella la fiscal del juicio que condenó a más de mil años de prisión al marino argentino Adolfo Scilingo por crímenes de lesa humanidad. “La Argentina hoy está a la vanguardia en derechos humanos a través de los juicios que se están realizando, superando ideologías, superando diferencias, mezquindades de cualquier clase. Estamos hablando de crímenes universales que ahora se están enjuiciando aquí igual que se enjuiciaron en Madrid”, explicó.

–¿Conocía algo de la Argentina cuando, como integrante de la Unión Progresista de Fiscales, presentó en 1996 la denuncia por los crímenes cometidos por la dictadura argentina?

–No conocía nada. El equipo lo lideró Carlos Castresana y, por cuestiones de destino que a veces se cruzan, Carlos me llevó la denuncia a casa. Yo estaba de guardia. Hice la presentación, entró en turno de reparto y recayó en el turno de querellas que era de Baltasar, lo cual fue determinante. La fiscalía no participó en la instrucción, no estaba de acuerdo.

–¿Cuál era el argumento que levantaba el entonces fiscal general Eduardo Fungairiño?

–Decía que era inmiscuirse en los asuntos internos de la Argentina, que era revisar la historia de un país, que no nos concernía, incluso llegaba a justificar la represión porque era, de alguna manera, la represión del terrorismo, de la subversión. Esa posición se correspondía con la del Ejecutivo en ese momento. La investigación la llevó entonces el juez Garzón con las acusaciones, los querellantes. El juez empezó a recibir a las víctimas, aparte de llevar sus investigaciones de terrorismo, de narcotráfico, de corrupción, de crímenes organizados.

–La llegada del marino Adolfo Scilingo marcó un quiebre en la causa...

–Cuando llega Scilingo en el ’97, él creía que podía dar ruedas de prensa, participar en libros, explicar lo que había ocurrido y que, después, se iba a ir alegremente. Durante la declaración, cuando empieza a referirle al juez Garzón los vuelos de la muerte y su participación, se paraliza su declaración y el juez le dice: “En este momento usted es imputado”, y le informa que tiene el derecho a ser asistido por un abogado. Ahí él empieza a ser consciente de que iba en serio, como se demuestra en los siguientes años. En 2004 ya había concluido la investigación, se había recibido toda la documentación argentina.

–A medida que se extendía el proceso, se corría el riesgo de tener que dejar en libertad a Scilingo.

–El problema era que se nos acababa el plazo para seguir haciendo efectiva la medida cautelar de prisión provisional. Nosotros no podemos juzgar en ausencia, necesitamos siempre que esté presente el imputado. En España, a diferencia de lo que hemos visto en el juicio a Videla y Menéndez en Córdoba, los imputados no pueden abandonar la sala de audiencias porque se concibe como una doble condición: obligación y derecho a estar. Es decir, Scilingo tenía que estar, si se lo ponía en libertad se iba a ir, con lo cual se frustraban todas las posibilidades de juzgarlo. En 2004 se produce el cambio de gobierno, el Partido Popular pierde y gana el Partido Socialista, cambia entonces el fiscal general del Estado. El nuevo fiscal decide que la fiscalía asuma la acusación, se le da un espaldarazo a la Justicia universal, se apoya a los juicios de Madrid. A mí me designan para que asuma el juicio oral como fiscal de los crímenes de la dictadura argentina.

–¿Cómo elabora la acusación contra Scilingo?

–La prueba reina fue la declaración de Scilingo. El juicio fue muy bonito. Estuvo declarando Hugo Cañón (ex fiscal de Bahía Blanca) en la parte general. Se fue estructurando para demostrar la existencia, en primer lugar, de un plan sistemático de exterminio...

–Pero hubo un momento en que Scilingo se desdijo...

–Scilingo en un primer momento declara y colabora. Esas declaraciones se recogieron en grabadoras, videos. Había 500 folios solamente de declaración. Había dado un testimonio prolijo, completo, de qué tipo de órdenes recibía, de cómo funcionaba la ESMA, cómo funcionaba la patota, el grupo de tareas, inteligencia, cómo se organizaban; refiere físicamente cómo es la ESMA, cómo pasan de un lado a otro los secuestrados, cómo eran las sesiones de tortura y cómo eran los traslados, quién decide cómo se van a hacer los traslados, cómo se van a desarrollar y cuenta cómo es su participación en los dos vuelos de la muerte. Cuando llega al juicio, dice que todo se lo ha inventado, que es todo una reconstrucción de lo que él había escuchado, de lo que había leído, de manera que durante el juicio lo que tuvimos que hacer es demostrar que lo que había contado era verdad y tuvimos que buscar cuáles eran los móviles que tuvo entonces y que tuvo después. Esos dos móviles se contrapesaban: por qué él en un momento confiesa y por qué luego se desdice.

–¿Cuál fue el peso de los testimonios de las víctimas para demostrar la participación de Scilingo?

–Tuvimos testimonios de corroboración de Scilingo: peritos que nos referían cómo eran los aviones, documentos de cuáles eran los planes de vuelo, cuándo él había estado destinado en la ESMA, cómo coincidía su estancia allí, cómo era la ESMA físicamente, incluso por detalles que sólo él conocía por la labor que realizaba –arreglaba coches, ascensores– y tuvimos una víctima, Marta Alvarez, que nos cuenta cómo lo ve arreglando el ascensor. Ella estaba en un camarote de embarazadas, la puerta se abre, sale y lo encuentra de frente, él está arreglando el ascensor, lo mira y luego lo reconoce. Esto que nos cuenta ella lo había relatado él antes.

–A lo largo de tantos años, el gobierno argentino también cambió de postura: Menem y De la Rúa habían impedido la cooperación con la Justicia española.

–Las víctimas argentinas eran víctimas universales que vinieron a España. La Justicia se demostró de ida y vuelta porque primero fue en España y luego en la Argentina, pero eso fue después, como consecuencia de la entrada al gobierno de (Néstor) Kirchner, que anula el decreto presidencial de Menem, y luego de De la Rúa, que prohibía la cooperación. A partir de 2004-2005, la colaboración con la Argentina y las autoridades judiciales fue extraordinaria. Acá se constituyó el tribunal que estaba presidido por el juez Claudio Bonadío y los testimonios se iban realizando en ese tribunal constituido ad hoc. Era la primera vez que se hacía un juicio en paralelo, en cooperación. Hacíamos comisiones rogatorias en tiempo real, puestos en contacto por videoconferencia con autoridades argentinas decíamos “necesitamos buscar a este nuevo testigo” y esto nos servía de comisión rogatoria. Fue inédito, pionero en el mundo. Se habían removido todos los obstáculos. El juicio se pudo desarrollar en un tiempo record, en unos cuatro meses.

–¿Por cuáles delitos es finalmente condenado Scilingo?

–Se le condena como autor de asesinatos enmarcados en delitos de lesa humanidad. Se aplicó la lesa humanidad que España no lo tenía tipificado, hasta 2004, pero entendió el tribunal que se podía hacer una aplicación retrospectiva por la aplicación del derecho internacional consuetudinario. El Tribunal Supremo revoca esta sentencia, pero le condena aumentando la pena hasta 1040 años de prisión por treinta asesinatos, por los dos vuelos de la muerte, complicidad en 255 detenciones ilegales, autoría en una detención ilegal. Lo que hacía él era cooperar con los grupos que desarrollaban los secuestros, facilitando la logística: los coches, arreglaba las picanas. El Tribunal Supremo dice que todos estos asesinatos y detenciones ilegales se producen en el contexto de crímenes contra la humanidad porque estaban dentro de un plan sistemático de exterminio de una parte de la población argentina, esto hace que estos crímenes fuesen imprescriptibles y de persecución universal. Lo que hemos conseguido es que tribunales nacionales apliquen el Derecho Penal Internacional para juzgar hechos enmarcados en crímenes contra la humanidad.

–Después de haber conocido la Argentina a través de esos testimonios del horror, ¿cómo fue para usted visitar el país?

–Me he emocionado. La Justicia de ida y vuelta, la víctima universal. He revivido aquel juicio a través del juicio de aquí en Córdoba. Creo que la Argentina hoy está a la vanguardia en derechos humanos a través de los juicios. Superando ideologías, superando diferencias, mezquindades de cualquier clase. Estamos hablando de crímenes universales que ahora se están enjuiciando aquí igual que se enjuiciaron en Madrid.

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