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El país|Miércoles, 17 de noviembre de 2010
La ceremonia del casamiento de Mauricio Macri y Juliana Awada

Con una esposa para la campaña

Reincidentes, los cónyuges entraron rápido, saludaron y posaron frente a las cámaras. Franco Macri, Gerardo Sofovich, El Bambino Veira, Carlos Avila, entre los invitados que departían con los ministros y diputados PRO.

Por Werner Pertot
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Trataron de que no fuera una fiesta menemista. Elegante pero discreta, producida intentando que no se note, extremadamente breve –entre la ceremonia y el final medió menos de una hora y media–, la ceremonia de casamiento de Mauricio Macri con Juliana Awada no se privó de mechar slogans de campaña entre invocaciones al amor: “Nosotros hacemos Buenos Aires todos los días”, dijo la jueza de paz. “Estado civil: feliz”, completó el procesado jefe de Gobierno. En la recepción con bocaditos, se pudo ver al pater familias Franco Macri, a Héctor “Bambino” Veira, a Gerardo Sofovich, entre otras glorias de los ’90.

Muy bronceado, Federico Pinedo fue uno de los primeros en llegar al complejo Costa Salguero. “Me caso y se acaban todas las internas”, bromeó sobre las discusiones del bloque macrista en Diputados, de las que participó hasta poco antes del casamiento (ver página 8). Los novios desfilaron frente a las cámaras a las 12.20. El, traje oscuro, corbata azul con pintitas rojas y una flor blanca. Ella, vestido blanco estilo campestre –que compró en Europa y volverá a usar en Tandil este fin de semana–, con una pollera y un saco vintage, broderie y torerita corta. Tenía el pelo recogido hacia atrás (datos del corazón: la peinó Carmen, la maquilló Estefanía Novillo) y portaba un ramo de rosas naturales.

Más tarde, el líder del PRO se acercó a hablar sobre su tercer casamiento: “Esta vez es para toda la vida”, prometió. “Mi suegra me dijo: ‘pórtate bien’, con cara amenazante”, relató, sonriente. Mientras tanto, desfilaban la animadora Teté Coustarot, el humorista Miguel del Sel, el ex titular de la Sociedad Rural Luciano Miguens y su mujer, con un trajecito blanco y sombrero al tono. “Tirame una metáfora, rabino”, le gritaron a Sergio Bergman, que pasó junto con Jorge Blanco Villegas, seguidos de algunas viejas glorias boquenses como Antonio Rattin, que también fue diputado del represor Luis Abelardo Patti.

Adentro ya estaba buena parte del gabinete porteño y de los diputados y legisladores PRO (faltaron los que son parte de la comisión investigadora de las escuchas ilegales). “Vos sí que sos PRO”, le dijeron a Paula Bertol, que se hizo tiempo tras el encuentro de diputados para cambiarse a un vestido verdeagua con un chal amarillo. Mientras su esposa, la wedding planner Bárbara Diez, daba vueltas y controlaba todo, Horacio Rodríguez Larreta, muy serio, seguía discutiendo sobre la negociación del Presupuesto 2011 con Santiago de Estrada y Néstor Grindetti. “Demasiadas mujeres vestidas de color beige, demasiadas. No podés. La novia se viste de beige –comentaba una macrista que de esto sabe–. Eso sí, la mujer de Jorge Macri está re-ju-ve-ne-ci-da.”

El civil fue en la terraza, en un lugar semicubierto con vista al río. Los novios entraron con la canción “Bittersweet symphony”, del grupo británico The Verve. Por momentos, fue interrumpida por un helicóptero amarillo que sobrevolaba. “No los vienen a buscar, supongo”, bromeó el director del Registro Civil Alejandro Lanús, quien condujo la ceremonia. A Macri no pareció causarle mucha gracia. “¿Se aman, no?”, insistió el funcionario, que les recordó el “deber de fidelidad”. Awada se reía. Luego se explayó leyendo un texto que describía cómo “el amor todo lo eterniza”. Franco Macri los miraba desde su asiento; su rostro era indescifrable; su mujer, de vestido negro y zapatos rojos, cada vez parece más joven.

Hubo tiempo para el amor y para los slogans electorales: “Los que estamos acá todos los días hacemos Buenos Aires”, recitó la jueza Luisa Tripaldi, quien intentó –sin éxito– que la pequeña hija de Awada, Valentina, les dijera una frase. La terminó diciendo la jueza: “Mami, te quiero mucho y te veo muy bien con Mauri”. Las testigos de la novia –Zoraida Awada y Pamela Saguier, porque Marina Laurence estaba fuera del país– les recomendaron que “acepten sus pequeñeces, así lograrán una unión madura”. Por el novio estaba el consigliere Nicolás Caputo, pero ni el casamiento de Macri lo sacó de su hermetismo: en cambio, hablaron Iván Achával y Arturo Grimaldi, presidente de la Asociación Argentina de Tenis, quien dijo que “verlo a Mauricio de la manito me emociona”.

“Estoy feliz. Estoy pasando el momento más lindo de mi vida”, fue el voto de la novia. Macri le susurró: “Bueno, yo no voy a decir nada más que gracias por haberme elegido, negrita mágica, única y hechicera”. Se besaron e intercambiaron los anillos de platino. Luego Macri abrazó a una cantidad de invitados con doble apellido. Se acercaron el ex tenista Batata Clerc, el economista Carlos Melconian, los peronistas federales Eduardo Amadeo, Ramón Puerta y Carlos Romero; el radical Jorge Vanossi y el empresario Carlos Avila, una de las víctimas de las escuchas. Hubo quien vio a Sandra Macri, pero sin su marido, el parapsicólogo Daniel Leonardo. La acompañaba un joven con muletas. “Muchas gracias, ahora está de mejor humor”, fue uno de los saludos que más recibió la novia. Lidia Saya consiguió que las legisladoras se sacaran unas fotos con los dos.

Los invitados degustaron los bocaditos, pinchitos con tomates cherry y queso y empanaditas de carne, las tortitas con dulce de leche, selva negra, cheese cake y el café con un chocolate (además, hubo vino y coca light). Los novios hicieron una última salida y se dieron un piquito para la foto. A las 15, Macri dio la orden de volver a trabajar a sus ministros. El se fue a una inauguración de postas sanitarias con la ministra de Desarrollo Social, María Eugenia Vidal. Lo importante era mostrar austeridad. Y no hacer acordar a otras épocas.

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