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El país|Lunes, 3 de enero de 2011
En la UCR se reproducen los pronósticos sobre qué conviene más: si dar pelea este año o en 2015

Con el temor de la ingobernabilidad en el orillo

Ante la carencia de candidatos que puedan disputar con chances la Ciudad de Buenos Aires y la provincia de Buenos Aires, dirigentes radicales se preguntan si no conviene dejar pasar 2011 y fortalecerse con miras a 2015.

Por Sebastian Abrevaya
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Ricardo Alfonsín, Ernesto Sanz y Julio Cobos, radicales en pugna 2011.

El temor comenzó a circular hace tiempo en un sector importante de dirigentes de la UCR. La mayoría no quiere decirlo públicamente, pero en varios encumbrados despachos del radicalismo es un tema de conversación permanente y de consulta con politólogos y analistas: “No tenemos candidato en la Ciudad, no tenemos candidato en la provincia de Buenos Aires. Con suerte vamos a llegar a 60 diputados propios en 2011 y en el Senado vamos a estar lejos de ser la primera minoría. Además, Hugo Moyano y el PJ, en contra”. Ese paisaje desolador lo pinta un histórico dirigente radical, que piensa que lo mejor para la UCR es dejar pasar el tren este año y tratar de acumular poder para pelear “en serio” la presidencia en 2015. El tema de la gobernabilidad es una de las principales preocupaciones de todos los precandidatos, Ricardo Alfonsín, Julio Cobos y también de Ernesto Sanz.

A mediados de año, cuando el gobierno nacional veía retroceder en las encuestas su intención de voto y su imagen positiva, los radicales del Movimiento de Renovación Nacional (Morena) que apoyan a Alfonsín y también los que se encolumnan detrás del vicepresidente Julio Cobos se habían entusiasmado con la posibilidad de llegar a la presidencia para dejar atrás 9 años de crisis partidaria. Pero a medida que esa idea se hacía más factible comenzaron a preguntarse cómo sostenerse en el poder cuando la recuperación de su estructura política no está consolidada.

Haciendo un repaso puntilloso de la fuerza propia y una proyección de lo que podrían sumar con un buen desempeño en 2011, la preocupación por la debilidad de un eventual gobierno radical tiene dos ejes: el parlamentario y el sindical.

La preocupación por la flaqueza legislativa de un futuro gobierno boina blanca es compartida tanto por dirigentes del alfonsinismo como del cobismo y del sanzismo. “Todos van a estar en minoría, no sólo nosotros”, se ataja un hombre de la mesa chica alfonsinista. La UCR no tiene hoy en día liderazgos políticos que puedan conducir armoniosamente los bloques de 43 diputados y 17 senadores, lo que será todavía más complicado si el número de legisladores aumenta y, además, asume la responsabilidad de defender las iniciativas del Ejecutivo.

En el entorno de Alfonsín aseguran que la negociación de ministerios con otras fuerzas políticas podría servir para destrabar el Congreso. Del lado de Sanz, un dirigente que compartió la semana pasada un encuentro casi íntimo con el senador reconoció que “aun haciendo una elección extraordinaria, el radicalismo tiene dificultades”.

Enrolado definitivamente en la candidatura del titular de la UCR, el ex ministro del Interior, Federico Storani, consideró que “es imprescindible un acuerdo de gobernabilidad” y que el mejor para encarar esa difícil empresa es Sanz, de buenos vínculos con el sector empresario y otros sectores de la oposición. Para el senador mendocino, la garantía de gobernabilidad es establecer un acuerdo con fuerzas del PJ disidente para sortear las trabas legislativas. Más precisamente, Eduardo Duhalde. En ese sentido viene trabajando desde hace meses Rodolfo Terragno, por el momento cercano a Cobos.

Con el aporte de sus aliados del socialismo, del GEN y de otros socios circunstanciales, fuentes partidarias estiman que la UCR quedaría bastante lejos de los 129 diputados necesarios para el quórum propio. En el Senado, el panorama no es más alentador. En la práctica son 17 legisladores cuando el quórum son 37 y, además, tienen una fuerte división interna.

Consciente de esas dificultades y de la desconfianza que generan en las propias filas de la UCR, Alfonsín salió el miércoles a pedir que no hay que tener “miedo a los cambios”. Como mensaje de fin de año, buscó despertar la esperanza radical: “Me encuentro preparado y listo para dirigir este desafío”, concluyó.

En este contexto, desarticular la fuerza de Hugo Moyano es un objetivo casi central de los candidatos radicales. Ese es el mensaje detrás de sus planes para reactivar el sistema de ferrocarriles: reducir la influencia del gremio de Camioneros. En paralelo, alentar el ala opositora de la CTA, encabezada por Pablo Micheli. Por eso, casi todos los opositores, incluido Alfonsín, participaron de la controvertida asunción de Micheli al frente de la central sindical, semanas atrás. En una charla institucional, Ernesto Sanz le trasladó esa inquietud al politólogo Guillermo O’Donnell. Para su pesar, el intelectual no encontró una respuesta satisfactoria.

La ausencia de candidatos propios en dos de los distritos más importantes del país suman a la incertidumbre. En la provincia de Buenos Aires apelarían a la líder del GEN, Margarita Stolbizer, mientras que en la Ciudad de Buenos Aires ni siquiera asoma con firmeza el nombre de algún extrapartidario. Ricardo Gil Lavedra y Silvana Giúdici ahora ponen en duda su predisposición para encabezar una boleta perdedora.

La idea, como todas las que se lanzan en los pasillos del partido de Yrigoyen y Alem, no está exenta de segundas intenciones. Los que prefieren consolidar la recuperación radical y avanzar con mayor firmeza en el próximo turno son los que están más lejos de conducir un eventual recambio en el poder. Varios ven en la postulación de Sanz esa idea latente. Su lanzamiento en pleno verano, cuando su nivel de conocimiento es muy bajo, y cuando el Gobierno está más cerca de ganar en primera vuelta que de perder en el ballottage, es interpretado como una iniciativa pensada en vista miras a 2015.

“Esa es la visión que tienen los que no tienen un candidato para ganar”, responden en el círculo íntimo de Alfonsín. Más optimistas, aseguran que el escenario de segunda vuelta le otorgará al ganador una legitimidad que le permitirá negociar con las otras fuerzas políticas.

El debate está abierto. Mejor que nadie, los radicales saben que un nuevo traspié en el gobierno convertiría en indeleble un estigma que llevan tras los mandatos inconclusos de Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa: “La UCR no puede gobernar”.

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