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El país|Domingo, 19 de junio de 2011
OPINION

Con novedades en los Frentes

Primarias con muchas listas únicas. El cuadro general. Lo que podrían sumar y perder los radicales. Buenos Aires también cierra listas, las nacionales por un lado, las provinciales para otro. Santa Fe, recursos y tribulaciones de los dos favoritos. Una panorámica de lo que viene. Y varios detalles más.

Por Mario Wainfeld
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Faltan pocos días para el cierre de listas a nivel nacional y en la provincia de Buenos Aires, predispuesto por el régimen de primarias abiertas simultáneas y obligatorias. Con fallas que pueden repararse mediante leyes ulteriores, significa un avance en el enmarañado sistema electoral. Sin embargo, las normas no todo lo pueden: el resultado práctico en esta experiencia pionera es que los distintos partidos han optado por las listas únicas, evitando las internas, por lo pronto a nivel presidencial. Con las pujas por espacios al rojo vivo y estando en juego 24 distritos es temerario augurar desenlaces, pero la tendencia indica que la competencia interna (para diputados o senadores) será la excepción y no la regla, aunque algunos casos habrá.

Las tácticas de distintos contendientes confluyeron, por razones pragmáticas dignas de estudio. No es el horizonte más deseable: el contraejemplo superador se consumó en Santa Fe, donde la competencia fue vibrante, pluralista, movilizó a muchos votantes y legitimó a los tres aspirantes más taquilleros.

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Los ejes de las primarias: Dos ejes atraerán la atención en las primarias light del 14 de agosto. El primero es ver cuántos votos saca cada lista presidencial, corriendo sola con sus colores. Ese presagio puede inducir conductas de votantes indecisos, empujándolos al voto útil (si hay polarización fuerte entre dos partidos) o al más expresivo (si el Frente para la Victoria marca una diferencia muy amplia). El exitismo es un factor que, eventualmente, pesa. Contadas las costillas dos meses antes de la hora de la verdad, los aparentes triunfadores pueden imantar irresolutos. Desde luego, todo son hipótesis de trabajo, por añadidura imposibles de cuantificar.

Más tajante es la regla que exige a cada partido, en cada distrito, un piso del uno y medio por ciento del padrón para poder presentarse en octubre. Esa marca puede dejar afuera de una o más provincias a partidos con alcance nacional. Movida por un sensato afán de supervivencia, la izquierda más radical optó por la unidad (ajena a su tradición cariocinética) en el Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT). Plasmó la fórmula Jorge Altamira-Christian Castillo.

El uno y medio desafía también a partidos de mayor fortuna electoral reciente. El PRO y los integrantes del Frente Amplio Progresista (FAP) son taitas en algunos rodeos y muy endebles en otros. Fuera de su feudo en Capital, acaso Buenos Aires y Santa Fe, el PRO propende a la insignificancia. El socialismo es fuerte en Santa Fe pero se diluye allende sus fronteras. El Partido Nuevo de Luis Juez no existe, casi literalmente, fuera de su Córdoba natal. Proyecto Sur es, hasta que se corrobore lo contrario, una fuerza de zona metropolitana. Su unidad, que resguarda otras finalidades y significados, les permite hacer pie en los territorios más importantes, acumulando sus fragmentarias representatividades.

Ricardo Alfonsín-Javier González Fraga, Hermes Binner-Norma Morandini, Eduardo Duhalde-Mario Das Neves, Elisa Carrió-Adrián Pérez, amén del FIT ya mentado tienen formado su binomio que encabeza lista. Falta el puntilloso, desgastante e inevitable regateo por otras candidaturas.

El FpV espera que la Presidenta explicite su decisión de ser reelecta y designe a su segundo, con el síndrome Julio Cobos entre ceja y ceja. Cierta lógica induce a suponer que privilegiará la confianza política sobre la búsqueda de un compañero que sume algunos votos (como fueron Daniel Scioli en 2003 y el actual vicepresidente en 2007). Y que la secunde un justicialista, para contemplar los anhelos de la dirigencia peronista. Pero la última palabra la tiene la Presidenta y se desconoce aún.

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Después del 2009: El cuadro traduce, tras muchas peripecias, el esquema que se fue configurando desde de fines de 2009. El oficialismo resurgiendo en un cómodo primer lugar aunque sin tener, lo que sería imposible, la victoria asegurada a cuatro meses vista. Un radicalismo unido y ampliado (a su derecha, más que a su centroizquierda, hipótesis que se exploró sin pasión). El Peronismo Federal se lanza muy erosionado por la hegemonía del kirchnerismo en las masas justicialistas y debilitado por la ausencia de un liderazgo convincente. Dos Godot esperaron los federales: Macri y Carlos Reutemann, ambos eligieron otros porvenires posibles. Los compañeros disidentes quedaron bastante desvencijados.

El espacio que pretendía Proyecto Sur no quedó vacío (pero sí mutó) tras la deserción de Fernando Solanas. Binner se arriesgó y congregó al Frente Amplio Progresista, que podría ganar hasta tres gobernaciones o quedarse sin ninguna. La alternativa es consecuencia de la gula radical, del triunfo de Antonio Bonfatti en la primaria santafesina, de un razonable afán de diferenciarse ideológicamente. Y, last but not least, de un cálculo práctico: la coalición entre los boinas blancas y las huestes del Colorado De Narváez suma pero también resta y deja vacancia para propuestas de tono “progre”, alternativo y opositor. En Buenos Aires, por caso, no se bastaron para evitar diásporas peronistas y radicales. Jorge Macri, Graciela Camaño y Margarita Stolbizer le restarán legitimidad interna y le sisarán votos, en magnitud de difícil predicción.

Las encuestas ranquean al kirchnerismo primero, al radicalismo detrás. Los escrutinios dirán si resucitó, así fuera machucado, el clásico bipartidismo. En un estimulante artículo publicado en Le Monde Diplomatique, el ensayista y periodista José Natanson coquetea con esa perspectiva, sí que resaltando que el clivaje no es entre centroizquierda y centroderecha, sino entre compañeros y correligionarios, como es proverbial. En ese cuadro, añade este cronista, el rol usual del radicalismo (segundo en la tabla comparativa histórica) fue acomodarse en posición diversa al peronismo dominante. A la izquierda, cuando éste viraba a derecha: Alfonsín en el ’83 y aún en el ’75-’76 o (de modo más timorato y difuso) Fernando de la Rúa en 1999. En coyunturas distintas se orientó a derecha (2003, en gran medida, 2007 y 2009, sin ambages). En la misma edición del Dipló, el periodista y blogger Martín Rodríguez sintetiza con garbo la orientación definitiva de Alfonsín: “¿Qué le conviene hacer? Girar todo lo posible en la capacidad de crecer en alianzas? ¿Para dónde se gira? Para el lugar más vacío: una derecha sin referencias que apenas muestra expresiones locales (De Narváez en la provincia, Macri en la Ciudad) y un enorme sentido común que por habilidad semántica del kirchnerismo e impotencia política opositora tiene su exclusiva referencia en torno del grupo de medios Clarín”. El lugar del otro, parafraseemos y añadamos, es la opción preferencial histórica del radicalismo. Pudo ser la Unión Democrática, la Alianza, la tabla de salvación extrema con Roberto Lavagna de candidato a presidente. Hoy es un guiño a una derecha con votos en pocos distritos y arrimarse al fueguito de las corporaciones. Las declaraciones de Alfonsín sobre la derogación de la ley de medios, guiña más a éstas que a “la gente”.

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“La provincia”: La Unión para el Desarrollo Social (UDS) que vertebra el radicalismo no consiguió ni en Nación, ni en provincia de Buenos Aires sumar a todo el espectro del Grupo A. Juega sus fichas a De Narváez. Sumará por derecha, perderá votos radicales y difícilmente encante a los “progres”. Las urnas medirán el saldo concreto de esa suma algebraica, inspirada en el ansia de ganar.

El FpV bulle como suele ocurrir en vísperas de cada cierre de listas. El armado es tremendo, se disputan más de 100 cargos legislativos provinciales, intendentes, concejales. Pintar ese cuadro variopinto trasciende los límites de esta columna. Como orientación, en medio de negociaciones febriles, puede suponerse que los nombres de los postulantes a puestos nacionales y a la vicegobernación serán resueltos por la Casa Rosada. Y que “el territorio”, esto es la trama de intendentes, dirigentes y punteros provinciales hegemonizará las listas locales.

La relación entre la Presidenta y el gobernador Daniel Scioli se ha encarrilado y no tiene pinta de empiojarse. Los nombres que circulan para vice son tentativos, puede surgir un tapado. Por ahora, los más mencionados son el ministro Julián Domínguez y Gabriel Mariotto. Cada uno tiene sus paladines en la Casa Rosada. Florencio Randazzo podría terciar. El Movimiento Evita impulsa al diputado local Fernando “Chino” Navarro, un dirigente bien conurbano y al ex canciller Jorge Taiana, con alto prestigio ganado en otras ligas. Los mismos evitistas se hacen pocas ilusiones, aunque empujan con el optimismo de la voluntad.

En el laberinto de las secciones electorales, que siempre ofreció dificultades para pactar, hay dos tipos de novedades. Una, que facilita la acción de Scioli y de la Casa Rosada, es que la Presidenta (a la cabeza) y el gobernador (a su zaga pero con buenos números) priman en la intención de voto respecto de los intendentes. Ese cuadro, dispar con el que existía en los comicios de 2009, acota márgenes de maniobra para dobles juegos “por abajo”. El resultadismo es el mejor lubricante de la lealtad y parece insensato surfear contra la ola ganadora.

Las malas nuevas es que, a la hora de ponerles la rúbrica a las listas, se extrañarán dos presencias activas, respetadas y determinantes. La máxima, claro, es la del fallecido ex presidente Néstor Kirchner. También se resentirá la ausencia del vicegobernador Alberto Balestrini, un hombre con predicamento que conocía al dedillo el conurbano, quien se repone lentamente de una grave dolencia.

Los baqueanos del padrón bonaerense pronostican que el peronismo “convencional” se quedará con la parte del león en las listas para la Legislatura o las intendencias. Amainarán, apuestan, los aires de renovación kirchnerista que soplaron en 2007 y que parieron tres intendencias renovadoras, en el Sur del Conurbano: Lanús, Almirante Brown y Quilmes. Con Baldomero “Cacho” Alvarez empuñando una de las lapiceras mejor provistas, el kirchnerismo “puro” obtendría pocas vacantes. Kirchner sabía hacer “guerrilla” contra esas tendencias, colando personas de su confianza. Nadie está capacitado ni ungido para reemplazarlo.

De todos modos, el cierre será para alquilar balcones. Seguramente en los cargos nacionales habrá alguna deferencia hacia Scioli, así fuera conversar con él las unciones de la Casa Rosada. El gobernador mejoró el clima con un gesto inesperado, “de unidad”: promover la diputación de Facundo Moyano. Una movida que distiende la relación con la CGT, promoviendo a un dirigente sindical bien mirado por el gobierno nacional y por La Cámpora.

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Cerca de la primera vuelta: El horizonte porteño conserva las coordenadas ulteriores al lanzamiento de la fórmula kirchnerista. Se da por hecho que será necesaria la doble vuelta, Macri va primero, Filmus segundo y Solanas queda a buena distancia.

Las últimas semanas fueron más propicias para el jefe de Gobierno. Las denuncias contra Sergio Schoklender y el escandelete en el Inadi preocupan a los kirchneristas. Sea cual fuere el impacto, siempre será perjudicial. El caso más grave, desde luego, es que atañe a Schoklender y desata la discusión (en buena medida artera) sobre la relación entre el oficialismo y las Madres de Plaza de Mayo. Pero el entripado entre María Rachid y Claudio Morgado, de envergadura mucho menor, produce urticaria porque aquélla es candidata a legisladora, super requerida por los medios opositores para sacar tajada de una querella interna que debió preverse, evitarse o talarse antes.

Con ese cuadro suena demasiado arriesgada la maniobra de no ir a debatir con Macri en el programa A dos voces de la señal TN. El argumento de desmonopolizar es atractivo, pero difícilmente sume voluntades aún no convencidas, un objetivo básico de las campañas. El que va detrás tiene, es de manual, que generar nuevas instancias, mover el tablero. Desechar una alternativa no le agrega nada, piensa el cronista. Desde luego, si Filmus consiguiera “desmonopolizar” el debate sería un golazo, no parece que eso pueda ocurrir.

Los estrategas del FpV saben que la intención de voto de Cristina Kirchner supera en mucho a la de su candidato. Ocurre en toda la Ciudad Autónoma, preponderantemente en las zonas más populares del Sur. Contra lo que podrían indicar prejuicios facilistas allí flamean alto las perspectivas de Macri (como alcalde) y de Cristina (para presidenta). Solanas cosecha muy poco. Matizar ese reparto es una obsesión de los comandos de campaña kirchneristas.

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Santa Fe, final abierto: El pueblo de Santa Fe elegirá sus autoridades el 24 de julio. Miguel del Sel, candidato PRO, alardea de estar en segundo lugar, los grandes medios le fungen de altavoz. En los comandos socialistas y kirchneristas cunde otra lectura, compartida. Bonfatti, el postulante socialista, encabeza las encuestas, seguido de cerca por Agustín Rossi. El Midachi Del Sel, hasta ahora, va por la medalla de bronce.

El régimen electoral es de vuelta única, con tres partidos competitivos. A ojo de buen Poroto Cubero, concuerdan socialistas y kirchneristas con mucho millaje provincial, para ganar hay que rondar el 40 por ciento. Ni los socialistas, ni el FpV sumaron tanto en las primarias, deben imantar independientes o personas de otras pertenencias.

El objetivo se dificulta porque Bonfatti y Rossi pueden perder adhesiones de quienes votaron en sus internas, sí que para otros contendientes. Los radicales, con la sangre en el ojo por la jugada nacional de Binner, acaso rumbeen para otros pagos.

En el caso del FpV, los adherentes en duda son los que acompañaron a Omar Perotti, intendente de Rafaela. Votantes que expresan al peronismo más cercano a Carlos Reutemann o al “campo”. Para contener a Perotti se le ofreció la primera candidatura a diputado nacional. Se fotografió con Rossi, Eugenia Bielsa (muy votada en las primarias) y Cristina Kirchner. Pero, es sabido, los dirigentes no son dueños de las adhesiones de sus votantes, que no los siguen en tropel. Las huestes de Rossi deberán caminar la provincia para conservar una fracción de esas adhesiones. Otros targets a explorar son los radicales desencantados. Y, otra sorpresa para quienes miran linealmente la política, sectores muy sumergidos de trabajadores en los que Del Sel tiene buena entrada.

Socialistas y kirchneristas difunden cifras diferentes pero en voz baja coinciden en la ubicación provisoria y en que el final sigue abierto.

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Semanas fragorosas: El domingo próximo se vota en Tierra del Fuego (una de las contadas provincias con doble vuelta electoral) y Misiones. Hace una semana, el Movimiento Popular Neuquino corroboró su imbatibilidad, ocho elecciones al hilo desde 1983. Una marca que sólo emparda el radicalismo en Río Negro y el peronismo en pocas provincias. Si se lo compara con otros partidos provinciales, el MPN saca ventaja sideral. El Bloquismo sanjuanino o el Pacto Autonomista Federal en Corrientes son asunto del pasado. Fuerzas de matriz procesista que llegaron a gobernar en Tucumán, Chaco o Salta también pasaron al archivo. La vigencia del MPN demuestra capacidades notables, que la politóloga María Esperanza Casullo (nativa de la provincia) desmenuza de modo inmejorable en el blog Artepolítica.

El domingo próximo estarán despejadas las incógnitas sobre candidaturas nacionales y bonaerenses. En julio se vota en Capital y Santa Fe. El 7 de agosto en Córdoba. Las primarias abiertas nacionales, que como se dijo perdieron parte de su encanto original, sumarán alguna pieza para armar el rompecabezas.

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