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El país|Sábado, 30 de julio de 2011
Cristina Kirchner y Dilma Rousseff consensuaron medidas rápidas para evitar que se propague la crisis económica del Norte

“Armar una estrategia para blindar la región”

Un día después de los acuerdos alcanzados en la Unasur, las presidentas se reunieron en Brasilia. Anunciaron dos reuniones de los ministros de Economía de la región para la primera quincena de agosto. Criticaron a Estados Unidos y a la UE.

Por Darío Pignotti
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Dilma Rousseff y Cristina Kirchner volvieron a dar muestras ayer en Brasilia de la excelente relación que mantienen.

Desde Brasilia

Con la crisis global como tema dominante, las presidentas Cristina Fernández de Kirchner y Dilma Rousseff celebraron ayer su primera cumbre en Brasilia, donde una de las palabras más citadas fue “blindar” a la región frente a la “insensatez” de Washington. “Somos una región muy apetecible (para el resto del mundo), debemos desarrollar una estrategia inteligente de integración para blindar a la región, no para aislarnos, sino para ir por más y nunca por menos”, resumió Cristina Kirchner, al realizar un balance de los temas tratados en la reunión reservada en el Palacio del Planalto. Defendió una “mirada común” frente al incierto escenario global, reconoció que sólo los “necios” pueden imaginar que el Sur está completamente inmune a las desventuras económicas del Norte y deploró el “ingreso de capitales especulativos que tienden a una depreciación de nuestras monedas”.

Cristina y Dilma desembarcaron ayer en Brasilia procedentes de la cumbre de la Unasur en Lima y parecían alentadas por el nivel de consenso alcanzado entre los gobiernos de una región donde actúan dos polos de fuerza geopolítica, el del Pacífico (Colombia, Perú, Chile) y del Atlántico (Brasil, Argentina, Venezuela y Uruguay). Ambas aplaudieron la adhesión del flamante presidente peruano Ollanta Humala y el colombiano Juan Manuel Santos a los planteos unitarios de Unasur para afrontar el tembladeral que viene del Norte.

La cita de ayer demostró que los tiempos se abreviaron y los dos gobiernos respaldan medidas rápidas antes de que el tsunami anunciado llegue a estas costas. De allí que Cristina y Dilma anunciaran dos reuniones de ministros de Economía de la región, a realizarse en la primera quincena de agosto: la semana que viene en Lima y la otra en Buenos Aires.

El discurso oficial brasileño, adelantado por el ministro de Hacienda, Guido Mantega, el martes, en Brasilia, y confirmado el miércoles por la presidenta Dilma en Lima, levantó como palabra icono –tomada de la bossa nova–, “insensatez”, a la que aplican tanto para definir la posición de la clase política norteamericana ante la inminencia de un default como en la crítica del modus operandi europeo ante las crisis griega, portuguesa e irlandesa.

“Cuánta diferencia hay entre nuestra integración regional y la de otras partes del mundo, donde hay recesión y falta de acción política” para hacer frente a la crisis, deslizó Rousseff, en una censura a las opciones europeas frente a la crisis. Y luego renovó la embestida contra los países ricos, pero especialmente Estados Unidos, acusándolo de “la revalorización artificial de sus monedas”, lo que ya causó una devaluación del 7 por ciento del real frente al dólar en lo que val año, y de más del 45 por ciento desde 2006.

Siempre sin citar explícitamente a nadie, la mandataria también pareció aludir a las importaciones llegadas desde China cuando dijo que su país es blanco de una “avalancha de productos manufacturados”, asociándose de tal forma a las posiciones de los industriales que acusan a Pekín de estimular la competencia desleal.

Economista enrolada en el pensamiento desarrollista, Rousseff dijo que el mayor capital de América latina son sus 400 millones de habitantes, motor de una región que está “creciendo económicamente” a fuerza de promover la “inclusión social” y “fortalecer la democracia”. En esa misma línea Rousseff había dicho el lunes que Brasil logró el ascenso social, en los años de Lula, de una población equivalente a “una Argentina”, cerca de 40 millones de personas, y ahora su desafío es quitar de la miseria a “un Chile”, unos 17 millones de ciudadanos.

En suma, el desafío es “profundizar” la fórmula integracionista acuñada por Lula y Néstor Kirchner, propuso la jefa de Estado brasileña.

Con sede nueva

Luego de las reuniones de trabajo y el almuerzo en el Palacio Itamaraty, sede de la Cancillería, las presidentas inauguraron la embajada argentina en el elegante barrio del Lago Sur de Brasilia.

Cristina Kirchner arrancó con la voz entrecortada recordando el compromiso de Kirchner con la construcción de ese predio de unos 4 mil metros cuadrados. “Argentina no tenía embajada propia en la casa de su principal socio y amigo. En cambio, tenía en otras ciudades como Washington”, dijo.

Antes de su discurso había aparecido en escena el infatigable y aún muy popular Lula, que por la mañana disertó en la Escuela de Guerra, y la semana próxima embarca hacia Colombia, donde hablará con el presidente Santos y empresarios. “Esta embajada tiene el tamaño de la relación entre Brasil y Argentina”, arrancó Lula con tono solemne, que fue perdiendo con el correr de las frases.

“Soy cristiano y creo que existe otra vida, y creo que Kirchner debe estar pensando, pobre de mí y pobre de Lula porque la presidenta Dilma y la presidenta Cristina van a hacer mejor las cosas que nosotros”, y “van a hacer historia en América latina”, sostuvo. “Son mujeres especiales, son militantes políticas, y saben que las dos juntas tendrán más fuerza que Kirchner y yo, la gente tiene más respeto por las mujeres que por los hombres y estoy seguro que las dos juntas van a cambiar un poco la política mundial.”

A los asuntos menos amables, como las restricciones al ingreso de autos argentinos y limitaciones al desembarco de la línea blanca brasileña en Argentina, les dedicaron menciones tangenciales en los discursos oficiales, pero fueron tratados en las reuniones de trabajo. De esos encuentros participaron dos funcionarios claves, la ministra de Industria, Débora Giorgi, y su homólogo brasileño, Fernando Pimentel.

Entre canapés, un importante empresario integrante de la comitiva argentina aseguró que la reunión presidencial contribuyó a “bajar la tensión”, porque en estos días Brasil autorizó el ingreso de unas 3 mil unidades de autos, pero aún hay más de 6 mil que no fueron autorizados a ingresar a Brasil.

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