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El país|Domingo, 21 de agosto de 2011
DEBATE SOBRE AL ALCANCE Y LAS LIMITACIONES DE LA INFLUENCIA MEDIATICA EN LA CAMPAÑA ELECTORAL

Mitos y verdades sobre el poder virtual

A partir del resultado de las primarias y la pelea entre el Gobierno y los grandes medios de comunicación, cuatro académicos opinan sobre el poder de los diarios y la televisión para inclinar una elección. La aparición de nuevos discursos.

Por Laura Vales
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El resultado de las elecciones primarias planteó la pregunta sobre la pérdida de influencia de los multimedios sobre el electorado –y el verdadero alcance del fenómeno, ¿caída o sólo tropezón?– Consultados por Página/12, cuatro especialistas analizan el tema. Además, hablan sobre el programa 6,7,8 y avanzan sobre el rol que, advierten, deberían cumplir los medios de comunicación que no son parte de los grandes grupos económicos.

Glenn Postolsky es el director de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires y el profesor Alejandro Kaufman, quien lo antecedió en ese cargo. También opinan el semiólogo Roberto Marafioti y el sociólogo Alberto Quevedo, director del Proyecto Comunicación de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).

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La idea de que los medios del sistema pueden hacer ganar o perder una elección ¿es errónea?

Alejandro Kaufman: –Es mucho más probable que los medios puedan hacer adelantar una elección o contribuyan a que caiga un gobierno –acciones destructivas, negativas, reactivas, destituyentes– a que determinen un resultado electoral positivo, lo cual implica una determinación causal, constructiva de las decisiones individuales, de improbable especificación.

Roberto Marafioti: –Pueden proponer una agenda, pero les resulta muy difícil o imposible imponer una dirección política cultural hegemónica. El poder económico es un poder, pero no es invulnerable.

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¿Cuáles son hoy los medios más potentes en términos de influencia política?

Alberto Quevedo: –La televisión sigue siendo el medio de comunicación más consumido, pero es el de más baja credibilidad: los ciudadanos están dispuestos a exponerse a una pantalla de TV, pero el vínculo que establecen con ella es muy complejo. Pueden, por ejemplo, consumir un programa político como de humor, o tomar un living de Susana como el mejor lugar para escuchar a un político... ¡porque no habla de política! Por eso, la influencia política de los medios debe separarse del consumo. Por su parte, los medios gráficos se adjudican la mayor influencia política porque les imponen agenda a las radios y a la TV. Sin embargo, esa influencia puede ser positiva o negativa para los ciudadanos. Si hay influencia será siempre segmentada, para ciertos públicos, los que tienen un pacto de credibilidad con esos medios, no para toda la sociedad.

Glenn Postolsky: –Los multimedios –constituidos en novedosa fracción hegemónica absolutamente consciente de su poderosa autorreferencialidad– se volcaron decididamente a una lógica de la acumulación que pretende reducir la política a la condición de subsistema de la economía mediática. Así se convirtieron en acelerados artífices de una oposición que pretendía garantizar el recambio de la dirigencia política. El caso más evidente por su forma de operar es el Grupo Clarín, pero alrededor de esa lógica se mueve un conjunto de actores funcionales a los mismos intereses.

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¿Cómo cree que incidió la existencia de discursos polarizados, como 6,7,8 vs. Clarín?

Quevedo: Clarín no ha podido constituir un escenario de opinión pública negativo para el gobierno nacional. Los resultados demuestran que la credibilidad del grupo está en baja. 6,7,8 es un programa que ha marcado un tipo nuevo de periodismo político que está dispuesto a mostrar su artificio: despierta adhesiones porque no se propone como “periodismo independiente”, sino que muestra la “dependencia” (política, empresarial, ideológica) de todo periodismo. En eso reside su eficacia, aunque tampoco creo que 6,7,8 haya incidido en la tendencia de voto, diría más bien que supo transformarse en una referencia para quienes ya sabían a quién querían votar.

Kaufman: –Los discursos polarizados se han estereotipado y es presumible que hayan perdido eficacia. La desmentida cotidiana de 6,7,8 respecto de las falsedades y distorsiones de Clarín presta un servicio adoptado ya como un hábito necesario para situar coordenadas cognitivas y perceptivas apropiadas para una vida social emancipada del monopolio. Pero a la vez crea una dependencia de la propia desmentida, congruente con una eficacia sostenida del aparato manipulador de Clarín, susceptible de producir efectos inmediatos sobre las sensibilidades y cogniciones colectivas. Es decir, la lucha antimonopólica no parece haber sido eficaz para dotar de recursos críticos avanzados a la población, que le otorguen autonomía respecto de la diaria emisión de un programa de desmentidas organizadas.

Postolsky: –La incidencia es relativa. Cuanto más polarizado el discurso, más dirigido al sector más convencido. La relevancia que tuvo cierta circulación de discursos fue la de develar lo obvio: las intervenciones y líneas editoriales de las corporaciones están en directa relación con la defensa de sus intereses y muy lejos de expresar una mirada objetiva e independiente de la realidad social.

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¿Se conformó una red de medios que, en oposición a los del sistema, han ganado poder?

Postolsky: –No creo que hayan ganado poder, pero sí han permitido cierta visibilidad pública para establecer otras perspectivas sobre los acontecimientos, que permiten contrastar ciertas afirmaciones y dar cuenta del interés propio puesto en juego en los titulares y los análisis de la prensa hegemónica. Han sabido generar una capacidad de daño sobre la credibilidad y supuesta independencia de opinión de esos medios. Eso sólo fue posible, por un lado, por la reconstrucción de la experiencia política y con ello el antagonismos que conlleva, y por otro, por la debilidad que expresaron esas corporaciones al momento de verse confrontadas. Allí su reacción fue la de aislarse de la dinámica social. Creo que esa situación emergió claramente en dos momentos, primero con el tratamiento sobre la nueva ley de servicios de comunicación audiovisual, y segundo, al producirse el fallecimiento de Néstor Kirchner.

Marafioti: –El papel de deconstrucción de la noticia que han cumplido algunos programas televisivos tiene una función ejemplar y didáctica enorme, pero ello no quiere decir que puedan cumplir un papel destacado en las decisiones electorales. Tampoco resulta claro que programas con un formato de debate fuerte y panelistas con roles fijos puedan soportar el paso del tiempo en el ámbito de la discusión política.

Kaufman: –Han ganado poder en algunos aspectos, en tanto proporcionan alternativas a las ofrecidas por el monopolio. Sin embargo, en muchos otros aspectos pareciera que pretenden competir periodística o comercialmente con el monopolio, y siguen similares parámetros discursivos, estéticos y culturales, con variantes, pero con una diferenciación muy distante de la que sería de esperar en relación con la índole del conflicto político-cultural vigente. El monopolio sostiene su gravitación al mantener sus propias pautas como modelo paradigmático vigente mientras la ley de medios no alcance a aplicarse con plenitud. Las meras adhesiones o rechazos al Gobierno los diferencian de manera neta, pero con una eficacia aminorada a los efectos de los requerimientos mucho más exigentes de un debate político comprometido con los intereses populares.

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