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El país|Sábado, 15 de marzo de 2003
PRONUNCIAMIENTO DEL EPISCOPADO SOBRE LAS ELECCIONES

A votar de la mejor manera

Con una dura crítica al debilitamiento institucional, la Iglesia dijo que “por inútiles que a algunos pudieran parecerles las elecciones, conviene que éstas se realicen de la mejor manera posible”.

Por Washington Uranga
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El vicepresidente del Episcopado, Domingo Salvador Castagna, leyó el documento ante la prensa.
Consideraron que episodios como el de Catamarca “menoscaban hondamente el sistema representativo”.
En un documento breve, de apenas dos carillas, la Comisión Permanente del Episcopado católico se pronunció ayer sobre las próximas elecciones subrayando que “por débil que sea nuestra democracia, por inútiles que a algunos pudieran parecerles estas elecciones, conviene, sin embargo, que éstas se realicen de la mejor manera posible” y que, como ciudadanos, debemos “cumplir con nuestra obligación de acudir a las urnas”. El documento, que fue leído ante los periodistas por el arzobispo de Corrientes, Domingo Castagna, vicepresidente segundo del Episcopado, es el resultado de las deliberaciones de cuatro días de una veintena de obispos que componen la Comisión Permanente, que está presidida por el arzobispo de Rosario, Eduardo Mirás. Los obispos sostuvieron que “debemos ser ciudadanos que nos rebelemos ante la mentalidad mágica que ha paralizado por decenios al pueblo argentino y nos resistamos a caer bajo la tentación del desánimo”. Esta declaración es el último pronunciamiento colectivo del Episcopado antes de los comicios, dado que la jerarquía católica sólo volverá a reunirse en asamblea el 26 de mayo, después de la fecha prevista para la asunción de las nuevas autoridades.
En el texto se dice también que “los candidatos deben fundar sus aspiraciones en la probidad moral demostrada a lo largo de sus propias vidas, en el valor de sus proyectos, en el compromiso por el bien común, y no en suscitar emociones engañosas”. En su diagnóstico la jerarquía eclesiástica señala que “detectamos el desaliento como tentación que conforma el estado de ánimo de muchos ciudadanos” y que provoca “el desaliento que lleva a pensar que no vale la pena permanecer en el camino del bien, de la justicia y de la verdad”, En la misma línea de razonamiento los obispos dicen que “lamentablemente durante estos años la democracia, recibida con tanto entusiasmo, no ha logrado aún realizar la justicia tan largamente esperada, ni ha podido resolver problemas tan vitales como el trabajo, la alimentación, la salud y la educación para todos”.
Pero no es ésta la única observación. Sin mencionar a nadie en particular, el Episcopado sostiene que “el desaliento cunde también frente a las violaciones de las leyes y de la misma Constitución”. Más precisa es, sin embargo, la mención a “ciertos acontecimientos como por ejemplo el de la provincia de Catamarca donde la violencia impidió las elecciones” y que, consideran, “menoscaban hondamente el sistema representativo”. A pesar de todo ello, señalan, “sucumbir al desaliento sería nefasto”.
El texto episcopal advierte también que “quienes acudamos a las urnas el 27 de abril hemos de aspirar a ser ciudadanos responsables de cumplir con los propios deberes antes de reclamar los propios derechos”, y que sean “incapaces de doblegarnos ante las dádivas partidarias, incrédulos ante las vanas promesas de los políticos, críticos de nosotros mismos y de las autoridades que elijamos”.
Luego los obispos plantean una serie de “alternativas” que deberán enfrentar y resolver quienes resulten electos como nuevos gobernantes de la Argentina, recordando que varias de las soluciones a las mismas ya han sido enunciadas en las “Bases para la reforma” del Diálogo Argentino. Tales alternativas, que resultan “desafiantes” a juicio del Episcopado: son: “sustentar la vida pública sobre valores morales firmes o permitir que sigamos conviviendo con hechos de flagrante corrupción; reafirmar el cumplimiento de la ley o legitimar una velada anarquía; encarar a fondo las reformas institucionales pendientes que fundamenten una democracia real, o respaldar una supuesta ‘legalidad democrática’ que privilegia intereses de las distintas corporaciones; implantar una cultura del trabajo o seguir cultivando la cultura de la dádiva y del clientelismo; delinear una política educativa y socio-económica que revierta el dinamismo de la pobreza creciente o pretender calmar el hambre de lospobres con la sola distribución de planes sociales; integrar federalmente la Nación o persistir en caudillismos que aíslan y fracturan”.

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