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El país|Miércoles, 14 de septiembre de 2011
Nuevo testimonio en la causa por el plan sistemático de apropiación de bebés

“Su hija estuvo detenida y tuvo una beba”

Osvaldo Lovazzano contó cómo buscó a Alicia De la Cuadra y le transmitió el mensaje que le había encomendado Lidia Fernández, antes de ser liberado de la Comisaría 5ª: “‘Avisale que la hija tuvo familia”, le había dicho. Ana Libertad permanece desaparecida.

Por Alejandra Dandan
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Entre los acusados por el plan sistemático de apropiación de bebés están Jorge Videla y Reynaldo Bignone.

Uno de los jueces del Tribunal le pidió que explicara cómo se acercó a esa plaza de La Plata, donde daban vueltas algunas madres de desaparecidos. Osvaldo Lovazzano dijo entonces que se acercó a preguntar, todavía con miedo, si alguna de esa mujeres era la señora Licha De la Cuadra. “Yo pregunté como para hacerme un poco el zonzo, y cuando me la señalaron me acerqué y le dije: ‘Mire que su hija estuvo detenida y tuvo una hija’. Todo rápido, y me fui corriendo, porque la verdad es que tenía miedo, no es que soy un héroe ni nada por el estilo.”

Lovazzano conoció formalmente a Alicia “Licha” Zubasnabar de De la Cuadra muchos años más tarde, en el juicio al capellán Christian von Wernich. Había declarado ya ante la Conadep sobre el momento en el que dejó el centro clandestino de la Comisaría 5ª de La Plata con el mensaje que le enviaba otra secuestrada. Ayer, Lovazzano declaró ante el Tribunal Oral Federal 6 en el juicio por el plan sistemático de apropiación de bebés de la dictadura. Ante la falta de testigos directos, volvió sobre sus pasos para reforzar los datos del nacimiento de Ana Libertad, todavía desaparecida, que es uno de los dos niños nacidos en la Comisaría 5ª y uno de los 35 expedientes de este juicio. El relato permitió ver además el rol que desempeñó en cautiverio Lidia Fernández, aquella prisionera de los mensajes que estuvo en el parto. Además intentó abrir todas las vías posibles para sacar información sobre sus compañeros, dice Germán Kexel, abogado de Abuelas de Plaza de Mayo.

Lovazzano alcanzó a explicar algo de su militancia gremial como delegado del Hipódromo de Buenos Aires y de su secuestro el 30 de agosto de 1977. “Perdón que lo interrumpa”, le dijo la jueza María del Carmen Roqueta. “¿De qué fuerzas eran quienes lo secuestraron?” Y luego: “Mientras estuvo ahí, ¿vio a alguna mujer embarazada?”.

Lovazzano pasó por tres centros clandestinos del Circuito Camps de La Plata: la Brigada de Investigaciones, Comisaría 5ª y Unidad Regional, por el que no pasaron muchos prisioneros, del que dependían las comisarías y las patotas de Ramón Camps. Conoció a Lidia Fernández en la Brigada y volvió a verla en la comisaría, antes de salir en libertad. Lidia era una militante del Partido Marxista Leninista. Lovazzano habló poco con ella, que venía malherida del Circuito. En la última etapa compartieron el sector de “los perejiles”, calabozos donde esperaban quienes podían salir en libertad. Alguna vez, dijo, Lidia se dio cuenta de que ella no salía. Uno de sus compañeros de organización había revelado el nombre de la agrupación a la que pertenecían y eso era una condena a muerte. Cuando Lovazzano le avisó que él se iba, se dispuso a mandar mensajes a afuera.

“Cuando nos dicen que nos van a soltar, ella me dice: ‘Avisale a De la Cuadra que la hija tuvo familia’. Pero era una cosa de locos, todos me daban nombres o números y yo, que me imaginaba que supuestamente salíamos todos, pensaba cómo me iba a acordar de todo eso.” Lidia insistió. “¡No seas boludo!”, le dijo. “Y me decía que asocie calle, cordón, vereda con De la Cuadra: ‘Vos avisale a la madre que la hija tuvo familia’. Que era una niña, que había nacido bien porque Lidia estuvo en el parto en el que Elena De la Cuadra tuvo a su hija.”

“Cuando salí, al tiempo, como a los tres meses, la busqué para decírselo porque la verdad salí con mucho miedo. La madre de esta chica hacía la ronda en la Plaza San Martín. Un día me cruzo y le aviso lo que me había dicho esta chica y salgo corriendo, la verdad.”

Después, Lovazzano avanzó con Von Wernich. Habló de los tres momentos en los que se topó con el capellán, que ya fue juzgado y condenado. Contó sobre la fiesta de cumpleaños de un niño, el hijo de un integrante del grupo de los 7, los prisioneros de la Brigada sobre quienes se experimentaba el plan de resocialización. Estaba Von Wernich. “Sentíamos a veces llantos de chicos de la casita frente a la que estábamos nosotros –dijo–, y el día del cumpleaños hasta había globos.”

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