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El país|Miércoles, 2 de abril de 2003
DUHALDE ANALIZA CAMBIAR EL VOTO EN ONU SOBRE CUBA

Anhelo de no ser lamebotas

Tal como lo anticipó Página/12, el Gobierno está muy cerca de decidir abstenerse en la votación sobre Cuba. Se alinearía así con Brasil. La Cancillería tiene sus reservas.

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Carlos Ruckauf y Eduardo Duhalde, en una imagen de archivo. Hoy no están tan de acuerdo.
El presidente Eduardo Duhalde anticipó que durante esta semana resolverá si Argentina cambia su voto sobre Cuba en la sesión de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU que se reunirá el 20 de abril en Ginebra. Duhalde quiere regalarse un gustito antes de dar las hurras: lo tienta la idea de volver a una posición abstencionista, igual a la que tradicionalmente mantiene Brasil, y presentarla en público como la postura común del Mercosur. Para eso debe vencer dos resistencias: primero, la presión de la embajada de Estados Unidos –en donde piensan que con la neutralidad mantenida en el ataque a Irak, Argentina ya cumplió con su cuota de independencia anual– y, segundo, la posición de la “línea” de Cancillería, a la que escucha (y sigue) con fruición el ministro Carlos Ruckauf, que se opone a irritar a la potencia del Norte en un momento en el que las sensibilidades están a flor de piel.
“Mañana voy a tener copia del proyecto que se presentó en la Comisión de Derechos Humanos y antes del fin de semana tendrán la respuesta”, indicó Duhalde ayer al mediodía en una sorpresiva conferencia de prensa que brindó en la Casa Rosada. Igual que cuando le hicieron una pregunta por el estilo en ocasión del tema Irak, el Presidente dijo que no creía que Estados Unidos pudiera tomar represalias económicas si Argentina al final decidía modificar su voto.
En realidad, la postura histórica argentina en la cuestión de derechos humanos en Cuba fue la abstención. El cambio se produjo a partir de la política de relaciones carnales a la que adhirió Carlos Menem y que continuó sin variantes el gobierno de la Alianza. En el 2001, cuando Fidel Castro comprendió que Fernando de la Rúa insistiría con su voto contra Cuba, estalló: dijo que el gobierno argentino era “lamebotas de los yanquis” y que podría colgar del Obelisco la bandera de Estados Unidos. El incidente provocó que Argentina retirara a su embajador en La Habana.
El año pasado, cuando fue la reunión de la asamblea de la ONU, el gobierno de Duhalde llevaba apenas cuatro meses y no se animó a hacer cambios pese a que el Congreso había aprobado una declaración pidiendo la abstención, tal como lo hace Brasil. Al final, Argentina formó parte de los 23 países que votaron a favor de la condena, frente a los 21 países que lo hicieron en contra y 9 abstenciones. Si bien el texto de condena fue más lavado que otras veces, Cuba debió soportar que la iniciativa fuera motorizada por Uruguay, un país latinoamericano.
Como anticipó Página/12 en la edición del domingo pasado, Duhalde viene estudiando la posibilidad de cambiar el voto por la abstención, algo que supone será bien recibido por la sociedad en momentos en que el sentimiento antiyanqui se encuentra en un pico debido al rechazo que produce la invasión a Irak. Funcionarios cercanos al Presidente imaginan que el cambio de voto le significaría más de una satisfacción:
- Le serviría a Duhalde para marcar una nueva diferencia con su archienemigo Carlos Menem.
- Beneficiaría la imagen de su candidato, Néstor Kirchner, quien junto a su esposa, la senadora Cristina Fernández de Kirchner, siempre se pronunció a favor de la abstención.
- Unificaría la política exterior con la del gobierno de Lula, con lo que el Mercosur daría hacia afuera una imagen de coherencia.
Claro que la primera oposición al cambio de voto tiene su epicentro en hoy supercustodiada embajada norteamericana. El embajador Lino Gutiérrez viene repitiendo en sus contactos con políticos locales la conveniencia de “no tirar de la soga” en la complicada relación bilateral en estos tiempos de default y renegociación con los organismos de crédito.
Pero también hay una oposición interna, representada por la “línea” de Cancillería. Consciente de sus muchas limitaciones en materia de política exterior, Ruckauf delegó la estrategia del Palacio San Martín en la línea que componen, en su mayoría, embajadores que cumplieron funciones centrales durante el menemismo y los dos años de la Alianza, entre quienes pueden nombrarse a Fernando Petrella, Rogelio Pfirter y a Jorge HerreraVegas. Estos funcionarios, de pensamiento conservador, son partidarios de mantener el statu quo de alineamiento incondicional con Estados Unidos.
El año pasado Ruckauf sobreactuó su papel y anticipó el voto negativo contra Cuba definiendo al régimen de Castro como “la única dictadura que queda en América latina”, declaración que le valió varios repudios. Ayer, cerca de Ruckauf, aseguraban que ahora el ministro no tiene posición tomada en el caso cubano porque el Gobierno aún no lo discutió. “No hay que inventar diferencias entre Duhalde y Ruckauf. Acá el que decide la política exterior es el Presidente y si resuelve la abstención, Ruckauf lo acatará”, respondía un vocero de Cancillería.

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