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El país|Jueves, 3 de abril de 2003

Demostración de fuerza duhaldista en el mayor acto de la campaña

La masividad del acto despejó las dudas sobre el apoyo del PJ bonaerense al santacruceño. Kirchner centró su discurso contra Menem, recordando su apoyo a la guerra.

Por Diego Schurman
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Felipe Solá, Daniel Scioli, Graciela Giannetassio y Chiche Duhalde en el palco central del acto de ayer en River Plate.
“Hay entre 50 y 60 mil”, decía con cara de conocedor un destacado ocupante de la Casa Rosada. El Pato Fillol, ex arquero millonario e interesado concurrente, aportó su experiencia. “Yo conozco el Monumental como la palma de mi mano. Acá hay 50 mil personas, no tengas dudas”, le dijo a Página/12. Cien, 50 mil o un millón, la verdadera discusión entre los íntimos de Néstor Kirchner no era anoche sobre números sino sobre la real incidencia que podía tener en el electorado un acto de las características del de ayer.
“Es una demostración de fuerza. Entre el desinterés y la guerra la campaña no está instalada. Y el solo hecho de que nos vean con una cancha a pleno nos da un impulso importante”, evaluó Miguel Núñez, jefe de prensa del candidato a presidente y uno de los responsables del acto.
Kirchner sabía de antemano el riesgo que corría. Llenar un estadio, con la promesa del duhaldismo de movilizar todo el aparato bonaerense, era lo previsible. Mostrar tribunas vacías, el ocaso. En ese sentido, el santacruceño pasó la prueba.
A su favor, el candidato oficial es el único entre los peronistas que pudo mostrar un palco con los jefes de bloque partidario y seis gobernadores, entre ellos Felipe Solá, representante del distrito más populoso del país. No es poco, sobre todo en una elección donde el denominador común es la fragmentación. Pero nada a esta altura garantiza que eso terminará trasladándose “abajo”, que se convertirá automáticamente en el voto de la gente que esos mandatarios representan.
Kirchner no esquivó la impronta peronista. Se lució, como el manual partidario ordena, sin corbata y lleno de menciones a “Evita” y “Perón” en su discurso. Hasta se animó a un parangón entre su propuesta nacional (el celeste y blanco predomina en la propaganda del Frente para la Victoria) y la menemista, a la que considera “de entrega”.
Claro que el enemigo en este caso no es exactamente su real competidor. River fue para Kirchner la necesidad de seducir el voto progresistanacionalista que se disputa con Elisa Carrió y Adolfo Rodríguez Saá.
“Por un lado el sector independiente va a mirar con recelo este acto por el nivel de aparataje. Pero también esta movida se decodifica como la posibilidad de `contener’ a la gente”, señaló un kirchnerista todo terreno.
Es lo que en el mundillo político se obstinan en llamar el “voto útil”. Dicho de otro modo: transmitir la sensación de que Kirchner es el único con capacidad y posibilidad real de derrotar al enemigo común, Carlos Menem. Y que por eso, más allá de algunas diferencias con sus propuestas y la gente que lo rodea, más vale apoyarlo a él y “no perder el voto” en candidatos sin chances.
Los voceros del candidato buscaban imponer ese mensaje, más allá de la dificultad de insuflar calor en las enormes tribunas. “Esta no es la campaña de Lula, esta es la Argentina del que se vayan todos. Esa es nuestra vara de medida. Y en ese sentido esto es una gran demostración. ¿Quién iba a pensar hace apenas cuatro meses que podíamos hacer un River?”, se jactaba un estratega al que los medios suelen mencionar como la mano derecha de Kirchner.
Bastante más medido, un ministro que tuvo silla en el palco evaluó:
–Lo de hoy es un cuadro de la foto, pero la película sigue. Este no fue el acto de cierre de campaña sino un acto dentro de la campaña. De ahora en más hay que subir la apuesta. Pero lo de hoy nos sirve de referencia para no cometer ni el más mínimo error.
Medido por el lente mediático, Kirchner se fue contento. La puesta en escena resultó prácticamente lo que esperaba. La vuelta olímpica, con intención épica, junto a Daniel Scioli, la imagen familiar de ambos candidatos junto a sus esposas –estaban Cristina Fernández y Karina Rabollini– y también la de su “otra” familia, la política, en este caso representada por Hilda “Chiche” Duhalde y prácticamente todo el gabinetenacional, fue la foto que tanto buscó y finalmente consiguió. Habrá que ver cómo impacta en la gente.

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