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El país|Miércoles, 25 de enero de 2012
El juicio por el plan sistemático de apropiación de bebés

La decisión del Tigre Acosta

El sobreviviente Lisandro Cubas declaró por videoconferencia ante el Tribunal Oral Federal 6 y relató sus contactos con mujeres que parieron en la ESMA y aseguró que Acosta decidía el destino de los niños apropiados. Hoy declara Estela de Carlotto.

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El Tribunal Oral Federal 6 retomó las audiencias esta semana después de la feria judicial.

“Macho, acá no hay límites, todo se puede lograr.” La frase la pronunció a mediados de 1977 el capitán Jorge Acosta, jefe de inteligencia del Grupo de Tareas 3.3 de la Armada, en referencia a la inauguración del cuarto para embarazadas en la ESMA, “la Sardá” en la jerga naval, y la recordó ayer el sobreviviente Lisandro Cubas, quien declaró por videoconferencia desde Venezuela en el juicio por el plan sistemático de apropiación de bebés. Cubas, que estuvo más de dos años secuestrado y tiene dos hermanos desaparecidos, detalló ante el Tribunal Oral Federal 6 sus contactos con mujeres que dieron a luz en la ESMA y aseguró que Acosta, condenado el año pasado a prisión perpetua, era quien tenía facultades para decidir no sólo la vida o la muerte sino también el destino de los niños. El juicio continuará hoy con una ampliación del testimonio de Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, y mañana con la declaración por videoconferencia de Elliot Abrams, el diplomático norteamericano que a partir de un diálogo con el embajador Lucio Alberto García del Solar documentó en 1982 que el dictador Reynaldo Benito Bignone estaba al tanto de la apropiación de bebés y se negaba a devolverlos a sus familiares.

Militante de zona oeste de Montoneros, Cubas fue secuestrado el 20 de octubre de 1976.

–¿Dónde no querés estar? –lo recibió Acosta.

–En la ESMA.

–Ahí estás –sonrió el Tigre.

Cubas declaró sobre cuatro embarazadas desaparecidas con quienes tuvo contacto. Con Ana de Castro dialogó en enero de 1977 en el sótano del casino de oficiales. “Pensaba que iba a perder al bebé por la tortura”, recordó. En junio supo que había dado a luz. “El subcomisario González, de Policía Federal, me confesó que estuvo a cargo de llevar al niño a un hospital de niños porque nació cianótico. A la señora unos días después no la vi más en la ESMA”, apuntó. Con María Hilda Pérez de Donda “militábamos en zona oeste”, recordó. “Me contó que la detuvo Fuerza Aérea” y que la trasladaron “diciéndole que la llevaban a ‘la Sardá’”. “Después de dar a luz me comentó que la visitó su cuñado, a quien conocíamos como Palito, el oficial Donda, y le dijo que no se hiciera problema, que su hija se iba a quedar con la familia”, relató. De Susana Pegoraro recordó que la trasladaron a Mar del Plata durante dos meses, y que volvió a parir en la ESMA a fines de 1977. El cuarto caso fue el de Mirta Alonso, a quien recordó por el apellido de su esposo, Hueravillo. “Tuvo un varoncito pero no tengo más recuerdos”, dijo. “Una de mis preocupaciones es que el tiempo va pasando y se van borrando los recuerdos”, advirtió.

Cubas respondió ante una pregunta específica que Acosta decidía el destino de los bebés. Recordó que cada quince días se reunían los miembros de los grupos de inteligencia y “decidían la suerte de esas personas”. Como ejemplo del poder, relató que a fines de 1978, cuando el Tigre amenazó con “mandar para arriba” a un secuestrado, sus compañeros que hacían trabajo esclavo en “la Pecera” presionaron al teniente Juan Carlos Rolón y consiguieron que intercediera ante Acosta, quien dio marcha atrás con la condena a muerte.

El juicio oral, suspendido por la feria judicial, se reinició el lunes con los testimonios de Carlos Angel Leotta y Nieves Luján Acosta. El primero, que declara en distintas instancias desde 1984, era un vecino platense de la casa de Calle 30 en la que fue secuestrada la beba Clara Anahí Mariani, la nieta que desde entonces busca Isabel Chorobik de Mariani. El dato clave, que le aportó la esposa de un compañero que tenía un almacén en 55 y 30, apodada “La Gallega” y ya fallecida, es que los represores se llevaron a la niña viva y con la manito ensangrentada. Leotta supo por “La Gallega”, quien atendía habitualmente a Diana Teruggi, que la joven había sido asesinada pero que a la nena la habían sacado después de un disparo de mortero que puso fin al enfrentamiento. “Parece que la madre la puso en la bañadera, que era el lugar más seguro”, le confió. Luego del tiro de mortero “todo se cubrió con un hongo de ceniza gris y un humo tremendo. La explosión fue descomunal y le produjo un aborto a una muchacha del barrio”, recordó.

En segundo turno del lunes declaró Acosta, que estuvo secuestrada en la Brigada de Investigaciones de La Plata y en el Pozo de Banfield. Acosta conocía de una unidad básica de Tolosa a Daniel Mariani, a Diana Teruggi y a Clara Anahí, de dos meses. “Daniel nos ayudaba, repartía ropa, azúcar”, recordó. “A los diez días (del operativo en Calle 30), Daniel pasó por mi casa y me contó que habían matado a Diana y que la nena se la dieron a otra persona.” El dato “lo supo por vecinos”, respondió ante una pregunta de la defensa del dictador Jorge Videla. Luego, durante su cautiverio, supo por medio de otro secuestrado que a Mariani lo habían fusilado.

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