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El país|Domingo, 15 de abril de 2012
TESTIMONIO DE TERESA MESCHIATI SOBRE BARREIRO EN LA PERLA

“Hoy te agarró un dios facho”

Radiografía de un torturador. Cómo era y de qué modo actuaba Ernesto “Nabo” Barreiro, el oficial de Inteligencia clave en la Semana Santa de hace 25 años que está preso en Campo de Mayo y que, como Videla, también dio su versión a Reato.

Por Martín Granovsky
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Fue un oficial de Inteligencia del Ejército, Ernesto “Nabo” Barreiro, el que protagonizó hace 25 años la rebelión ante la Justicia Civil que fue parte del plan de alzamiento de Aldo Rico en la Semana Santa de 1987: ese acto de rebeldía debía ser la chispa para provocar el incendio.

Beneficiado por la Ley de Obediencia Debida en 1987, Barreiro terminó huyendo del país en 2004. Como mintió a Migraciones de los Estados Unidos al decir que no tenía proceso alguno en la Argentina, fue deportado y hoy está preso en Campo de Mayo. Espera el juicio por su actuación en el centro clandestino de La Perla, en Córdoba. Según cuenta Ceferino Reato en su libro sobre Jorge Rafael Videla Disposición final, Barreiro respondió preguntas suyas por escrito. Dijo que, una vez terminado el curso de Inteligencia, llegó a Córdoba en diciembre de 1975 como teniente primero. Texto de Barreiro: “Eran una ciudad y una sociedad de vanguardia, con una fuerte presencia del sindicalismo revolucionario. Era impresionante. Con el hito del Cordobazo se creó una mística revolucionaria. Había también grupos civiles de derecha operando por izquierda”.

En lo que parece un anticipo de la defensa que esgrimirá en juicio, el texto enviado a Reato, actual director de Fortuna y ex asesor de prensa de Esteban Caselli en la embajada ante el Vaticano, dice que “nuestro gran mérito fue estar en contra de la tortura”, una frase quizá contradictoria con una anterior: “La principal forma de obtención de información no fue la picana”. Aunque tal vez la frase no sea tan contradictoria: decir que la picana no fue la forma principal permite suponer la admisión de que sí constituyó una de las formas de conseguir datos.

A La Perla, dicen las respuestas de Barreiro cuya autenticidad seguramente pedirá la Justicia, “los de Inteligencia íbamos muy seguido a obtener información de los detenidos y a cotejar datos”. Según Barreiro, La Perla no era un centro clandestino sino secreto. Y agrega: “En Inteligencia buscábamos reconstruir la orgánica de cada organización político-militar, de cada grupo armado. La cosa fue muy quirúrgica, muy precisa, obviamente para evitar errores, por razones de orden moral y también de orden político. Nos costó un gran esfuerzo saber quién ocupaba cada casillero. Nunca hubo en La Perla más de cincuenta personas por vez, que iban rotando. Algunas eran ‘trasladadas’, otras pasaban a disposición del Poder Ejecutivo nacional. Nosotros no sabíamos qué pasaba con cada de- saparecido, el cómo de cada caso lo sabía Sasiaiñ. También Menéndez, a quien no se le escapaba una mosca en materia de hacer cosas que no se podían, por izquierda. Menéndez sabe el destino final de los desaparecidos”.

Juan Bautista Sasiaiñ, ya muerto, dependía de Luciano Benjamín Menéndez, el poderoso jefe del Tercer Cuerpo de Ejército con asiento en Córdoba que sigue acumulando condenas por crímenes de lesa humanidad.

“Nosotros no hacíamos los operativos”, dice Barreiro. En la Justicia se encontrará con el testimonio de Teresa Meschiati, una de las víctimas de La Perla que sobrevivió para documentar el terror en Córdoba.

“Tina, te secuestró el Comando Libertadores de América”, citó Meschiati a Barreiro en diálogo con Página/12. Revistaba en Montoneros y había acudido a las tres de la tarde del 25 de septiembre de 1976 a lo que se llamaba “una cita pinchada”, o sea interferida por las fuerzas de la represión. “Fueron 30 tipos un sábado en las calles Patria y 24, frente a la iglesia San Ramón Nonato.” Le dijeron, mirando la iglesia: “Hoy no es el Dios montonero, hoy te agarró un Dios facho”.

A Teresa, Tina, la torturaron. Sabía poco, dice, porque había atenuado la militancia para dedicarse a cuidar en sus primeros meses a Gustavo, su hijo que, a los 36, vive en Suiza. Por eso cuenta que disponía de poca información. De cualquier forma la catalogaron inicialmente con el color negro. También había secuestrados con gris y con blanco. “El negro significaba pozo, la muerte.”

“Vos sos pozo, Tina”, cuenta que le decía Barreiro, quien se ocupó de ella porque describe que así era el sistema. Un represor tenía a cargo al secuestrado. “Hablaba mucho con él. Varias veces me dijeron que me iban a matar. Venían a la reja y me decían: ‘Tina, hoy matamos a cinco’. Había muchos procedimientos y camiones.”

Nabo se mostraba despreciativo y superior. Racista, nacionalista de extrema derecha, integraba el reducido grupo de decisiones en La Perla. “Barreiro tuvo que ver con cada caso mientras estuvo en La Perla. En un mes la mayoría iba al pozo, porque se suponía que ya no tenía sentido tener o no tener a alguien allí después de ese tiempo.”

Incluso estuvo relacionado, según Teresa Meschiati, con el secuestro de los empresarios de Macentor, de Córdoba, llevados a La Perla y alojados entre los biombos que separaban a unos secuestrados de otros.

“La Perla era como la universidad de la represión. Por eso Barreiro iba. Y él mismo contaba allí que ellos se habían movilizado en 1975 con cartelones que decían Dios, Patria, Hogar.”

Barreiro hablaba con los cuadros más altos de Montoneros. “Nunca se salvó en La Perla un oficial”, dijo Teresa. “Y mataban a todo aquel que hubiera ido a Cuba.” Meschiati, que dice no haberlo tratado nunca de usted, un día le reprochó que vistieran a secuestrados de verde para maniobras de pinzas en la calle. Le preguntó si para ellos el uniforme no era una identidad como la bandera. “Vos no entendés nada de política, Tina”, dijo Teresa que le dijo Barreiro.

Y otra vez relató que su estructura política funcionaba por tríos donde había discusión política.

Combinado con la inteligencia militar o parte de ésta desde un comienzo, el Comando Libertadores de América estuvo relacionado con la masacre de la familia Pujadas, antes del golpe militar.

Testimonio de Meschiati a Página/12: “Barreiro hablaba con vos como si tuviera asco. Nunca les di información. Yo decidía por mí. Evidentemente él siguió su carrera, como otros que se creyeron los salvadores de la patria y pensaron que tendrían ganada para siempre una medalla de honor para ascender sin límites. Pero les salió el tiro por la culata. Después de la sublevación de Semana Santa Barreiro fue asesor político de Aldo Rico. Barreiro y los otros que estaban en su grupo en La Perla tenían una idea corporativa y elitista de la sociedad, pero de eso no hablaban con muchos detalles cuando se acercaban a los secuestrados, de tarde. Parece raro que contaran cosas pero no es tan raro. Qué problema había en que nos contaran historias si total éramos muertos que sólo estaríamos con vida por un tiempo”.

Teresa ya testimonió en el proceso a Menéndez que llevó adelante Martín Fresneda, de Hijos. “Si no te tocó morir, tu tarea es contar”, dijo.

Algo alcanzó a contar el 24 de marzo de 2007 a Néstor Kirchner cuando el entonces presidente fue al sitio donde había estado La Perla. Le habló de Juan Carlos Conocchiari, un amigo a quien Kirchner había protegido en La Plata, guardándolo de la represión, y que había terminado cayendo en manos de la patota.

Tina puede contar pero no entrar en un campo. Fue tres veces a La Perla porque era necesario, “pero no quiero ir más, no me banco”. Dijo a este diario que “incluso de lejos es como si sintiera los gemidos”. Tampoco fue a la Escuela de Mecánica de la Armada y, durante el exilio en Suiza, leyó testimonios sobre campos de concentración pero no pudo visitar personalmente ninguno.

El 24 de marzo, después de la marcha en Plaza de Mayo, después de haber mirado los carteles con fotos de los desaparecidos, terminó con 18 de presión. “Testimoniar es mi tarea, la función que me impuse, mi deber. Pero recordar más allá de eso me cuesta. Tengo que ir al chino, a la feria, darles de comer a los gatos, escribirle a mi hijo.”

Uno de sus objetivos es, también, dar con el paradero de los cuerpos de los asesinados, porque en La Perla no se encontraron restos. Contó que una vez le dijo a Radio Vaticano que “tenemos derecho de enterrar cristianamente a los nuestros, a llevarles una flor” y que ése sigue siendo un compromiso que la llevó a aceptar una participación activa, como querellante, en los juicios a los miembros del Destacamento de Inteligencia 141 de Córdoba. Uno de ellos, Barreiro.

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