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El país|Sábado, 3 de mayo de 2003
OPINION

Espejo roto

Por Federico Schuster *

El sistema de partidos en la Argentina es hoy el resultado del estallido en varios fragmentos de lo que había, al modo de un espejo roto y vuelto a pegar de forma parcial y algo azarosa. El grueso del sistema estaba abarcado hasta aquí por los dos grandes partidos históricos y mayoritarios: el justicialismo y el radicalismo.
El resto quedaba para un espacio, variable en tamaño, de derecha y otro, igualmente variable, de izquierda. En estas condiciones el sistema ha venido siendo móvil y flexible desde fines de los años 1950 con la proscripción del peronismo y la adecuación del radicalismo (UCRP/UCRI) hasta la escisión peronista del Frente Grande y su conformación como Frepaso, con capacidad de tracción a centroizquierda. La caída estrepitosa de la Alianza, forma aparentemente novedosa y transformadora de un sistema que ya gozaba de descrédito popular, significó una ruptura de difícil restauración para el sistema. Un fuerte movimiento de participación popular de base, aunque heterogéneo, se movió entonces tras el sonido de las cacerolas, la acción de los piquetes y la organización de las asambleas. Una nueva Argentina parecía nacer de ese vientre henchido de protesta y participación.
Sin embargo, las elecciones recientes nos enfrentaron con hechos no menos ciertos y quizás más contundentes. Los seis candidatos más votados (permítaseme incluir al sexto, al menos por una cuestión de simetría) provienen de las fuerzas históricas de la política argentina. Veamos. Tres peronistas, un radical, dos provenientes del radicalismo. Claro que esto tiene sus matices. El peronismo no pudo definir su interna y, así, la ofreció abierta en la elección general. El radicalismo lo logró, con gran dificultad, pero su candidato arañó el 3% de los votos. Los demás votos tradicionalmente radicales se los llevaron López Murphy y Carrió (y por qué no algunos Kirchner). Pero esto no queda aquí. Menem llevó en su fórmula a un peronista tradicional, pero Rodríguez Saá llevó a un radical, López Murphy y Carrió a dirigentes de partidos provinciales. Kirchner a un dirigente no tradicional, ingresado a la política de mano de Menem. A Carrió la acompañaron fuerzas del ya escindido Frepaso, mayoritariamente de origen peronista. Otros frepasistas apoyaron a Kirchner con lo que volverían al justicialismo. Lo que hay, en definitiva, es lo que había; aunque con alguna novedad: los fragmentos del espejo se reacomodaron sin adecuarse expresamente a la composición original, como pudieron. De ese espejo roto y mal pegado, con más la consistencia política que alcancen en los próximos años las fuerzas sociales de base saldrá la Argentina del futuro, para bien o para mal.

(*) Decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.

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