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El país|Martes, 14 de agosto de 2012
El ex secretario Mario Pontaquarto, testigo clave en el juicio por los sobornos en el Senado que comienza hoy

“Sostendré lo que vengo diciendo desde hace diez años”

Hoy arranca el juicio oral por el caso de los sobornos en el Senado que sentará en el banquillo al ex presidente De la Rúa, entre otros acusados. En esta entrevista, Pontaquarto promete repetir su denuncia aunque le cueste una condena.

Por Ailín Bullentini
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El ex secretario parlamentario Mario Pontaquarto, el “arrepentido” que confesó todo lo que sabía sobre los sobornos.

Mario Pontaquarto volvió a calzarse el traje y la corbata que había colgado cuando se terminaron sus días como secretario parlamentario de la Cámara de Senadores. Lo usa a diario desde que dejó de ser encargado de un restaurante de comida cubana –el primer trabajo que consiguió luego de que se reconociera parte de una cadena corrupta de pagos de sobornos en la que incluyó a miembros del gobierno de Fernando de la Rúa y a senadores radicales y peronistas– por un puesto en una empresa multinacional que le permitió ausentarse a partir de hoy y por el resto de los días en los que haya audiencias por el juicio por el famoso caso de coimas en el Senado. Con “ansiedad y nerviosismo”, aseguró a este diario que espera el comienzo de la última etapa del proceso judicial que comenzó con su denuncia hace casi una década y que, desea, “termine en una condena”. “Voy a hablar ante los jueces que me condenarán o absolverán a mí y al resto de los acusados –entre los que se encuentra el ex presidente Fernando de la Rúa–. Yo sé que mi declaración es vital para sostener todo esto. Soy el único que reconoce los sobornos”, sentenció.

–Ya pasó una década desde su revelación. ¿Qué consecuencias cree que puede llegar a tener el que haya transcurrido tanto tiempo para la resolución final del caso?

–Es una cuestión lamentablemente habitual en la Argentina que la Justicia tarde largos años en resolver procesos penales, fundamentalmente los relacionados con casos de corrupción en el Estado. Pienso que no ha sido bueno para el país que el juicio llegue con tanto tiempo de demora. Para mí tampoco lo fue. Cuando me presenté y me incriminé pensé que con ese solo hecho, con el decir “yo soy responsable de delitos de corrupción”, bastaba para avanzar rápido. Con todas las pruebas que se encontraron en el proceso de instrucción, a todo lo que me sometí en relación con lo que la Justicia me pidió, pensé que iban a tardar menos. De todas maneras, la demora no va a influir en mi declaración. Sostendré lo que vengo diciendo durante estos diez años, no sólo en la indagatoria sino a través de los medios de comunicación en las veces en las que me quisieron escuchar. Esta vez voy a ser mucho más firme y estaré más tranquilo. Ojalá que haya condena, aunque ese deseo sea una contradicción... Si no me condenan a mí, no condenarán a nadie.

–¿El hecho de que pueda perder la libertad no va a afectar su relato?

–Con el tema de la cárcel no he especulado jamás. Nunca jamás jugué con que podría llegar a recibir una pena menor por ser el que denunció los sobornos, basándome en tratados internacionales. Son todas situaciones que prefiero dejárselas a los abogados. Siento que siempre he colaborado con la Justicia.

–¿Y no le pesará contar su versión frente a quienes incrimina en su relato?

–Para nada. Pude haberlo sentido en algunos careos a los que me sometí, con uno que ya no está más, que falleció (se refiere al jefe de bancada radical en la Cámara alta entonces, José Genoud, que se suicidó en 2008), con Fernando De Santibañes, con empleados de la SIDE. Por el contrario, creo que me va a fortalecer mucho. A algunos no los veo desde hace diez años.

–En varias oportunidades se mostró ansioso por el comienzo del juicio. ¿Cómo tomó la suspensión de noviembre de 2011?

–La tomé como una cuestión relativa a los abogados y la superposición de la causa por sobornos con una que me habían armado en el Senado por unos pasajes. Yo sostuve permanentemente la necesidad de dividirlas, porque una no tenía que ver con la otra. La de los pasajes fue una causa armada y en este juicio se hablará de esto y de por qué yo tuve que terminar firmando un acta en la que me declaraba culpable de algo sólo para que comience el juicio por las coimas en el Senado. Si no se retrasaría todo.

–¿La condena con la que salió del juicio abreviado por la causa de los pasajes no debilita su testimonio?

–No. Es una condena que no está firme, que se apeló. Pero quiero remarcar que yo firmé esa acta, y no tengo ningún problema en admitirlo, pero no porque me considerara culpable, sino porque era necesario terminar con ese juicio para que comenzara el de los sobornos.

–¿Espera alguna sorpresa en las estrategias del resto de los acusados?

–Su estrategia será desprestigiarme, tratar de probar que todo lo que dije no es verdad y aferrarse a la dificultad, en algunos casos, que tiene la prueba, más allá del espectacular trabajo que realizó (el juez Daniel) Rafecas en instrucción, cuando logró confirmar toda mi versión con los entrecruzamientos telefónicos y demás. Otro de los puntos en los que se van a parar es el hecho de que tengo ya una condena. Plantearán un desvío de la atención, pero yo me voy a centrar en lo importante: demostrar que los sobornos existieron.

–¿Considera que la resolución de este juicio tendrá consecuencias en la manera de hacer política en el país?

–Será fundamental. Brasil juzga a funcionarios de un gobierno del partido oficialista que cometieron delitos de corrupción y espero que tomemos ese ejemplo y que este juicio sea ejemplo para el después. Que podamos decir “se condenó la corrupción, se venció la impunidad”. Si no hay condenas, desde el momento en que sucedió porque participé y no me lo contó nadie, va a ser un golpe muy duro no sólo para mí, sino para toda la gente.

–¿No le parece que el caso está devaluado en la agenda política?

–Está desactualizado, sí. En el país en el que vivimos hoy, en el que todos los días pasan cosas nuevas, no se debería quitar importancia a este juicio. Lo importante es que se resuelva. Alguna vez se va a acabar el paro de subtes, las peleas entre periodistas que defienden al Gobierno o a la oposición y va a quedar esto: una condena o una absolución por un caso de corrupción que marcó la historia institucional argentina. También hay que decir que los personajes de este juicio están devaluados. Ninguno de los acusados está vinculado hoy a la vida política. En la mayoría de los casos, se debe a este caso. La imagen de De la Rúa, en cambio, está mucho más relacionada con que fue el presidente del corralito, la devaluación, el que se escapó de la Casa de Gobierno en helicóptero.

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