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El país|Viernes, 17 de agosto de 2012
Opinión

Los jóvenes y la educación

Por Daniel Filmus *

En los últimos días hemos asistido a la difusión en diferentes medios de comunicación de un conjunto de estadísticas educativas que no se ajustan a la realidad de lo que ocurre en el país. En algunos casos, se llegó a invocar la palabra de la Unesco para respaldar los datos errados. Por supuesto, el objetivo de esta campaña de desinformación respecto del aporte del sistema educativo al desarrollo del país y a la integración de su pueblo tiene el sentido de desvalorizar el trabajo que el Gobierno viene desarrollando desde el 2003, sin percatarse siquiera de que los datos que brindan difícilmente puedan ser adjudicados a una gestión en particular. Ello se debe a que los procesos educativos exigen muchos años de implementación para que sea posible ver sus resultados, tanto en las estadísticas educativas como en la elevación de la calidad del trabajo pedagógico.

Ahora bien, vayamos a los datos concretos. Un conjunto de periodistas y medios han repetido hasta el cansancio que en Argentina sólo el 50 por ciento de los jóvenes termina el secundario y que sólo 1 de cada 10 estudiantes que ingresa al nivel superior lo culmina. Esta información concluía con el dato de que Argentina estaba “atrás de Bolivia, Ecuador, Colombia, Paraguay, Chile y Perú, entre otros” Para mala suerte de quienes difundieron esta información, se acaban de conocer muy recientemente los datos del Censo 2010. Cualquiera que quiere conocer la situación educativa y no quiere mentir, sabe que con una consulta por Internet a la página del Censo evita equivocarse. ¿Cuál es la realidad?

Si tomamos la población de 25 años, terminó el secundario el 59 por ciento de los jóvenes y un 4 por ciento más continúa estudiando. Es muy consistente con los datos de otras edades. Por ejemplo, a los 20 años, se ha recibido el 48 por ciento y el 15 por ciento permanece estudiando. Por ello, es posible que la información que proporciona el Siteal (Sistema de Información de la Organización de Estados Iberoamericanos y la Unesco) sea la correcta: cerca del 62 por ciento de los jóvenes hoy en Argentina tienen la posibilidad de culminar el secundario. Mucho más cerca de 2 de cada 3 jóvenes con escuela media completa que de la mitad que difunden desde ciertos medios y muy por encima de la media de la región y del resto de los países, con excepción de Chile y Cuba. Si comparamos los números del censo del 2010 con los del 2001, podremos tener dimensión del avance. En el 2001, 8.640.000 argentinos de más de 15 años habían terminado la secundaria. En el 2010 esta cifra se elevó a 12.160.000. Argentina tiene hoy 3.518.000 más egresados de escuela media que nueve años atrás. Es decir, mientras que la población en su conjunto creció un 10,6% por ciento, los egresados de la escuela media en el total de la población crecieron un 40,7 por ciento. Como esta proporción puede ser engañosa porque incluye a quienes tienen edades avanzadas, si tomamos únicamente el crecimiento del número de egresados entre 15 y 29 años, el mismo es del 25,1 por ciento, una vez y media más que el crecimiento poblacional.

Veamos qué sucede con la educación superior. Entre los jóvenes de 29 años, el 15,1 por ciento de ellos ha finalizado su carrera y cerca del 9 por ciento continúa estudiando. Aquí también los datos son consistentes con lo que ocurre a otras edades. Por ejemplo, a los 25 años, el 10 por ciento terminó, pero más del 16 por ciento continúa estudiando. Por eso es probable que el dato real de egresos del nivel superior esté entre 1 de cada 5 y 1 de cada 4 jóvenes. Nuevamente, las cifras de egresados muestran un crecimiento muy superior a la media poblacional (10,6 por ciento). En el 2010, Argentina tenía 1.188.477 más egresados (54,7 por ciento) que en el 2001. Este crecimiento entre la población de 25 a 29 años es del 25,2 por ciento. En este caso, las estadísticas de la Unesco muestran que Argentina posee la mayor proporción de egresados de la educación superior de América latina, incluida Cuba, y duplica la media de la región. Al mismo tiempo, si los egresados del nivel medio son actualmente entre el 60 y 65 por ciento de los jóvenes y los que culminan el nivel superior están entre el 20 y el 25 por ciento, es evidente que al menos 1 de cada 3 graduados de la escuela secundaria termina los estudios superiores.

Algunas consideraciones adicionales para completar esta mirada de la realidad y la comparación de los dos censos:

a) También ha habido avances significativos en otros niveles. Por ejemplo 1) el analfabetismo descendió del 2,7 al 1,9 por ciento de la población. Es uno de los pocos países que la Unesco considera libres de analfabetismo en la región. 2) La escolaridad en el nivel primario es casi del ciento por ciento. 3) Sin embargo, el principal progreso cuantitativo en el sistema educativo ha ocurrido en el nivel inicial: en los últimos nueve años, la cobertura de la sala de 3 años creció del 29,9 por ciento al 40,2; de la sala de 4 años (recientemente declarada obligatoria para el Estado) de 48 a 70 por ciento, y de los niños de 5 años, la cobertura creció del 78,8 al 91,1 por ciento. Tomando en cuenta que muchos niños cumplen 5 después de mitad de año, esta cobertura está muy cerca de ser universal. 4) Otro fenómeno que se visualiza crecientemente es el incremento de la educación de adultos de nivel medio, ya que la apertura de fuentes laborales tentó a muchos jóvenes a combinar el estudio con el trabajo.

b) De ninguna manera los datos aquí presentados son satisfactorios. Como propone la nueva Ley de Educación Nacional, la escuela secundaria ha pasado a ser obligatoria en todo el país y por lo tanto ése es el único objetivo cuyo cumplimiento nos puede dejar satisfechos. Pero ello requiere el sostenimiento y la profundización de los cambios a lo largo de grandes períodos de tiempo. Todavía hay muchas cosas por mejorar y en esa dirección se está caminando. Pero es necesario puntualizar que también se requiere de cambios en la estructura social, productiva y en el mundo del trabajo y principalmente transformaciones en las pautas culturales de muchas familias sin escolaridad media. De cualquier manera, un país que ha incrementado en tres millones y medio su número de egresados del secundario y en 1.200.000 los graduados de los estudios superiores es un país que está en mejores condiciones de defender su democracia, es más justo socialmente y puede mejorar sustantivamente su productividad a partir del trabajo calificado de su gente.

c) No es el objetivo del presente artículo respaldar con cifras de egresados las políticas educativas llevadas adelante desde el 2003 a la actualidad. Como ya señalamos, el impacto de las transformaciones educativas sólo se puede ver en resultados concretos a mediano y largo plazo. Por ejemplo, los primeros egresados de las escuelas técnicas reabiertas a partir de la Ley de Educación Técnica aprobada en el 2005 están comenzando a recibir sus diplomas entre el 2011 y el 2012. Recién en los próximos años empezarán a llegar a las aulas los nuevos docentes cuyos estudios se modificaron a partir de la Ley de Educación Nacional, etc. Los datos del censo 2011 seguramente reflejan las contradicciones de las políticas de las últimas décadas y, con mucha fuerza, el quiebre social que significó el proceso de exclusión sin precedentes de los últimos años del siglo pasado y los primeros del actual.

Finalmente, este artículo sólo pretende evitar que se instale como verdadero un conjunto de informaciones incorrectas que no resisten una mínima confrontación con la realidad. Argentina, gracias a la Ley de Financiamiento Educativo, que impulsó Néstor Kirchner y continúa aplicando rigurosamente la gestión de Cristina, ha aumentado de 3,5 a 6,5 por ciento del PBI el presupuesto educativo. Es el país de la región que más invierte. No cabe ninguna duda de que quienes al difundir datos falsos pretenden mostrar que la mayor inversión no genera mejoras en la educación son, conscientemente o no, los promotores intelectuales de las políticas de ajuste educativo. Sobran los ejemplos tanto en la historia de nuestro país como en la realidad europea de nuestros días. Esperemos que esos vientos no vuelvan a soplar en nuestras tierras.

* Senador nacional del Frente para la Victoria, ex ministro de Educación.

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