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El país|Viernes, 29 de marzo de 2013
Lavó los pies de doce jóvenes en una cárcel de menores durante la misa de Jueves Santo

“No se dejen robar la esperanza”, dijo el Papa

En el Penal de Menores de Casal del Marmo, a algunos kilómetros del centro de Roma, jóvenes de distintas nacionalidades y religiones, dos de ellos mujeres, protagonizaron la ceremonia en la que el Papa se hincó ante ellos para el lavado de pies.

Por Elena Llorente
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De rodillas, el Papa les lavó los pies a los jóvenes de una cárcel de menores.

Desde Roma

@Algunos no sabían siquiera quién era el Papa, quién era este señor vestido de blanco que iría a visitarlos al Penal de Menores de Casal del Marmo, a algunos kilómetros del centro de Roma. Pero pese a no conocerlo, ni ser todos católicos, aceptaron participar en la capilla de la cárcel de la celebración del Jueves Santo que conmemora la Ultima Cena. Doce jóvenes de distintas nacionalidades y religiones, dos de ellos mujeres, aceptaron que el Papa se hincara ante ellos para el lavado de pies.

Francisco se puso un delantal para esa tarea, que le regalaron otros jóvenes con problemas personales y familiares de la Comunidad de San Francisco, en el norte de Italia, y que confeccionaron con hilos traídos de Tierra Santa. Se arrodilló seis veces, lavando los pies de dos jóvenes cada vez. Y luego se notó el esfuerzo que había hecho porque su respiración se sentía agitada en los micrófonos de Radio Vaticana, el único medio de difusión que fue admitido para transmitir la ceremonia. Del encuentro con el Papa participaron unas 120 personas, incluidos los 50 jóvenes detenidos y la ministra de Justicia, Paola Severino.

Una guitarra acompañó los cantos, como en las misas que la Iglesia Argentina de Roma hace usualmente, pero que no son comunes en otras iglesias, y los ritmos eran muy alegres. Algunos de los chicos leyeron los textos de la ceremonia y el Papa hizo una brevísima homilía, improvisada, sin texto escrito. En ella recordó las palabras de Jesús y dijo que él, que era el Maestro, les lavó los pies como un ejemplo, para que los apóstoles lo hicieran unos a otros después. “El que está más alto debe estar al servicio de los otros. Esto significa que debemos ayudarnos, unos a otros. A veces me enojo con alguno y si me pide un favor, tal vez dudo, pero en realidad hay que hacerlo lo mismo”, señaló Francisco. “Yo lo hago de corazón porque es mi deber, debo estar al servicio de ustedes. Pero también ustedes ayúdennos, ayudémonos unos a otros y nos haremos bien.”

No hubo imágenes en vivo de la ceremonia por razones de privacidad, pero la televisión vaticana difundió luego algunas imágenes. “Ellos sueñan que la vida futura pueda ser simple y honesta. Hoy han recibido una gran ayuda de su parte”, dijo la ministra de Justicia dirigiéndose a Francisco luego de la ceremonia, cuando el Papa, los jóvenes y el personal de la cárcel se reunieron en el gimnasio. Allí, el Pontífice regaló a cada uno de los jóvenes un huevo de Pascua y una “colomba”, la típica torta pascual que en Italia sustituye a la rosca. Varios de los jóvenes, que pasaban uno a uno a recibir su regalo de manos del Papa, se emocionaron. Ellos le regalaron a Francisco un reclinatorio de madera que construyeron en el taller de carpintería de la cárcel, y un crucifijo. “Venir a visitarlos me vino del corazón. Y las cosas del corazón no tienen explicación, vienen solas. Les agradezco. Y ustedes no se dejen robar la esperanza, no se dejen robar la esperanza, ¿entendido? ¡Y adelante!”, dijo Francisco.

El Papa llegó a la cárcel cerca de las cinco y media de la tarde (hora italiana) y se entretuvo allí poco más de una hora y media. Ni periodistas ni gente común fueron aceptados dentro del penal, pero las calles de acceso estaban llenas de fieles que al paso del Papa gritaban “Francesco, Francesco”. Francisco abrió la ventanilla del auto negro que los transportaba y saludó con la mano.

No es la primera vez que un Papa visita esta cárcel. Pero ninguno lo había hecho en Jueves Santo, ni les había lavado los pies a los detenidos.

Por la mañana, el Papa había celebrado la misa crismal en la basílica de San Pedro, en la que los sacerdotes renuevan las promesas realizadas en el momento de la ordenación. El papa Francisco les pidió que se transformen en “pastores con olor a ovejas”, queriendo significar lo cerca que cada día deberían estar del rebaño. A los 1600 cardenales, obispos y sacerdotes reunidos en San Pedro les pidió salir a ungir, con los óleos que precisamente en esta misa se consagran para todo el año, a las periferias, donde hay sufrimiento, sangre derramada, ceguera, donde hay “cautivos de tantos malos patrones”. Porque, dijo, el sacerdote que sale poco de sí, que unge poco, se pierde lo mejor del pueblo; y por insatisfacción se convierten en una especie de “coleccionistas de antigüedades o de novedades, pero no en pastores con olor a ovejas”. La llamada “crisis de identidad sacerdotal nos amenaza a todos y se suma a la crisis de la civilización, pero si se sabe barrenar las olas, se podrá ir mar adentro y echar las redes”, dijo el Papa.

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