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El país|Martes, 2 de septiembre de 2003
EL ANALISIS DE LOS PRINCIPALES ENCUESTADORES

Los cien días en la Casa Rosada

Al cumplir los cien días como Presidente de la República, Néstor Kirchner ostenta el grado de aprobación más alto en relación con sus antecesores desde las primeras mediciones en 1983.

Por Raúl Kollmann
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Cien días después, el presidente Néstor Kirchner supera ampliamente su marca electoral.
Todos los encuestadores coinciden en que Néstor Kirchner registra, a los cien días de gobierno, el más alto nivel de popularidad del que se tenga memoria. Según datos históricos relevados por la consultora Ipsos-Mora y Araujo, el 74 por ciento de opinión favorable que hoy tiene el Presidente supera ampliamente al Carlos Menem de sus mejores momentos –42 por ciento en 1995– y también al Fernando de la Rúa de su breve apogeo, cuando contaba con el 47 por ciento de imagen positiva en diciembre de 1999. Para los consultores, la fortaleza de Kirchner está en su estilo y una relación con la gente que tiene tono emocional. Por ahora, nadie percibe que haya una baja en esos índices de aprobación, aunque todos los encuestadores creen que no le será fácil mantenerse a ese nivel porque la serie de confrontaciones y el estilo frontal deja heridos a distintos sectores y ello en algún momento puede trasladarse a alguna franja de la población.
Página/12 dialogó con consultores que han trabajado y trabajan para distintos partidos y candidatos.
u Hugo Haime, de Haime y Asociados: El nivel de aprobación de lo que hace es altísimo y a ello hay que agregar que existe una enorme expectativa. A la gente le parecen bien las políticas relacionadas con Justicia o derechos humanos y quiere que las cosas salgan bien en los demás temas, en especial la economía. Veníamos de una situación de ruptura entre la política y la población, con una alta demanda de un líder que se ocupe de los problemas de los ciudadanos y que demuestre que lucha por la gente. El estilo del Presidente va en línea con esta demanda: la frontalidad, jugarse por sus principios, por sus ideales. Tiene un crédito abierto, por lo menos hasta fin de año, y si él logra resolver el problema económico, sus posibilidades de afianzarse son altísimas.
u Enrique Zuleta Puceiro: Es un balance positivo para los objetivos que Kirchner se había fijado. El quería romper con los prejuicios con los que llegó a la Casa Rosada. Se decía que no tenía votos y el 50 por ciento ni lo conocía. Para colmo, Menem abandonó la segunda vuelta con una frase que lo dice todo: “que Kirchner se quede con su 20 por ciento”, dijo en aquel discurso emitido desde La Rioja. O sea que el cuadro era el de un provinciano, sin capacidad de liderazgo, de escala inferior a lo que se necesitaba y encima dependiente del peronismo bonaerense, sintonizado en la frase “es un chirolita de Duhalde”. Barrionuevo decía entonces: “Hacer campaña por Kirchner es como pasear un perro muerto”. Todo esto fue el centro del problema con el que se encontró el Presidente y en eso descolló: mostró enorme capacidad de iniciativa, autonomía en la toma de decisiones, perfil y personalidad propia. A mucha gente, buena parte de las cosas le parecen incomprensibles o sobreactuadas, pero el resultado final es nítido: lo último que opinaría alguien sobre Kirchner es que es timorato o dependiente. Para lograr esto, hizo muchos gestos, que hoy llevan a reclamar concreciones: no son pocos los que dicen que en materia de pobreza, empleo, salud, educación, falta mucho. Se argumenta que son apenas cien días. Es cierto. Pero también están los que dicen que no es buena tanta lucha por el poder mientras hay muchas cosas pendientes
u Eduardo Fidanza, de Catterberg y Asociados: En primer lugar, alcanzó cifras de aprobación de su gestión –y las mantiene– que son inéditas desde el ‘83, o sea desde los primeros registros que tenemos. Se ha dicho que ha bajado en los últimos días. No registramos tal caída, seguimos teniéndolo entre el 70 y el 80 por ciento de imagen positiva. Habrá que ver qué sucede en los próximos meses, teniendo en cuenta que tiene una agenda muy complicada. Por un lado el estilo del Presidente consiste en construir su poder, pero es un estilo que genera antagonismos y propone confrontaciones todo el tiempo. La agenda es complicada porque es la agenda argentina: las privatizadas, el Fondo, la evolución económica. Hay que ver cómo se va a desenvolver. Es un estilo muy singular, muy activo, pero al crear resquemores, si las cosas no evolucionan puede haber reacciones de los que quedaron lastimados.
u Analía Del Franco: El nivel de popularidad es altísimo y se mantiene. En Mendoza, por ejemplo, 90 por ciento de imagen positiva; en Catamarca también más del 80 por ciento y lo mismo ocurre en Río Negro. Lo bueno está frenando algunos ruidos o críticas que se vienen perfilando. Pero por ahora, lo positivo, como el estilo, está prevaleciendo ampliamente y la gente tiene muchas ganas de que todo le vaya bien. Incluso en Capital Federal, con toda la controversia electoral, Kirchner tiene más del 80 por ciento de calificación bien o muy bien. El vínculo que está armando con la gente es sólido, porque entra desde lo emocional, no desde lo racional. Eso es lo que lo va a sostener si tiene que tomar alguna medida más antipática para las clases medias, por ejemplo. La gente lo quiere y él no pone distancia. El ciudadano común confía, piensa que no tiene doble discurso. Ve que es impulsivo, pero por ahora se lo perdona. Aparece como genuino. La incógnita está en si va a poder desenvolverse en la situación económica. No es la crítica de que no está haciendo bien las cosas con el FMI, sino todo lo contrario. La gente valora que, igual que Lavagna, negocia desde una posición dura. Pelea y lo hace todos los días.
u Artemio López, de Equis: Es una representación política renovada. Vuelve a tener una forma de dirigirse a la gente, hay una continuidad histórica con los liderazgos que existían antes del neoliberalismo, como los de Perón, Yrigoyen, Balbín o Alfonsín. En una palabra, reinstala la política en la gente. Es de suponer que una imagen de 90 puntos tienda a bajar, pero no por tal o cual medida. Yo no hago la dictadura de la imagen, creo que hay medidas de gobierno que necesariamente confrontan, porque siempre hay intereses de sectores, grupos, franjas, que tal vez impacten a una parte de la opinión pública. Un gobierno puede estar cambiando el país, más allá de los niveles de imagen de sus dirigentes. Tampoco creo en la dictadura de la opinión pública: baste recordar lo que decía la gente en el primer tramo de los ‘90. El mejor Menem para la opinión pública, fue en perspectiva el peor Menem para el país. Además, la opinión es muy cambiante. Lo fundamental es un proyecto, no la opinión de la gente. Es lo único que realmente salva.

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