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El país|Martes, 23 de septiembre de 2003
OPINION

Desafío atractivo

Por Alfredo Zaiat
Dicen que si un problema no tiene solución dejó de ser un problema y, por lo tanto, no merece ser abordado, para no invertir recursos en una meta imposible de alcanzar. Con otras palabras, esa filosofía la expresó Néstor Kirchner cuando dijo que Argentina no puede seguir simulando que puede pagar una deuda impagable. Avanzar en ese camino implica una ruptura y sinceramiento de la nefasta historia del endeudamiento creciente, ilegítimo y perverso de los últimos treinta años. La atrevida propuesta de reestructuración de la deuda en cesación de pagos en la lejana capital de los Emiratos Arabes Unidos avanza bastante en ese objetivo de buscar una salida al laberinto de la deuda, aunque sin eludir ese acertijo sin respuesta. Desconocer los intereses devengados de los bonos en default y proponer una quita del 75 por ciento del valor nominal, poda que según Lavagna “no admitirá modificaciones”, implica una audaz estrategia inicial de negociación. Recién cuando se conozcan la tasa de interés y la extensión del plazo de los nuevos bonos se sabrá con mayor precisión la reducción real –lo que los economistas denominan valor presente– de esa deuda. Pero como ya se mencionó, la deuda es un problema sin solución dentro de las condiciones conocidas, incluso con la notable presentación de Dubai. En el caso de que los acreedores acepten ese plan, consentimiento que está por verse, los pasivos externos seguirán por encima de los 110 mil millones de dólares.
Entonces, ante un problema que seguirá presente pese a que la deuda se reducirá a esa magnitud, y si existe la convicción de que en la lógica del endeudamiento de los países periféricos no hay atajos a esa trampa, resulta imprescindible precisar quién tiene que pagarla. Este proceso de negociación abre un desafío atractivo para que la carga no recaiga nuevamente sobre los más débiles. Se estima que el dinero en efectivo, activos financieros e inmuebles de argentinos en el exterior asciende a un monto que va de 140 mil a 170 mil millones de dólares, según la fuente. Como se sabe, esa fuga de capitales es la contracara de la monumental deuda que todos los argentinos supieron conseguir.
Aunque a muchos le parezca descabellado, Argentina puede avanzar en convenios impositivos con los países en donde están esos activos para gravarlos. Y lo recaudado destinarlo a pagar la deuda. Esa propuesta no corresponde a un grupo rebelde, sino que es propiedad del ex presidente del Citibank John Reed, quien se la acercó a comienzos del ‘90 a Carlos Menem, de quien obtuvo de respuesta su previsible indiferencia. Por esa vía de pago, al menos, el problema de la deuda seguirá existiendo pero no será una injusta carga para todos.

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