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El país|Jueves, 13 de noviembre de 2014
Diputados convirtió en ley el proyecto para expropiarla, restaurarla y reabrirla

La Confitería del Molino, rescatada

Por unanimidad y con una alegría evidente, la Cámara sacó del abandono al notable edificio cerrado hace casi veinte años. Este año comienza la restauración y se hará una concesión para reabrir el local a la calle.

Por Sergio Kiernan
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Julián Domínguez, que hizo posible la sanción, con preservacionistas de Basta de Demoler.

Después de casi veinte años a puertas cerradas y con un alarmante deterioro físico, el edificio de la Confitería del Molino comenzó ayer su camino de vuelta al esplendor. La notable creación del arquitecto Francesco Gianotti, que está por cumplir un siglo, fue expropiada por la Cámara de Diputados en un voto unánime. La esquina de Rivadavia y Callao, justo enfrente al Palacio Legislativo, será restaurada por el mismo equipo que ya está renovando el Congreso, la confitería será reabierta y el edificio destinado a un centro cultural y a usos legislativos.

La Confitería del Molino fue inaugurada en julio de 1916, a tiempo para el Centenario de la Independencia, y desde el primer día fue una obra notable (ver aparte). Sus propietarios originales, los Brena, y sus descendientes la mantuvieron en funcionamiento hasta finales de los ochenta. Luego la confitería y el edificio en bloque fueron vendidos, los nuevos dueños tuvieron una quiebra muy cuestionada y, para 1996, la confitería cerraba. De a poco, el lugar fue desactivado, los inquilinos se mudaron –excepto una señora que siguió viviendo en su departamento en condiciones muy precarias– y el edificio se deterioró.

Curiosamente, al momento del cierre acababa de ser designado como Monumento Histórico Nacional, además de sus protecciones porteñas como Patrimonio de la Ciudad y su presencia en un Area de Protección Histórica. Esto evitó que fuera demolido y ayudó a que se preservara su famosa marquesina de hierros y vitrales, que lleva años envuelta en una malla de seguridad. Pero el edificio nunca fue vendido ni restaurado, y hoy está en un estado material crítico.

En 2011, el entonces senador Samuel Cabanchik logró unificar criterios entre varios proyectos de expropiación y en noviembre de 2012 se le dio media sanción a la iniciativa de recuperar el Molino. La ley indica que el Ejecutivo comprará el edificio para que lo use Diputados, que la confitería será reabierta por una concesión, que se creará un museo del Molino y un centro cultural, Las Aspas.

La ley pasó a Diputados y ya amenazaba dormir por siempre en los cajones legislativos, cuando el presidente de la Cámara, Julián Domínguez, decidió tomarla como propia. Este agosto, Domínguez aprovechó un plenario de comisiones de Diputados y presentó el proyecto, que fue aprobado sin disidencias. Ayer al mediodía, la ley llegó al recinto para ser votada.

Domínguez no quería que fuera una votación y nada más, sino un gesto hacia el patrimonio. El ahora diputado comenzó a mostrar su vocación por el tema cuando era ministro de Agricultura poniendo en marcha la restauración de la sede de esa cartera, el edificio doble de la avenida Paseo Colón, que acaba de ser terminada de acuerdo con su plan. Llegado al Congreso, Domínguez de inmediato creó un complejo equipo interdisciplinario que incluye personal de la casa, universidades y especialistas para restaurar el Palacio Legislativo. Los extensos trabajos ya realizados son un muy raro ejemplo en el país de rigor científico, paciencia y artesanía.

Por eso, el Molino fue ayer el primer tema en una agenda legislativa compleja y Domínguez arrancó saludando el ex senador Cabanchik como invitado especial del día. Luego hubo discursos en apoyo a la iniciativa de Liliana Mazure, Juan Cabandié y María del Carmen Bianchi, entre los oficialistas, y de figuras de la oposición como Patricia Bullrich y Roy Cortina. La nota discordante la dio el diputado de Unen Martín Lousteau, que objetó “el costo” de crear un centro cultural en el edificio. Pintorescamente, el diputado Alberto Asseff, massista de UNIR, citó a Lousteau para explicar por qué fue el único en abstenerse en la sesión de ayer.

Domínguez hasta bajó a su banca para poder hablar él también como un diputado y definir la iniciativa como “un sueño de todo el Congreso”. El presidente de la Cámara explicó el contexto de la Manzana Legislativa, el área inmediata al palacio, y el lugar del Molino en el plan, y destacó que el edificio es un “patrimonio cultural de todos los argentinos”. Y agregó un concepto de fondo: la expropiación es una manera “de revertir la imagen de deterioro de los edificios públicos de todo el país”, idea que guía “la restauración de esta casa y ahora de un edificio simbólico”.

El voto fue unánime, pero doble, ya que varios diputados que habían salido del recinto insitieron en poder votar ellos también, con lo que se anuló el primer voto y se realizó el segundo. Así el resultado final fue de 217 a favor, nadie en contra y una abstención. El público aplaudió con ganas, acompañando a los diputados. En los palcos estaban patrimonialistas como el arquitecto Marcelo Magadán y Santiago Pusso, entre otros miembros de la ONG Basta de Demoler.

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