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El país|Martes, 5 de mayo de 2015
Entrevista a Ernesto Samper, secretario general de Unasur

“Deben terminarse los enclaves militares como Malvinas y Guantánamo”

Número uno de la Unión de Naciones Suramericanas, el ex presidente de Colombia dijo a este diario que “en drogas fuimos duros con los débiles y débiles con los duros”. Sus proyectos.

Por Martín Granovsky
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Dice que su marco general es “pasar de la visión a la acción”. Explica que “Unasur lleva varios años trabajando en el diseño de políticas públicas para profundizar la situación de paz en la región, de continuidad democrática y de vigencia de los derechos humanos”. De visita en Buenos Aires justo en el quinto aniversario de la asunción de Néstor Kirchner como primer secretario del organismo regional, Ernesto Samper sugiere trabajar en “hechos de integración que le den mayor legitimidad a ese proceso”.

–¿Qué hechos, por ejemplo?

–Proyectos de convergencia entre las diferentes formas de organización regional. La Alianza del Pacífico, el Mercosur, la Aladi, el ALBA... Debemos encontrar puntos en común que se puedan sumar, y eliminar duplicidades. Es un proyecto de largo aliento e importante para la región. Hay que trabajar en la ciudadanía sudamericana, en el pasaporte común y la homologación de títulos, en la unificación a través de los consulados, en la consolidación de la visa de la Unasur.

–Y está pendiente la cuestión de la integración física.

–Como usted sabe, sobre 31 proyectos presentados por todos los países escogimos siete que involucren a más de dos países, desde la carretera que parte de Caracas y pasa por Bogotá hasta el ferrocarril interoceánico y la hidrovía. Son proyectos por 27 mil millones de dólares. Los jefes de Estado le dieron su bendición. Ahora nosotros estamos creando un equipo para pastorear proyectos. ¿Por qué no apurar, por ejemplo, el banco de precios de medicamentos para que la gente compare precios, el mapa de genéricos y el fondo común para comprar la nueva droga contra la hepatitis?

–¿Venezuela supone un país en crisis para Unasur?

–Venezuela es un país con problemas, pero no es un país problema, como algunos han tratado de presentarlo. Nadie puede negar que hay dificultades, pero se resuelven a través de sus instituciones y de escenarios de confrontación democrática. El gobierno convocó a más de 15 elecciones. Mire, en general en América latina no hubo procesos importantes de cambio que no hayan sido sometidos a la refrendación democrática. Uno de los valores de referencia de la región es la democracia. Y lo que digo no es retórico. Los que me han antecedido en la Secretaría de Unasur se jugaron por la democracia y por la continuidad democrática en los momentos más críticos. Ante el intento de sedición en Bolivia, frente al golpe en Paraguay, ante el golpe policial en Ecuador. Siempre. Y Kirchner medió como secretario de Unasur entre Colombia y Venezuela. Por eso hoy en Venezuela la Unasur trabaja institucionalmente. No se trata de tener partido ni de tomar partido. Nuestro partido es la democracia y su preservación.

–No es la posición de Washington, que unilateralmente decidió que Venezuela es una amenaza contra su seguridad nacional.

–Es una bravuconada retórica declarativa, pero que en el fondo está expresando una manera equivocada de entender las relaciones con estos países. Es un juicio unilateral de descalificación gratuita de un país. El mismo juicio que muchas veces se hace en materia de derechos humanos, de lucha contra las drogas o en cuestiones de protección ambiental. Lo que está equivocado es que ningún país se puede atribuir el derecho de juzgar la conducta de otro. Es probable que no tenga tanta importancia práctica el hecho de que siete ciudadanos de Venezuela no puedan obtener la visa en los Estados Unidos. El hecho de fondo es la descalificación de un país para imponer un marco de sanciones progresivas. Es lo mismo que están aplicándole a Rusia. Como un escalamiento. La Cumbre de las Américas de Panamá entendió, y así se reflejó en las sesiones, que el camino para el restablecimiento de las relaciones hemisféricas es sacar del diccionario de política exterior la palabra “unilateralismo”.

–La Argentina afronta el ataque de los fondos buitre. Pero los fondos atacan también toda forma de regulación financiera, incluso en los propios Estados Unidos. ¿Hay una mirada general de Unasur, además de la condena que ya emitió el organismo en su momento?

–Conviene analizar el tema de los fondos buitre, deben mirarse dentro de la problemática general según la cual la región debe tener estrategia de financiación independiente. Discutamos más, como venimos haciéndolo, la necesidad de que haya un fondo regional de reservas o pagos por compensación que no sean necesariamente en dólares, o apalancamiento en el banco de los Brics o de China, o mecanismos de solución de controversias blindados contra el lobby privado. Todo es parte del mismo tema. Arreglar los problemas pendientes de deuda soberana tiene que ver con la autonomía financiera y con la soberanía financiera. Si no miremos a Europa. Sin autonomía financiera no hay autonomía política.

–¿Hay un paradigma Unasur sobre la lucha contra las drogas?

–El tema de las drogas está en la agenda prioritaria de la Secretaría General de Unasur. Llevamos a la última reunión del consejo una propuesta de iniciativa en materia de drogas que presentaría Unasur como región del 2016. La propuesta es muy sencilla. Su premisa básica es que tenemos una política de drogas en que fuimos débiles con los duros y duros con los débiles. Cambiemos el chip. Esa política se desentendió del lavado de activos y del crimen organizado y nos hemos dedicado a encarcelar pequeños campesinos del Putumayo o del Chapare, a perseguir los microtraficantes, a las pequeñas mulas que meten un kilo. Estamos metiendo a la cárcel consumidores y lo estamos haciendo para hacerle una venia a la vieja concepción de que las drogas es un problema de oferta y no de demanda. Sin llegar a una legalización, que interesaría a los neoliberales por razones de mercado, bien podemos pasar a una descriminalización tolerante con los eslabones débiles de la cadena. Demos posibilidades de sustitución social de cultivos ilícitos. Fortalezcamos las posibilidades de perseguir al crimen organizado. La nueva política se está elaborando con personajes emblemáticos como el padre Juan Carlos Molina, el de la Argentina. Sudamérica tiene autoridad moral para el cambio de la política prohibicionista que lleva cien años de fracaso. Hemos destruido los bosques amazónicos. Montamos radares. Somos perjudicados por el lavado de activos. Ya es tiempo de que articulemos una política alternativa y lleguemos a las discusiones con la frente en alto.

–¿Qué pasos dará el Consejo Sudamericano de Defensa?

–Ya se lanzó la Escuela Sudamericana de Defensa en Quito. Es una respuesta a la nefasta Escuela de las Américas, en la cual se trató de adoctrinar a los altos mandos de la región durante muchos años alrededor de dos tesis sofísticas. La primera, que nuestros enemigos eran los comunistas que nos invadirían. La segunda, que las hipótesis de conflicto eran entre nosotros. Perú contra Ecuador, la Argentina contra Chile... Nosotros, enemigos de nosotros mismos. Montamos la Doctrina de la Seguridad Nacional, que causó serios estragos. La propuesta que hicimos en la última reunión fue trabajar en una doctrina de seguridad regional. Las amenazas son comunes pero no ideológicas. Son globales. El desafío climático o la posibilidad de una interferencia indebida como se vio en el caso de Venezuela. Si queremos darle validez a una política nueva deben terminarse los enclaves militares como Malvinas y Guantánamo.

–Está pendiente el proceso de paz en Colombia, ¿no es cierto?

–Es la cereza que le falta a la paz de Sudamérica, porque ese conflicto armado es el más viejo del mundo y lleva más de medio siglo. Hoy atraviesa por dificultades, pero son propias de todo proceso de paz, especialmente al final. Me llama la atención que hay algunos sectores en Colombia, desafectos con el proceso de paz, que aprovecharon episodios lamentables y dolorosos como el asesinato de los soldados del Cauca para proponer en la práctica el abandono del proceso. Si se llegara a firmar la paz jamás se deberían volver a presentar episodios de este tipo. Es un desafío a la capacidad de solucionar democráticamente los conflictos.

–El ex juez de la Corte Suprema argentina Raúl Zaffaroni dice que en América latina hay lo que llama un “genocidio por goteo” contra pobres, jóvenes y negros.

–La seguridad democrática es un gran reto que tenemos por delante. Ni queremos ni podemos construir un muro como los de México o de Israel para defendernos de los violentos o de los agresores. Pero la región sí debe mantener muy firmemente estas apuestas para que sea un oasis de paz en medio del mundo. Preservar la convivencia étnica, mantener alejadas las tentaciones de construir armas nucleares o el desescalamiento militar (porque invertimos demasiado en eso) nos darán la chance de mirar mejor otros frentes donde se están complicando las condiciones de convivencia. En México, Venezuela, Colombia y Brasil está concentrado el 25 por ciento de los homicidios del mundo. Hay una clara relación entre exclusión social e inseguridad ciudadana. La región no es un paraíso. Tiene unos grandes y graves problemas. El principal son los altos niveles de exclusión social. No somos la más pobre del mundo sino la más desigual. Eso se traduce en brechas de género, brechas educativas, brechas de regiones dentro de los países. El gran propósito de la región es superar las condiciones de exclusión que están asociadas al tema de la inseguridad ciudadana.

–¿Puede ser eficiente Unasur? Lula suele contar cómo él, Hugo Chávez y Kirchner sufrían porque alcanzaban acuerdos que luego no tocaban tierra.

–Es un fenómeno que se vive también a nivel nacional en cada país: la guerra de la administración contra el gobierno. Es una guerra no declarada, obviamente. Círculos de poder dentro de la administración pública, burocracias enquistadas. Lo vivimos los que fuimos presidentes o los que ocupan hoy esos cargos. Fijamos una meta y empiezan los mecanismos conspirativos para que esas metas no se cumplan. Para saltear esa guerra hay que hacer cosas concretas. Tengo la ventaja de que, en mi caso, nadie puede decir que soy secretario de Unasur como trampolín para ser presidente. Ya lo fui. Estamos por servicios prestados, no por acumular servicios hacia el futuro. Lo mío es tarea y hobby. Y la oportunidad es muy grande, por la gran homogeneidad que existe en los gobiernos sobre ciertos temas como el de la inclusión. Todos empujan a su manera para el mismo lado, Pasada la negra noche neoliberal de los ’90, todos empujan a su manera para el mismo lado.

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