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El país|Domingo, 10 de marzo de 2002

Masticando bronca y pidiendo a Dios

Solo, encerrado, sin poder salir del país, viendo cómo se complica su situación legal, el ex presidente De la Rúa mastica odios. Brama contra algunos ex ministros, recibe a lo más cuestionado de su pasado, reza seguido y extraña a su hijo.

Por José Natanson
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De la Rúa sigue encerrado en su quinta, Villa Rosa, alimentando broncas y volviendo a los viejos aliados.
Encerrado y solo, Fernando de la Rúa ha optado por volver a las fuentes. Por eso reza más que nunca y recibe algunas visitas que recuerdan lo peor de su pasado: pocos días atrás estuvieron Roberto Clienti, un ex legislador comprometido en casos de corrupción, y Dora Martina, que fue echada del Gobierno de la Ciudad acusada de discriminación. Sin embargo, lo que más le duele al ex presidente no es el aislamiento, sino la distancia con su hijo mayor: Antonio cerró la sucursal porteña de su consultora y ya no visita a su padre, al que no ve desde Navidad.
Algunos ex delarruistas lo llaman el Aiello Tour: el secretario privado del ex presidente, Leonardo Aiello, pasa a buscarlos en su auto y los lleva disimuladamente a la quinta de Villa Rosa, donde De la Rúa los espera rumiando broncas.
Es que, luego del fracaso de su gestión, De la Rúa se refugia en la solidaridad de algunos personajes claves de su historia política, de quienes se alejó cuando la candidatura presidencial le exigía un cambio de imagen.
Estuvo su viejo amigo Clienti, sospechado de enriquecerse ilícitamente y de acceder a un crédito irregular del Banco Ciudad. Y también Martina: ex legisladora, ultrarreaccionaria, Martina calificó de “abortista” la Ley de Salud Reproductiva de la Ciudad, fue acusada por una prima de pertenecer a la SIDE durante la dictadura y hace poco perdió el trabajo. Era vice del Consejo del Menor de la Ciudad, pero Aníbal Ibarra le pidió la renuncia luego de que el Comité de Seguimiento de la Convención de los Derechos del Niño –que integran organizaciones como las Abuelas de Plaza de Mayo– la acusara de discriminación: según la denuncia, Martina perseguía abiertamente a un joven empleado municipal por considerar que tenía sida y era homosexual.
A menos de tres meses de haber abandonado el Gobierno, De la Rúa charla mucho con su hija Agustina y su yerno Juan Petracchi y recibe esporádicas visitas de quienes fueron sus funcionarios. De los importantes, apenas se le acercan Nicolás Gallo, Adalberto Rodríguez Giavarini y, de vez en cuando, Rafael Pascual.
El resto se ha alejado para rehacer su vida, y algunos de ellos se han convertido en los ejes de la bronca del ex presidente. Por ejemplo el ex jefe de Gabinete, Chrystian Colombo, motor político del segundo año de su mandato, a quien De la Rúa responsabiliza hoy por el fracaso de su gestión. “Me dijo que había que pactar con el peronismo, que podíamos llegar a un acuerdo, y al final me destruyeron”, es una de las frases más escuchadas en Villa Rosa.
Las malas noticias se acumulan. El pedido de expulsión del partido prospera en el Tribunal de Disciplina de la UCR y la situación del ex presidente en la causa por la masacre del 20 de diciembre es comprometida. Para colmo, Antonio está cada vez más lejos y todo indica que no tiene muchas ganas de volver a Buenos Aires.
Luego del colapso del gobierno, el joven De la Rúa se refugió en Miami y apenas volvió una vez, para pasar la Navidad con su familia. Su padre no lo ve desde esa fecha y parece que no tendrán muchas chances de reencontrarse: el ex presidente tiene prohibida la salida del país por orden judicial y Antonio decidió cerrar la sucursal porteña de Justamente, la consultora de marketing que nunca arrancó del todo y que ahora sólo existe en Estados Unidos.
Sus contactos son los de siempre. Habla seguido con su hermano Aíto, que quiere probar suerte en el rubro de la informática, y con unos pocos integrantes del desmadrado Grupo Sushi: conversa regularmente con Lautaro García Batallán y con Darío Lopérfido, que estuvo en España buscando trabajo.
Por supuesto, el joven De la Rúa no quiere saber nada con Buenos Aires, prefiere el sol primermundista de Miami y el amor de Shakira. Contra todos los rumores, la relación está afianzada: tanto, que incluso han pensado en casarse, aunque descartaron celebrar la boda en la Argentina por temor a un escrache.
Además, entre tanta mala onda hay que reconocer que la fidelidad de la colombiana es a prueba de balas. Según un ex integrante del Sushi Group, Shakira se cansó de las versiones sobre el quiebre de su pareja y decidió despejarlas con una señal contundente: incluyó a su novio en su último video, Underneath your skin, donde los dos tortolitos bailan abrazados. El gesto cobra más valor si se tiene en cuenta que el protagonista original iba a ser otro Antonio, más buen mozo, menos patadura y apenas más famoso que el joven De la Rúa: el actor español Antonio Banderas.

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