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El país|Lunes, 7 de septiembre de 2015
Entrevista al politólogo Julio Burdman

“No hay desequilibrios urgentes”

Burdman analiza el sistema electoral nacional y el reclamo de reforma impulsado por la oposición. “La agenda institucionalista es la única que realmente puede unir a los opositores, que compiten entre sí en otras cuestiones”, observa.

Por Sebastian Abrevaya
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Julio Burdman es doctor en Ciencia Política, profesor en la UBA y la Escuela de Defensa Nacional.

A unos cincuenta días para la elección presidencial, los principales dirigentes de la oposición instalaron en la agenda de campaña un reclamo para reformar el sistema de votación, trasladando al plano nacional las irregularidades en la elección tucumana, que todavía se encuentra a la espera del fin del escrutinio definitivo. El tema será motivo de una presentación opositora mañana, en Diputados. Sin embargo, desde ámbitos académicos e intelectuales descartaron la posibilidad de modificar antes del 25 de octubre el sistema de boleta partidaria que se usa actualmente y plantearon otras prioridades. Julio Burdman, doctor en Ciencia Política del Instituto de Estudios Políticos de París, docente de la Universidad de Buenos Aires y de la Escuela de Defensa Nacional, asegura que la utilización de la agenda más “institucionalista” por parte de la oposición “entorpece el reformismo del sistema”. “Si se produce un clivaje de partidos alrededor de este tema, nunca se cambiará nada, porque lo electoral solo se reforma con el acuerdo de todos”, afirma.

–A raíz de la elección en Tucumán, la oposición planteó como un reclamo urgente la modificación de cuestiones vinculadas al sistema electoral, más específicamente el método de votación. ¿Es prioritario hacer una reforma en ese sentido?

–Hoy no hay desequilibrios urgentes en el sistema electoral. La Constitución de 1994 y la reforma de 2010 ya abordaron los principales núcleos críticos del sistema con el que iniciamos el ciclo democrático a partir de 1983: colegio electoral, régimen electoral presidencial, democratización de los partidos, financiamiento de campañas publicitarias, etcétera. Nuestro sistema electoral hoy es bastante congruente con el estado de nuestro sistema democrático y por eso no creo que, en lo esencial, esta cuestión deba estar en el tope de la agenda. Sobre los temas de fondo, en lo personal sigo creyendo que el sistema actual descansa excesivamente sobre el poder electoral del presidente. El presidente es el único cargo de distrito nacional, y eso explica en buena medida el sesgo presidencialista de nuestra política. En mi opinión, un sistema mixto de elección de diputados nacionales, que incorpore la figura de los diputados por distrito único junto con los actuales diputados por provincia, contribuiría en algo a equilibrar el peso del Ejecutivo. Pero esas son discusiones que hoy no están en agenda y no tienen consenso político.

–¿Y con respecto al mecanismo de votación puntualmente? ¿Hay que terminar con la boleta australiana o boleta partidaria?

–Eso responde a la agenda operativa, que no se refiere a lo estructural del sistema, sino a los mecanismos de votación y la organización electoral. Esa agenda, que hoy está de moda, es más técnica y de ajustes permanentes. No debería estar tan politizada. Sobre la boleta partidaria creo que hay que cambiar necesariamente el mecanismo, porque hoy está colapsado. Funcionó muy bien durante décadas, pero las condiciones cambiaron. Ese colapso se debe a la incapacidad operativa de los partidos –la única excepción es el peronismo– para aportar al sistema: hay que darle más intervención al Estado. Pero el mecanismo que adoptemos no debería alterar el espíritu partidista de nuestro Código Electoral. La boleta partidaria induce al votante a elegir al mismo partido en todas las categorías y eso no es malo. Nuestra democracia es de partidos. Si vamos a cambiar nuestra boleta partidaria por una boleta única electrónica (BUE) nacional, pienso dos cosas. Primero, que solo debería aplicarse en una instancia de oferta reducida. En las primarias, que tienen muchos candidatos y son un proceso más cercano a los partidos, deberían seguir usándose las boletas partidarias, y reservar la BUE sólo para elecciones generales o ballottages. Segundo, la BUE debería tender a vincular los tramos electorales por partido, salvo que el votante “corte” electrónicamente. No hay que perder, insisto, el espíritu partidista del sistema.

–¿Es posible realizar un ordenamiento del cronograma electoral cuando eso depende de las provincias?

–Sólo para presidente y diputados nacionales. Es incompatible con los niveles provinciales y municipales, salvo una reforma profunda que no conviene a nadie.

–¿Qué busca la oposición poniendo el eje en la cuestión del fraude y sembrando dudas sobre los resultados futuros? ¿Esa deslegitimación del sistema actual no funciona como una suerte de reconocimiento implícito de una eventual derrota?

–Creo que se busca generar un efecto político de desgaste al oficialismo y, de paso, utilizar el tema para generar una instancia de diálogo intraopositor. La agenda “institucionalista” es la única que realmente puede unir a los opositores, que compiten entre sí en otras cuestiones, y por eso se abusa de ella. A mí no me gusta que las confrontaciones se orienten a estos temas porque se empobrece la campaña, que estaría mejor si estuviese dominada por debates económicos y de políticas públicas. Además, eso entorpece el reformismo del sistema. Si se produce un clivaje de partidos alrededor de este tema nunca se cambiará nada, porque lo electoral sólo se reforma con el acuerdo de todos.

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