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El país|Jueves, 10 de septiembre de 2015
TATY ALMEIDA EN EL MUSEO DEL BICENTENARIO

Homenaje a una madre

La artista Paula Cecchi presentó el retrato de Almeida, que integra la muestra del museo. “No es Taty la que está ahí, es la memoria”, afirmó la referente de Madres-Línea Fundadora.

Por Ailín Bullentini
La obra La sonrisa de Taty es producto de varios encuentros compartidos con la artista desde 2011.
Imagen: Sandra Cartasso.

Taty desmontó el micrófono de su pie y se acomodó en el medio del escenario improvisado. Sonrió y mencionó casi a cada una de las personas que la observaban sonrientes, celebrantes un poco por el reconocimiento a la Madre, otro poco por que la Madre esté allí, de pie, aún. “No es Taty la que está ahí, es la memoria”, resumió sencilla y tan certeramente Almeida, en referencia al cuadro que la eterniza sentada en un sillón, saquito tejido por su hermana, pañuelo blanco en cabeza, prendedor con la foto del hijo desaparecido que la hizo “prócer”, como la definió Paula Cecchi, la autora de la obra que integra de manera permanente el Museo del Bicentenario.

“Estamos acá por que alguien decidió que la sonrisa de Taty podía tener la forma del arte y porque otra persona, Cristina Fernández de Kirchner, decidió que además de estar plasmada tenía que poder ser vista por todo el público”, inauguró la periodista Nora Anchart la breve e íntima presentación del cuadro de Cecchi sobre la Madre de Plaza de Mayo línea fundadora en el lugar que ocupa, desde mediados de julio, en el museo que funciona detrás de la Casa Rosada.

Luego de itinerar por todo el país como ganador de un premio al arte plástico otorgado por el Banco Itaú, “La sonrisa de Taty”, tal es el nombre del retrato –realizado en carbonilla y grafiado con pastel al óleo, tinta china y agujas–, llegó al museo por insistencia de su autora y “sensibilidad” de la Presidenta, consideró la artista, quien “escuchó el deseo” que ella tenía de que el cuadro “esté en un lugar público para aportar a la memoria, sobre todo a la de las generaciones venideras”.

La Taty Almeida sentada en un sillón en blanco y negro sorprende desde las vacaciones de invierno al público que a diario visita el museo del Bicentenario. Ayer recién la Madre logró reconocerse allí, bien cerca del mural recuperado de David Siqueiros, Ejercicio Plástico, una de las estrellas del espacio. Almeida repartió abrazos y besos entre el público que la acompañó a ella y a la artista, integrado por representantes de los organismos de derechos humanos –Madres, Abuelas, Familiares de detenidos desaparecidos e Hijos–, “amigos de la lucha”, comunicadores, autoridades del Museo y miembros de su familia. Agradeció a todos por “el inmenso amor” que recibió durante el último tiempo en el que transitó algunos achaques de salud que, de a poco, supera. “Hoy es un día especial porque puedo estar acá después de ocho meses de ostracismo involuntario, turismo en los hospitales”, destacó, micrófono en mano y una sonrisa tan franca como la de su retrato. “Lo más importante” de la pintura y de su ubicación en el Museo del Bicentenario es, para ella, “el homenaje que significa”. “El cuadro no es un homenaje a mí, sino a todas las madres y, sobre todo, a nuestros hijos. ¿Por qué llevamos nuestros pañuelos si no es porque nos los arrebataron a ellos?”, concluyó. Cecchi la abrazó fuerte y le agradeció por ser su “modelo favorita” y por haberle enseñado “tanto”. Fueron varios encuentros que compartieron ambas desde 2011, cuando la artista le hizo la propuesta estética a la Madre. “Estaba trabajando en una serie sobre las diferentes variantes del vínculo entre madres e hijos y en un momento caí en la cuenta de que en nuestro país tenemos mujeres que por el amor de madre son figuras emblemáticas, símbolos de lucha, amor y fe, próceres”, recontó la pintora. Entonces, dio con Taty y su sonrisa, le propuso, con éxito, retratarla y le pidió que llevara a los encuentros “cosas importantes para ella: se vino con un saquito que le regaló su hermana, el prendedor de Madres y el de Alejandro –su hijo desaparecido– y el pañuelo”. Así quedó inmortalizada. “Ella me dijo que cuando se ponía el pañuelo se transformaba y yo intenté retratar a todas las mujeres que vi a lo largo de los dos años de trabajo en esa persona de pañuelo blanco”, reflexionó Cecchi, para quien el retrato de Almeida no fue uno más. “Descubrí que el arte, el lenguaje plástico puede acercar a la gente a la historia y contribuir a la memoria”, concluyó.

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