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El país|Miércoles, 13 de marzo de 2002
EN MEDIO DE UN CLIMA ANTIPOLITICO, ALFONSIN FESTEJO SUS 75 AÑOS

Un cumpleaños lejos de la gente

Desorientado, con su partido al borde de la extinción, el ex presidente festejó con su familia y algunos amigos. Llamó a Roberto Alemann para solidarizarse por el escrache que sufrió.

Por José Natanson
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Los seguidores de Alfonsín colgaron este cartel frente a su casa.
Raúl Alfonsín cumplió 75 años en uno de los peores momentos de su carrera. Con su imagen pública en niveles irrecuperables y su querido partido al borde de la extinción, el ex presidente se ha convertido en un blanco privilegiado de la bronca antipolítica, que le ha tocado sufrir en carne propia. Deprimido y desorientado, Alfonsín quiere reaccionar, pero sus reflejos más primarios lo inclinan irremediablemente a la defensa corporativa: por ejemplo, se ha comunicado en secreto con Roberto Alemann para manifestarle su solidaridad.
Anoche, Alfonsín festejó su cumple en su departamento de la Avenida Santa Fe. Se acercaron sus hijos –salvo Ricardito, de gira por Buenos Aires– trayendo a algunos de sus 33 nietos y su media docena de bisnietos. Pero ni el ruido de los chicos en el pequeño departamento ni el abundante vino tinto disimularon el clima del festejo marcado por una sensación triste de batalla perdida.
Hubo muchos llamados telefónicos, entre ellos uno del ministro de Justicia, Jorge Vanossi, transmitiéndole los saludos de Eduardo Duhalde. Y unos pocos amigos que pasaron por su casa, entre ellos sus ex funcionarios Juan Sourrouille y Mario Brodersohn y el ex interventor del PAMI Federico Polak.
“Fue el primer presidente de la democracia, después hizo el Pacto de Olivos, fue protagonista de la Alianza y ahora es socio de Duhalde. Sabe que su responsabilidad es enorme y que después de 19 años las cosas no mejoraron mucho. Es más, en muchos aspectos empeoraron”, explicaba uno de sus íntimos.
Y en el tramo final de su carrera política, Alfonsín ha elegido copiarse a sí mismo. En lugar de dar el paso al costado que muchos le reclaman, de apurar la apertura partidaria que siempre promete o de intentar articular su política con los nuevos movimientos ciudadanos, el ex presidente apela a los recursos de siempre (que por supuesto exceden cualquier autocrítica).
La semana pasada vio por televisión cómo un grupito de personas que protestaba por la pesificación su cruzaba con Alemann, lo perseguía unos metros e intentaba taclearlo, hasta que el ex ministro de Economía de la dictadura se refugiaba en un edificio. Quedó shockeado.
“Roberto, usted sabe que sus ideas están en los antípodas de mi pensamiento, pero de todos modos me quiero solidarizar”, le dijo a Alemann en una breve conversación telefónica. Por supuesto, tenía en su memoria el recuerdo amargo del episodio que protagonizó hace dos semanas, cuando se cruzó a los gritos (e incluso voló algún golpe) con un grupo de vecinos de Barrio Norte que habían organizado un escrache en la puerta de su casa.
Pero el contacto con Alemann no es el único gesto que ensaya el ex presidente. En secreto, Alfonsín viene planificando una gira que lo llevaría por la provincia de Buenos Aires y el interior del país. “Quiere tantear el clima y tomar contacto con la gente”, explican cerca suyo. El problema es siempre el mismo: las visitas se realizarán en el marco del radicalismo, convocando a los militantes y los dirigentes partidarios. En definitiva, una gira política en el sentido más clásico y no un intento de conectarse con el nuevo ánimo ciudadano.
Golpeado como nunca, Alfonsín festejó ayer un cumpleaños amargo. “Sabe que su partido corre el riesgo de desaparecer. Con razón o no, cree que si este Gobierno fracasa la democracia está en peligro. Tiene 75 años. No piensa renunciar y está decidido a seguir peleando. El problema es que no sabe bien para dónde tirar la mano”, aseguraba ayer uno de sus amigos.

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