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El país|Domingo, 22 de noviembre de 2015
POSTURAS DISTINTAS DE LOS CANDIDATOS SOBRE EL CONSENSO REGIONAL

Venezuela es el símbolo de la discordia

Scioli calla sobre la política en Caracas, o sea que concede en silencio su ok al acuerdo regional de no entorpecer las parlamentarias del 6 de diciembre. Macri hizo pública su propuesta de castigar a Maduro.

Por Martín Granovsky
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La posición ante Venezuela es el símbolo de las diferencias entre Daniel Scioli y Mauricio Macri sobre política exterior. Por eso una semana atrás, en el debate, Macri le preguntó a Scioli si pediría sanciones para el gobierno de Nicolás Maduro.

Diplomáticos de todo el mundo, y sobre todo de la región, se consultan entre ellos y consultan a los equipos de Cambiemos y el Frente para la Victoria por la posición de cada candidato. ¿Scioli tiene la misma postura que Cristina Fernández de Kirchner? ¿Macri realmente es belicoso o muestra los dientes para ganar votos?

En realidad Scioli nunca habló de Venezuela. Ni a favor de Maduro ni en su contra. En el último año dio signos de que su prioridad sería América latina y, en especial, Sudamérica. Estuvo dos veces con Tabaré Vázquez, la primera cuando el uruguayo resultó electo y la segunda cuando ya estaba en funciones. Visitó a la chilena Michelle Bachelet. Invitó al presidente boliviano Evo Morales a un acto y a un partido de fútbol en su casa La Ñata. Viajó a Cuba y se reunió con el presidente Raúl Castro en medio de la normalización entre Cuba y los Estados Unidos, pocos días antes de que llegase a La Habana el Papa Francisco. Comió con Pepe Mujica en la chacra de Montevideo. Y tejió una relación especial con Lula, que lo recibió en su instituto del barrio paulista de Ipiranga, viajó a la Argentina para apoyar su candidatura y el 27 de octubre último, al cumplir 70 y recibir el saludo del gobernador argentino, le dijo: “Hay una sola cosa que no podés hacer y es deprimirte vos”. Incluso viajó a Brasilia en plena campaña para reunirse con Dilma Rousseff cuando la presidenta afrontaba riesgo de juicio político.

Mujica, Lula, Dilma y Castro apostaron a Scioli. Maduro también, porque averiguó y conoce la lógica del candidato del FpV:

- Mantiene silencio frente a la situación venezolana y no se muestra ácido como Macri.

- No es partidario de romper la homogeneidad sudamericana, por lo cual ese silencio en principio no debería convertirse en hostilidad.

No solo en la Argentina Venezuela, con su perspectiva de elecciones parlamentarias el 6 de diciembre, dentro de solo dos semanas, separa a los dirigentes políticos. En Uruguay enfrentó nada menos que a Pepe Mujica con su ex canciller, Luis Almagro. Como secretario general de la Organización de Estados Americanos Almagro se aventuró a escribir una carta de 18 páginas exigiendo garantías especiales para los comicios del 6. El jueves último Mujica se despidió de él en público. Le dijo, textualmente, “adiós”. Fue una ruptura política con posibles efectos dentro del Frente Amplio.

Cuando participó en Medellín de la Conferencia Latinoamericana de Ciencias Sociales organizada por Clacso, Mujica fue consultado por el caso venezolano y por la carta. Dijo que no había leído el texto y comentó que sería aventurado hacer declaraciones en público porque veía en el horizonte un proceso en el que “todos se juntarían para conversar”. Pareció referirse al gobierno de Maduro y a las distintas vertientes de la oposición de derecha. Muerto Kirchner, solo Mujica y Lula parecen tener al mismo tiempo la vocación de criticar a Maduro amistosamente y en privado, sin hacer jamás ningún cuestionamiento en público, y el peso suficiente como para que el presidente venezolano los escuche con atención. Por torpeza o por empatía con los políticos de derecha o de centroderecha de la región, Almagro pudo haber arruinado una vía de negociación discreta en la política de Venezuela. Mujica ya colaboró con éxito con la paz en Colombia cuando rodeó a las dos partes que discuten en La Habana con su aureola de santo laico que busca un acuerdo.

En cuanto a Macri, hasta ahora cuentan sus relaciones, y ninguna de ellas permite pensar en gestos amistosos hacia Caracas. Sus mejores amigos políticos en el exterior son José María Aznar y su Partido Popular, el ex candidato presidencial de la derecha chilena Joaquín Lavín, de la Unión Demócrata Independiente, y el intransigente colombiano Alvaro Uribe, presidente hasta 2010 y sponsor de los grupos paramilitares.

Diplomáticos de Sudamérica descuentan que, si es Presidente, Scioli mantendrá su actual posición: silencio sobre Venezuela y apoyo indirecto al no romper el consenso regional que sirve de paraguas a Maduro. Se preguntan si Macri haría lo mismo. Si preferiría el consenso para no romper lanzas sobre todo con el gobierno brasileño, o si intentaría liderar una contraola que lo convirtiese en el abanderado de un Mercosur políticamente más cercano a Washington, o sea devaluado como instancia de integración.

En el fondo ésa es la pelea, más allá o más acá de Venezuela.

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