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El país|Lunes, 23 de noviembre de 2015
La concentración de militantes e inorgánicos del kirchnerismo

El aguante en la Plaza de Mayo

Muchos lloraron, otros se dieron fuerza para la nueva etapa. “Vamos a estar acá, siempre acá”, prometía una chica que llamaba a defender lo logrado en estos doce años. Una multitud se reunió para reconocerse en el otro y darse ánimo. Los testimonios, los cantitos.

Por Ailín Bullentini
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Los grupitos de amigos, las familias, las parejas fueron copando el pasto de la Plaza.

La pantalla gigante mostraba el 52,06 a 47,9 de pasadas las 19.30. El escrutinio era mínimo y los pies cuyos dueños aún no se animaban a hablar de “Macri presidente” comenzaban a llegar por las calles que delimitan la Plaza de Mayo. Faltaban tres horas para que escucharan la felicitación de Daniel Scioli a la fórmula de Cambiemos por haber ganado el ballottage. Muchos lo hicieron llorando; varios jóvenes bajo las banderas de sus organizaciones políticas, la mayoría “militantes cuentapropistas”. Tras el discurso, algunos se fueron y otros se quedaron buscando algo, sin saber bien para qué. “Me quedo esperando algo que no sé bien cómo definir. Temo irme y que se de vuelta el resultado y no poder estar acá para celebrarlo”, confesó Julio, petrificado frente al Cabildo, con la mirada puesta en la pantalla gigante a través de la que, unos instantes atrás, el candidato cuya boleta puso en el sobre de la segunda vuelta, le agradeció el apoyo. La tendencia no se revirtió. “Vamos a estar acá, siempre acá”, prometió Estefanía, bastante más joven que Julio, pero igual de inmóvil.

Ayer, la Plaza no fue el núcleo de la concentración militante, que concentró en torno de la pantalla, ubicada en la esquina del bunker oficialista –Bolívar, Diagonal Sur e Hipólito Yrigoyen–, pero sí el manto en donde muchos hombres y mujeres, jóvenes y adultos, descansaron los malos augurios que empezó a confirmar el escrutinio. Ismael tiró la bici con la que pedaleó desde Almagro en el piso y se sentó del otro lado de la verja que protege uno de los espacios verdes de la Plaza. Y ahí aguantó, lata de cerveza en mano, a que cayera el sol y el resultado del ballottage. “Lo pienso y me angustio hasta ponerme a llorar como un gil. Pero en vez de llorar en casa me vine a acá, la amplificadora de todos los reclamos, es como dar testimonio de que acá vamos a estar para lo que se necesite reclamar en los años que vienen.”

Las banderas fueron pocas, aunque ruidosas: La Cámpora, Movimiento Evita, Nuevo Encuentro se amucharon desde pasadas las 18 en el asfalto cruzado bajo la pantalla gigante desde la que militantes sciolistas repartían remeras y gorras naranjas que tomaron orgánicos e inorgánicos. Seamos Libres, Peronismo Militante y el Partido Comunista se sumarían con el correr de las horas en derredor de la proyección. No faltaron los bombos y las canciones alusivas a Néstor Kirchner (“Ohhh, yo soy argentino, soy soldado del pingüino”) y a Cristina (“No se va, Cristina no se va, con el pueblo en la calle va a estar”) y a los setenta: “A pesar de las bombas, de los fusilamientos, los compañeros muertos, los desaparecidos, no nos han vencido” fue lo único, además de la angustia y las lágrimas, que unificó a embanderados y autoconvocados.

Cecilia, su hija Keyla y el novio lograron quedarse con unas gorras con el “Scioli presidente” en las viseras. Lo votaron en Avellaneda: “Votamos por Argentina y para que no se vayan los sueños alcanzados. Yo conozco lo que sucedió en los 90 y temo que los chicos, sobre todos los jovencitos, se desilusionen mucho”, expresó la mamá, de 45 años. La hija, de 17, lo hizo pensando en su hermana, Nicole, que estudia Bioquímica y quiere ser científica. “En los 90 los científicos no tenían apoyo del Estado. Pero acá estamos, para no permitir que eso vuelva a pasar. No retrocedemos, se la vamos a hacer muy difícil.”

Los grupitos de amigos, las pequeñas reuniones familiares, las parejas fueron copando el pasto de la Plaza y, a medida que las horas fueron avanzando, la calle. Estefanía y Nahuel llegaron solos y se turnaron para cubrirse con una bandera argentina. Son “kirchneristas inorgánicos” que salieron a “militar el voto” las últimas semanas y ayer se acercaron a la Plaza “a defender lo que está bien y a reconocer lo que está mal”. “Acá tenés la respuesta de la gente. Ellos tienen los medios y nosotros la calle”, recalcó ella. Algunos pasos más cerca de la pantalla, Julieta mira al vacío con los ojos vidriosos. “Siempre” simpatizó con el kirchnerismo, pero nunca activó. Lo hizo con “algunas batallas”, celebró “las fiestas populares”, marcó “por los derechos humanos cada 24”. Ahora teme “la destrucción de todo”. “Los argentinos no votamos bien. Muchos sí, pero la mayoría cree que con que Cristina no esté más se acaban los quilombos y están erradísimos. Es como resetear muchas cosas que el país ni siquiera se atrevió a imaginar”. Por eso, lloraba.

A su lado, Víctor masticaba bronca.

–Es importante estar acá hoy. Mañana tendremos todos que repensar qué se hizo mal y empezar a trabajar en lo que desunió –analizó.

–¿A vos qué te separó del kirchnerismo?

–Las formas, pero nunca el fondo. Siempre reconocí lo bueno, y lo voy a defender como lo reclamé mientras no lo tuvimos. La calle siempre fue nuestra, que nadie se confunda.

Ricardo y Liliana debatían con sus amigos “de toda la vida” Franco y Beatriz. “Las elecciones las gana Macri y las perdemos nosotros les decía, porque nunca esto que venden, el ‘cambio’, es en realidad el ajuste conocido”, recapituló el diálogo ante la consulta. ¿Peronista? “No es una cuestión de peronistas sí, peronistas no. Es una cuestión de mejor vida para la mayoría sí o no. No me gustó que los peronistas se apropiaran de luchas que no les pertenecieron exclusivamente. Pero el lugar para defenderlas es acá”, remarcó. Su esposa y sus amigos asintieron, sonrieron y se dieron vuelta para escuchar el discurso de Scioli, que ya había comenzado el reconocimiento del resultado, irreversible. Lo aplaudieron tímidamente al final y emprendieron la vuelta a casa por Perú hacia la avenida Belgrano. A lo lejos escucharon a un hombre alto bastante más enojado que ellos gritar: “Argentina, la mejor película de terror del mundo. Ya van a ver. Dura cuatro años, ya van a ver”.

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