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El país|Miércoles, 25 de noviembre de 2015
Opinión

Martes dinámico en varios frentes

Por Mario Wainfeld
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La transición avanza a paso redoblado. Ayer se reunieron la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y su sucesor electo Mauricio Macri en Olivos. Hoy lo harán el gobernador bonaerense Daniel Scioli y María Eugenia Vidal, quien lo relevará el 10 de diciembre. Hasta ese día se sucederán anuncios, chimentos y especulaciones sobre “ministeriables”.

Macri informó que Susana Malcorra será ministra de Relaciones Exteriores.

Designó a Hernán Lombardi a cargo del Sistema de Medios Públicos, desconociendo que su actual titular, Tristán Bauer, tiene mandato legal aprobado por el Congreso hasta 2017, conforme lo dispone la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.

Insistió en pedirles la renuncia a Alejandro Vanoli, Martín Sabbatella y Alejandra Gils Carbó.

El mandatario electo ocupa el centro de la escena, como es lógico aunque ayer otro de los hombres más poderosos de la Argentina, Ricardo Lorenzetti, anunció fallos que pueden equivaler a un tsunami. “Robó cámara”, una práctica que le encanta.


Cara a cara: El encuentro entre Fernández de Kirchner y Macri se realizó en Olivos y convulsionó la tranquilidad de la calle Villate, que se pobló de centenares de periodistas, fotógrafos y camarógrafos. Duró poco, seguramente menos de media hora. Cuarenta y cinco minutos fue el tiempo que transcurrió entre la entrada y la salida del actual jefe de Gobierno.

Como en la célebre entrevista de Guayaquil, sólo los dos protagonistas sabrán exactamente qué se dijo y qué se calló. Un megascrum de periodistas lo disuadió para volver a entrar y elegir otra salida lateral. Más tarde Macri rezongó que el encuentro “no valió la pena”.


Una experta con historia: Susana Malcorra es rosarina, cumplió 61 años la semana pasada, es ingeniera. Hasta ayer se desempeñaba como jefa de Gabinete del secretario General de la Organización de Naciones Unidas (ONU), Ban Ki-moon. Hasta 2012 fue secretaria general adjunta del Departamento de Apoyo a las Actividades sobre el Terreno de la ONU, cargo también de alto nivel. Participó en gran cantidad de misiones humanitarias (ver asimismo nota en página 4).

No es estrictamente una diplomática de carrera pero tirios y troyanos le reconocen trayectoria, saber y experiencia.

Antes de mudarse a Nueva York y de peregrinar en misiones por el mundo fue un cuadro exitoso en la actividad privada. Se destacó en especial en dos multinacionales: Telecom e IBM. En los años de las privatizaciones de empresas públicas laboraba en Telecom. En 2001 dispuso un recorte salarial para los trabajadores de Telecom, lo que suscitó reacciones y huelga de Foetra, el sindicato del sector. “Vamos a tomar medidas que involucran salida de gente”, proclamó Malcorra, según registran las crónicas periodísticas de aquel entonces.

Baqueanos en la materia explican que es imposible llegar tan alto como Malcorra en la ONU sin contar con un firme aval del Departamento de Estado norteamericano, que al fin y al cabo alberga el edificio de la entidad en Nueva York, sufraga buena parte de sus gastos y es la mayor potencia político militar del mundo, aun en épocas de multipolaridad. Malcorra será bien vista por la embajada, por decir lo menos.

Su perfil tiene similitudes marcadas con el de Alfonso Prat-Gay, quien aspiraba a llegar al Palacio San Martín y seguramente recale en Hacienda y Finanzas. Protagonistas exitosos en el sector privado, forjados y enriquecidos en grandes empresas multinacionales, que se volcaron a la función pública. Su relación con el actual oficialismo fue correcta.

Su nombre es una nueva señal de la orientación que pretende Macri: la más rotunda es el pedido de aplicación de la cláusula democrática de Mercosur a Venezuela. El gesto no busca tener éxito en el organismo: Malcorra podrá explicarle que la república bolivariana no calza ni por asomo en los casos previstos por las reglas de Mercosur y que Brasil no acompañará la movida. El afán de Macri es reposicionarse, no ganar esa escaramuza.


Lorenzetti conducción: Cayeron como una bomba tres sentencias de la Corte declarando la inconstitucionalidad de una ley del año 2006. Obliga al fisco a restituir una cifra sideral, cuya determinación debe ser motivo de estudio. En cualquier caso desfinanciará a la Anses y alterará la relación fiscal entre la Nación y las provincias (ver para más detalles páginas 14 y 15).

Es una prueba del tremendo poder de Lorenzetti desde que el cuerpo quedó desguazado y a su merced. En primera aproximación se trata de un acto de enorme irresponsabilidad que será unos de los últimos desaguisados que firmó Carlos Fayt.

La jueza Elena Highton de Nolasco no suscribió este fallo: se viene oponiendo de una forma u otra a las sentencias más descolgadas de los últimos meses. Ayer mismo firmó en disidencia un fallo miserable que le devuelve a las patronales agropecuarias y al gremio de Gerónimo “Momo” Venegas la administración del seguro por desempleo de ese sector. Un regalito para las corporaciones y para un gremio amarillo que dejará desamparados a los trabajadores del sector.

La nueva mayoría automática la integran el presidente del tribunal, Fayt y el juez Juan Carlos Maqueda.

Lorenzetti persevera en su costumbre de aconsejar a los otros poderes cómo hacer su tarea, mientras la Corte demora durante años o lustros pleitos que deberían durar meses y deja desfinanciados a los tribunales nacionales de Trabajo, que en buena dosis están paralizados.

La Corte reclama al Ejecutivo y el Legislativo dictar una nueva ley de coparticipación federal, lo que es deseable pero entre difícil e imposible. La disposición transitoria sexta de la Constitución del 94 ordena un nuevo régimen de coparticipación federal, pero lo supedita a la aprobación de todas las legislaturas provinciales. Es una encerrona, una suerte de cláusula cerrojo porque es imposible que un nuevo pacto de reparto satisfaga a todos los distritos: mejoraría a algunos y perjudicará a otros. El veto de una sola provincia impediría que la ley se sancione.

La Corte exige a la Nación y las provincias que ganaron el juicio que negocien un plan de pagos. Les concede un plazo angustiante para tratativas tan complejas: 120 días. Si no lo hay lo fijará el tribunal.

La negativa de la oposición parlamentaria a aprobar pliegos para completar el tribunal ha dejado en manos de Lorenzetti un poder casi omnímodo que ejerce sin hacerse cargo de las consecuencias.

Los juicios entre las provincias y la Nación caminaban con la majestuosidad de una tortuga. Hubo audiencias públicas con Santa Fe en 2009 y con Córdoba en 2010.

El apuro sobreviene porque por la solitaria dignidad de Highton y la escasez de vocales, hay que sacarle el jugo a Fayt en las últimas semanas previas a la efectivización de su renuncia.

Lorenzetti eligió hacerlo el mismo día del cóctel de despedida del año, garantizándose que hubiera fotos del día para ilustrar las deplorables nuevas.


Lo que viene: Seguramente hoy Macri dará otra conferencia de prensa en la que responderá a los medios. Su método ha sido gotear nombres de funcionarios y van quedando para el final los del armado pluri-ministerial económico.

La Presidenta estará junto a Scioli en un acto a realizarse en el Hospital Posadas, en su primera aparición pública extra Twitter después de la elección. Todo indica que hará varios anuncios y hablará sobre la coyuntura política, como suele hacer.


Pureza PRO y tranquilidad: Los nombramientos demarcan por ahora un gabinete bien PRO, algo que comienza a incordiar a los aliados radicales, que con el retiro del senador Ernesto Sanz perdieron a su principal negociador.

La transición se inscribe en un calmo clima social. Todo se hará en tiempo y forma, un hecho saludable que dista de ser habitual en la Argentina. Estará in pectore del nuevo presidente si elige debutar con medidas económicas de shock o si prefiere irse asentando y dejar transcurrir las vacaciones. La opción no es baladí, puede significar un verano caliente o un tránsito más sereno.

Macri todavía no usó, con todas las letras, la expresión “pesada herencia” que siempre sirve para justificar medidas antipopulares, ajenas al discurso evangélico de la campaña.

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