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El país|Martes, 31 de mayo de 2016
El juicio por la desaparición de Patricia Roisinblit y su esposo

“Contaba cómo quería vivir”

Tres sobrevivientes de la Esma, Nilda Noemí Actis Goretta, Amalia Larralde y Miriam Lewin, dieron testimonio ante el Tribunal Oral 5 de San Martín del sufrimiento de Patricia y su esposo, José Pérez Rojo. El bebé nacido en cautiverio fue arrebatado de sus brazos.

Por Ailín Bullentini
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Miriam Lewin, Amalia Larralde y Nilda Actis Goretta en la causa contra la Fuerza Aérea.

“Angustiada.” El adjetivo calificativo fue un punto en común de los testimonios que ayer ofrecieron Nilda Noemí Actis Goretta, Amalia Larralde y Miriam Lewin, sobrevivientes de la última dictadura cívico militar, ante el Tribunal Oral en lo Criminal número 5. Hablaban de Patricia Roisinblit, a quien las tres vieron en el centro clandestino de detención y exterminio que funcionó en la Esma, embarazada a punto de parir y luego con “Rodolfo Fernando”, como coincidieron en que fue nombrado su hijo, en brazos. Las sobrevivientes reprodujeron datos que les contó la joven estudiante de Medicina y que ayudan a perfilar las condiciones de detención que sufrió el matrimonio en manos de la Fuerza Aérea, cuyo secuestro es eje del juicio que se desarrolla en los tribunales de San Martín en contra del ex jefe de la Fuerza Aérea Oscar Graffigna; el ex jefe de la Regional de Inteligencia de Buenos Aires (RIBA), Raúl Trillo, y el ex agente Francisco Gómez.

“Munú” Actis no sabía quién era Roisinblit. Previo a su secuestro, su vida “entera casi” transcurrió en La Plata, así que su presencia en el sótano del casino de oficiales de la Esma, aquel “10 u 11” de noviembre de 1978 no la sorprendió por su identidad sino por su “estado de avanzado embarazo”. “La dejaron un momentito abajo y la llevaron a capucha –el espacio en donde los marinos encerraban a las mujeres y los hombres secuestrados durante el terrorismo de Estado, ubicado en el tercer piso del casino–, a una piecita pequeña que había ahí, sin ventilación con ese calor insoportable que hacía”, recordó ayer. Más tarde, Larralde también destacaría el encierro y las altas temperaturas a las que los genocidas habían sometido a Roisinblit a pocos días de ser madre.

A diferencia de Larralde, Actis no habló con la madre de Mariana y Guillermo –quien tras recuperar su identidad incorporó el “Rodolfo Fernando”– mientras permaneció en capucha. La volvió a encontrar en el sótano, donde “trabajaba”, después del nacimiento de “Rodolfo Fernando”. “La persona que me había torturado, (Raúl) Scheller, me ordenó que me ocupara de ayudar a ‘esta chica’ con su bebé. Eso me permitió hablar con Patricia, bella tarea”, explicó la artista plástica.

En esas charlas, Roisinblit le contó que había sido secuestrada por la Fuerza Aérea con su esposo, que la tenían atada a la pata de un escritorio y que a veces lo “subían” a José Manuel Pérez Rojo –a quien mantenían cautivo en un espacio separado al de ella– y se veían; que lo habían torturado mucho y que a ella la habían amenazado con lastimarla una vez nacido el bebé. “Le decían que la iban a llevar a tener el bebé y que cuando volviera la esperaba la tortura física; a ella le producía pánico el retorno”, aseguró Actis. A pesar de eso, la hija de la vicepresidenta de Abuelas de Plaza de Mayo hacía planes: “Me contaba cómo quería vivir el futuro, con José, Mariana y su bebé, ella quería estar con su familia”. Tres días contó “Munú” que pudo “cuidar” de la joven madre y su bebé: “Al tercer día, bajé al sótano y no estaban más”.

Larralde y Lewin sí sabían quién era “Mariana”, el nombre con el que se movía Roisinblit por los circuitos de la militancia. Entre 1975 y 1977, Larralde recordó haber compartido con ella trabajo en “el dispensario”, un espacio de salud que funcionó en una casa particular en la zona oeste del Gran Buenos Aires. Allí, ella era enfermera y “Mariana”, médica. A “Matías” –José Pérez– lo conoció como el “esposo de”. No volvió a saber de ella hasta octubre de 1978 cuando, mientras estaba encerrada en capuchita –otro espacio de secuestro en el centro clandestino de la Armada–, la visitó Carlos Orlando Generoso, un penitenciario conocido entre sus víctimas como “Fragote”: “Me preguntó qué sabía de Patricia y su marido, que parecía que los habían agarrado y que capaz la traían a ella a tener a su bebé a la Esma”. El mismo represor fue quien, a mediados de ese noviembre, la llevó a ver a su ex compañera de trabajo. “Le pedimos a Fragote si me dejaba participar del parto”. Así fue.

Larralde y Sara Solarz de Osatinsky, otra cautiva de la Marina, asistieron el parto de Roisinblit, que dirigió el médico condenado por robo de bebés, Jorge Luis Magnacco. Según recordó, la mamá de Mariana y Guillermo estaba “muy asustada y angustiada, pero el parto fue normal”. “Pidió anotar a su bebé, pero le respondieron (los genocidas) que no dependía de ellos”, añadió. No pudo precisar la cantidad de días que madre e hijo permanecieron en “enfermería”, un espacio del sótano ubicado al lado de las salas de tortura, pero aportó que “estaba muy angustiada” y que “el médico la obligó a empezar a moverse. ‘Dale que te tenés que ir’”.

Lewin había tenido más relación con “Matías” que con “Mariana” durante su militancia peronista en la zona oeste del Conurbano. Compartían un picnic en Luján cuando la conoció, embarazada de su hija mayor, a la que la llamó con su identidad de lucha. La volvió a ver en la Esma y “fue una sorpresa”, describió. “Para ella y para mí. Ella pensaba que yo estaba muerta, hacía un año y medio que no tenían novedades de mí”. A Lewin la había secuestrado la Fuerza Aérea a mediados de 1977, torturado y alojado en el centro clandestino conocido como Virrey Ceballos. Muchos años después, reconoció a uno de sus secuestradores en una foto que Guillermo le mostró, en la que él es un bebé apropiado y el ex integrante de la Fuerza Aérea Jorge Cóceres lo tiene en brazos. Cóceres declaró la semana pasada ante el TOC 5, en calidad de testigo. “Mientras controlaba mi encierro en Virrey Ceballos me decía que tenía sensibilidad por los pobres y que su padre había sido socialista”, puntualizó Lewin, que aguarda la llegada del juicio oral por su secuestro, en contra de Cóceres y Graffigna, entre otros integrantes de la fuerza.

“Mariano –uno de los sobrenombres de Scheller–, mi oficial interrogador, supuso que yo la conocería y me dejaron ir a verla cuando llegó. La vi muy angustiada, quería volver con José, a esa ‘casa de la zona oeste que parecía una quinta’, me contó”, recompuso la periodista.

Ella fue una de las víctimas de la Esma que “intercedió” ante los genocidas encargados del centro clandestino para intentar que Roisinblit quedara allí encerrada: “Sospechábamos que la matarían después del parto y pensábamos que era mejor que se quedara con nosotros”. No tuvo suerte. Scheller le respondió que “la detenida” pertenecía a “la Fuerza Aérea”. No presenció el parto, pero vio a la madre y al hijo inmediatamente después, cuando “a Rodolfo no le habían cortado el cordón, pero ya descansaba en el pecho de su mamá. Después no la vi más”, aclaró entre lágrimas.

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