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El país|Sábado, 25 de junio de 2016
OPINION

¿Cuál fantasma?

Por Martín Granovsky
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El salón entero aplaudió cuando la traductora pasó al francés lo que había dicho Lula en portugués: “Cuiden la Unión Europea, porque es un patrimonio de la humanidad”. Lo afirmó en su discurso de aceptación del Doctorado Honoris Causa en el prestigioso Centro de Estudios Políticos de París, conocido en la jerga de los investigadores como Sciences Po, en septiembre de 2011. Sin embargo, ni en ése ni en otros mensajes el ex presidente brasileño se permitió un elogio bobo de la UE. Para Lula, la integración europea había sido una herramienta de superación de las guerras. Lula, además, miraba a Europa como un espacio para la conquista de derechos sociales durante el siglo XX. Su alusión a la UE como patrimonio de la humanidad debía ser entendida en ese contexto: como una contribución regional a un mundo más pacífico y como el laboratorio del Estado de bienestar. De un Estado de bienestar que el líder brasileño llamaba a proteger hasta en sus más mínimas conquistas.

Ahora que el Brexit ya es una decisión popular y que el Reino Unido se irá de la UE, quizás la aproximación de Lula a la cuestión europea sirva para imaginar escenarios y problemas nuevos.

Las centrales sindicales hicieron campaña en contra del “exit”. La TUC, la CGT británica, sostenía que un Brexit significaría menor protección social, con riesgo para el sistema público de salud, y que la situación de los trabajadores podría empeorar. Aclaraba, por cierto, que las cosas no estaban bien. En el laborismo ese discurso sobre los riesgos de romper con la UE se hizo mayoritario y obligó a pronunciarse contra el Brexit a dirigentes tradicionalmente euroescépticos como el propio jefe, Jeremy Corbyn. En 1975 Corbyn votó a favor de romper con la Comunidad Económica Europea. En 1993 votó en contra del Tratado de Maastricht, que no solo fue la base jurídica de la UE sino su fundamento ortodoxo con topes al déficit fiscal. En 2008 dijo que la UE “siempre tuvo un serio déficit democrático”. Y el año pasado hizo un pronóstico de hecho sobre el Brexit: “Si Europa se convierte en una organización brutal que trata a todos sus miembros como ha tratado a los griegos, entonces Europa perderá el apoyo de muchos ciudadanos”. O sea que Europa como organización ya habría dejado de ser el escudo contra miles de años de guerra para convertirse en el fórceps capaz de apretar tanto, pero tanto, que produciría implosiones y explosiones en toda la región.

El futuro de Corbyn servirá para medir qué pasa en una Europa convulsionada por la dispersión, el desempleo, la crisis y la xenofobia. Su campaña contra el Brexit fue liviana y ahora, dentro del laborismo, los partidarios de quedarse en la UE lo acusan de haber ayudado a los simpatizantes de la salida. Pero el Brexit ganó en distritos industriales y laboristas como Birmingham, la segunda ciudad del Reino Unido.

El laborismo, ¿conseguirá retener políticamente a esos obreros para que terminen en la extrema derecha como sucede en los arrabales de Francia? Para ese reto, ¿hay alguna figura laborista mejor que Corbyn? ¿Cuánto tiene la TUC hoy de pertenencia a la élite política y cuánto de representatividad verdadera?

El Reino Unido siempre hizo gala de su diferencia con el resto de Europa. “British is different” es una frase clásica. Incluso hay chistes autoirónicos: “¿Saben qué es el sexo? Una actividad que se practica en el continente”. El continente, como es obvio, no abarca a las islas británicas.

El Brexit, entonces, ¿supone una tendencia europea o debe ser leído como un modo de confirmar la britaniquísima identidad en la diferencia?

Una UE con austericidio, como dice el economista Paul Krugman, o sea obsesionada con el recorte del gasto público, ¿es parte de la solución o es el problema? ¿No fue la UE de los últimos años la que permitió el reinado de la troika integrada por la Comisión Europa, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional? Veloz para montar la ola, el líder Pablo Iglesias de Podemos, el partido que busca ser el segundo en discordia en las elecciones de mañana, ya dijo que “de una Europa justa y solidaria nadie querría irse”.

“Un fantasma recorre Europa”, comenzaban Carlos Marx y Federico Engels el Manifiesto de 1848. “El fantasma del comunismo.” Hoy otro fantasma recorre Europa. El punto es saber cuál.

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