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El país|Viernes, 15 de julio de 2016
LAS PROTESTAS SE MULTIPLICARON EN MUCHAS ESQUINAS DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES

En los cien barrios porteños

En San Juan y Boedo dueños y empleados de comercios organizaron un veredazo. Testimonios del ajuste de los últimos seis meses. El miedo al cierre por las bajas ventas y los aumentos en los servicios. Hubo “ruidazos” en decenas de esquinas.

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En San Juan y Boedo la protesta organizada por los comerciantes empezó temprano

Las cacerolas volvieron a hacerse escuchar en los barrios. Pero también hubo silbatos y bocinas. Esta vez, en repudio al “tarifazo” en servicios públicos y al combo de medidas económicas que encogió los ingresos de la clase media.

En Boedo, el “veredazo” que comerciantes venían organizando hace semanas se transformó en una manifestación con pitos, bocinas, cacerolas y un corte total de la esquina Homero Manzi. A las 18, pegado a una bandera de “Comerciantes contra el tarifazo”, un policía confiesa a los vecinos que “por primera vez en mi vida llamé a defensa del consumidor”.

La mecha se encendió en abril cuando la boleta de luz de una granja saltó de 800 a 4000 pesos por mes. “Me empecé a mover, conocí a unos pibes de ‘Nace un derecho’, les pedí ayuda y me hicieron un amparo gratis”, recuerda Darío, a cargo del negocio desde hace 19 años. “Empezamos con cartelitos y reuniones que fueron creciendo: 15, 20, 30 personas”. Padre de tres hijos, alquila local y departamento y no duda en afirmar que “es el peor momento desde que abrimos”. “El primer golpe fue la inflación desde diciembre. Después el consumo: las ventas bajaron un 30 por ciento para productos crudos y un 50 para los cocidos. Dejé de pagar luz, gas, monotributo, y las expensas pasaron de 2300 a 4500 pesos. No tengo espalda para semejante combo. Vivía al día, no me sobraba nada. Ahora trabajo de 7 de la mañana a 11 de la noche y no puedo reponer la mercadería”, explica, mientras la calle se puebla de carteles: “Suben las tarifas, bajan las persianas”; “La boleta de gas son 20 pizzas”.

Laura González, dueña de una tintorería con tres empleados, explica que su comercio es “electrodependiente” y que pasó de pagar 1600 pesos de luz en enero a 9900 en junio. Tiene el negocio hace 17 años, recuerda el 2001 pero destaca que “aquello fue más gradual, no tan violento”. “El gobierno debería proteger a las pymes”, reclama. A las 18.30 una mujer se lanza a la calle con un cartel bien trabajado. “Genocidio energético. Luz-gas-agua son DDHH. Por la Patria Grande + Mercosur amplio”, escribió. Alicia, docente jubilada, le da fuerte a una bocina que “no es de Clarín”, sonríe. “Suben las tarifas, me empiezan a descontar ganancias y hoy se cortó la luz en el edificio. Es un afano, hay que pararlos”, afirma, y reniega de los vecinos que “repiten los versos macristas”.

Vendedor de materiales eléctricos, “Cacho” saluda y entrega dos lamparitas como souvenir. “Se reduce el nivel adquisitivo, se reduce el consumo”, resume. “La apertura de importaciones, que coyunturalmente puede ser beneficiosa para el comerciante, a la larga provoca pérdida de puestos en pymes que estos años se dedicaron a sustituir importaciones”, explica. Con negocio desde hace 31 años y cuatro empleados, dice que “en 2001 terminó de desbarrancar algo que venía empeorando hacía años, en cambio ahora fue explosivo porque venimos de años de consumo pleno”. “Y a mí todavía me va bien”, aclara, y cita casos de comercios chicos que cierran las puertas.

“No entra nadie”, cuenta Isis, que vende ropa de bebé desde hace seis años y está a punto de cerrar. “Hace dos meses se dejó de consumir. Ayer pude pagar el alquiler del local y de mi casa, pero es el último mes. Sabía que Macri era esto pero no pensé que el golpe fuera tan rápido”, confiesa, y aclara que tiene dos hijos, uno discapacitado.

Algunos comerciantes reparten souvenires a los automovilistas. El más original: huevos en bolsita y con la leyenda “Pagar las luz nos sale un huevo”. “Le doy sobre todo a los anestesiados”, bromea Cacho. De algunos autos se despliegan banderas y dedos en V. “Vamos, vamos, contra el tarifazo”, corea la masa que cortó Boedo y luego media Avenida San Juan.

En Rivadavia y Acoyte, tradicional enclave de “cacerolos” antikirchneristas, medio millar de personas bajo la lluvia corea “Andate/Macri/la puta/que te parió”. “Quitan retenciones y el tarifazo lo paga el pueblo”, reclaman desde una cartulina. Gabriel, médico en una obra social y “en una corporación que nos exprime y está en el gobierno” aclara que la suya es una “profesión pauperizada”, que está “cansado de gobernantes que vienen de cuna de poder” y que siempre votó al socialismo. José, que hace 24 años vende ropa femenina en Galería París, cuenta que “la venta bajó un 30 por ciento medida en unidades aunque los precios se duplicaron”. “Por suerte no tengo empleados”, confiesa y teme “volver a fundirme como en 2001”. “Pero entonces veníamos de los 90, estaba todo destruido, acá venimos de diez años con viento a favor, por eso el impacto es menor: hay viento de cola”, razona. A su lado, una mujer dueña de un local de zapatos, muestra su cartel: “La única verdad es la realidad: 650 por ciento” y dos boletas de gas: 74 pesos la primera, 480 la segunda. “Macri: embaucaste al pueblo con mentiras berretas, hacete cargo, pagame las boletas”. “El país no es tu negocio: no te burles más del pueblo”.

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