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El país|Viernes, 16 de enero de 2004
OPINION

Hoy mismo

Por Horacio Verbitsky
Las fotos de estas páginas son a prueba de adjetivos. Cuando las recibimos pensamos que podrían provenir de un campo clandestino de concentración de la dictadura militar. No pudimos establecerlo y por una cuestión de responsabilidad, en lugar de denunciarlo lo comunicamos al gobierno nacional, que tenía otras posibilidades de investigación. La respuesta fue fulminante, como describen los periodistas de Página/12 en otras notas. Es una conmoción que esto ocurriera en la Argentina después del juicio a los ex Comandantes y del “Nunca Más”, cuando gobernaba un presidente que decía haber llegado para restablecer la legalidad y defender los derechos humanos. Ese doble discurso es el que explica la dificultad para extirpar en forma definitiva de las Fuerzas Armadas las doctrinas foráneas que con pretexto de la seguridad las convirtieron en tropas de ocupación en su propio país. Pero no basta con la decisión que en este caso mostró el gobierno nacional.
Ayer, pocas horas antes de que el presidente Kirchner informara a los organismos de derechos humanos sobre los cursos de torturas del Ejército, cuatro detenidos eran golpeados y sometidos al paso de corriente eléctrica en la cárcel U3 de San Nicolás, del Servicio Penitenciario de la Provincia de Buenos Aires, que gobierna el ingeniero Felipe Solá. Los presos López Mandri, Giménez Tello, Recobon González y Segovia Maturana se comunicaron por teléfono con la defensora oficial María Dolores Gómez, quien conoce a dos de ellos, porque ya los había defendido cuando fueron golpeados en la cárcel de Sierra Chica. Como estaba muy lejos, Gómez dio aviso al Defensor General de San Nicolás, Gabriel Ganon, quien se presentó en la cárcel junto con el secretario y constató los hechos. Los presos dijeron que durante la madrugada, el grupo de choque de la unidad dirigido por el subdirector Martino ingresó en dos o tres celdas del pabellón 5. Además de golpearlos a todos les aplicaron corriente eléctrica con un aparato del tamaño de un teléfono con una antena de más o menos 30 cm. A uno le aplicaron la corriente en las esposas metálicas y luego en los testículos. A otro que intercedió lo apalearon y le dieron picana en la espalda. López Mandri tenía una marca roja con tres puntos en la espalda. Dijo que ya había denunciado a Martino por maltratos en Sierra Chica. Esta habría sido la represalia. Ganon también entrevistó a un preso que no fue golpeado. Cuando le preguntó si pasó algo a la noche, el rehén dijo que “sí, pero a mí no me importa. Ustedes saben que casi siempre pasan cosas y anoche hubo bardo con tres celdas, entraron y no sé qué pasó. Igual si me citan yo diré que no escuché nada”. Y éste no era un entrenamiento de voluntarios.

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